viernes, 28 de febrero de 2014


Disponibilidad desde el amor y para amar
Nunca me sentiré obligado a amar, porque el amor surge desde la libertad.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net



Sentimos una llamada interior y respetuosa: Dios nos pide un paso más en el camino del amor. ¿Cómo acoger Su voz? ¿En qué manera responderle?

El corazón necesita abrirse por entero a una experiencia: Dios me ama. Sólo desde la certeza del Amor divino surge la disponibilidad. Sólo desde la escucha del Verbo mi alma comienza a vivir abierta a lo que Dios pueda pedirme cada día.

Así estamos listos para la escucha, para el discernimiento. El Evangelio nos da las pistas esenciales. El Espíritu Santo hace comprensibles hechos del pasado y del presente que empiezan a tener significado. Un confesor, un amigo bueno, me acompaña en la tarea de comprender qué petición me llega desde el Corazón mismo de un Dios bueno.

Si hay experiencia del Amor, si hay una disponibilidad madura y generosa, si hemos realizado una correcta lectura de las señales divinas, estamos listos para las decisiones.

Es cierto: sigo siendo libre. Nunca me sentiré obligado a amar, porque el amor surge desde la libertad y nos lleva hacia la plenitud cuando escogemos bien. Pero esa libertad sólo llegará a ser madura y sana si se mantiene abierta y disponible, como los patriarcas, como los profetas, como la Virgen María, como los Apóstoles y los santos de todos los tiempos.

Sí, Señor, aquí me tienes, disponible. Acojo tu Amor en mi vida. Acepto todo aquello que me pides para avanzar hacia la verdadera caridad. Ayúdame con tu gracia, ilumina mi inteligencia, da fuerzas a mi corazón. Lánzame a la aventura del amor desde esas palabras que Tú mismo dijiste al hacerte Hombre para salvarme:¡He aquí que vengo (...) a hacer, oh Dios, tu voluntad! (Hb 10,7).

viernes, 21 de febrero de 2014

Eucaristía, amor de Cristo hasta el extremo
Cristo se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, allí esta a todas horas, solo para ti. 
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net



Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Los suyos entonces eran los que le veían: Juan y Pedro y los demás compañeros. Hoy los suyos somos tú y yo, todos nosotros; por lo tanto: "Habiendo amado a los suyos, es decir, a los que hoy están en el mundo, los ama hasta el extremo.

Esto es la Eucaristía: el amor de Cristo hasta el extremo para ti, para mí, durante toda la vida. Porque la Eucaristía es poner a tu disposición toda la omnipotencia, bondad, amor y misericordia de Dios, todos los días y todas las horas de tu vida. En cada sagrario del mundo Cristo está para ti todos los días de tu vida. Según sus mismas palabras: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Al decir con vosotros, es decir contigo, conmigo.

El sol no te alumbra o calienta menos a ti cuando alumbra o calienta a muchos. Si tú solo disfrutas del sol, o hay millones de gentes bajo sus rayos, el sol te calienta lo mismo... te calienta con toda su fuerza.

Así, Cristo se ha quedado solo para ti en la Eucaristía, como si tú solo lo visitaras, tú solo comulgaras, tú solo asistieras a la misa. Allí esta, pues, Cristo, medicina de tus males; pero pide como el leproso: "Señor, si quieres, puedes curarme". Pide como Bartimeo: "Hijo de David, ten compasión de mí". Pide como el ladrón: " Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino". Allí esta a todas horas, solo para ti, el único bien verdadero, el único bien perdurable, el único amigo sincero, el único amigo fiel; el único que nos tiende la mano y nos ayuda y nos ama en la juventud, en la edad madura, en la la vejez, en la tumba y en la eternidad. Cada uno tiene sus problemas, fallos, miedos, soberbia... tráelos aquí; verás cómo se solucionan. Cristo tiene soluciones.

¿Quieres, necesitas consuelo, fortaleza, santidad, alguna gracia en especial? Sólo pídela con fe, y no tengas miedo de pedir milagros, porque todo es posible para el que cree.

Jesús ha querido quedarse en el Sagrario para darnos una ayuda permanente. 

jueves, 20 de febrero de 2014


La felicidad cuesta
Hay pocas personas felices porque pocas son las que quieren luchar por la felicidad, pocas las que creen en el esfuerzo, en los grandes ideales. 
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net


Nuestra civilización materialista ha inventado una fórmula de felicidad barata que consiste poco más o menos en esto: En alejar de la vida, a como de lugar, todo sufrimiento, todo sacrificio, todo esfuerzo, y disfrutar lo más posible de cuántos placeres, diversiones, pasatiempos, dinero, etc. se puedan lograr.

Hay mucha gente que cree de verdad en esa fórmula y la prueba una y otra vez, y se les ve, sobre todo a la gente joven, a la búsqueda cada vez más intensa y atrevida de placeres, pasatiempos, etc. Pero los resultados no son muy halagadores: Más que personas felices, estamos viendo cada día mayor número de desesperados, incluso de suicidas; si uno cuenta como dato estadístico que en un centro educativo, hay un suicida cada semana ¿lo crees? Dices que no puede ser verdad, pero así es.

Muy pocos hablan de que para ser felices hay que luchar duramente. Ser feliz es posible, pero cuesta bastante esfuerzo; la felicidad cuesta y mucho. Por eso, los hombres profundamente felices son pocos. La mayoría se conforma con esa otra felicidad barata que no llena, que no puede llenar el corazón del hombre.

¿Por qué cuesta ser felices? Si el hombre fuera un simple animal, un cerdo, un chango, para hacerlo feliz bastaría llenarle el estómago de buena comida. Si el hombre tuviera solamente cuerpo, comer, beber, abandonarse a la furia del sexo, a las alucinaciones de las drogas, etc., podría hacerlo feliz; pero, muchos se entregan apasionadamente a esto y sienten que no son precisamente felices.

Hemos olvidado que, tenemos no sólo cuerpo sino espíritu. A este espíritu por lo general lo tenemos flaco y hambriento y le damos al cuerpo todo lo que pide. El espíritu se alimenta con otras cosas, tiene hambre, sed de otras realidades, que no son materiales sino espirituales, como son la búsqueda de la verdad y el bien, la búsqueda de Dios y el cumplimiento de sus leyes, sobre todo aquella de "amar al prójimo como a uno mismo".

Está búsqueda de la verdad y el bien, este aceptar a Dios y sus leyes no es nada fácil, pero siempre hay gente que se aventura a seguir por esta senda.

Y esta gente dice que sí es feliz, tanto más feliz cuando más esforzadamente vive esa ley. Por citar a solo dos gentes felices, una mujer decía: "Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. ¡Solo Dios basta! Su autora: Santa Teresa de Ávila.
Otro, decía: "Nos has hecho para tí, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti" Su autor: San Agustín de Tagaste. Este segundo, sacó la conclusión anterior después de buscar durante más de 30 años la otra felicidad barata de la que hablamos al principio. Por ello es un testigo muy digno de crédito. Lo malo del caso, es que por lo general, uno se convence de esto hasta que como él, ha experimentado con todas las fuerzas la felicidad barata y no tiene más remedio que reconocer que no le satisfizo del todo.


Hay pocas personas felices porque pocas son las que quieren luchar por la felicidad, pocas las que creen en el esfuerzo, en los grandes ideales.
La felicidad tiene poco que ver con el dinero, el alcohol y la riqueza, y mucho que ver con el amor.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Dios amigo del hombre
Nos llegan momentos difíciles que solo la compañía y la compresión de un buen amigo nos conforta, nos arropa y nos da la fuerza para seguir. 
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net




Con el recuerdo de lo que dice el poeta:

Cuando al rozar las espinas del dolor y desencanto,/ el corazón duele tanto que brota sangre al latir... / y mueren las ilusiones por no tener un abrigo,/ ¡ qué dulce es un pecho amigo que entienda nuestro sufrir!" 

Sabemos que siempre estaremos necesitados de esto porque la vida a veces nos hace llorar y sentirnos tristes y abrumados porque alguien nos lastimó o ciertas circunstancias nos obligaron a pasar por trances dolorosos la pérdida de un ser querido, la ausencia de un ser amado, la soledad , un mal momento económico, las enfermedades, un desamor, un sueño roto... en fin, nos llegan momentos tan difíciles que solo la compañía y la compresión de un buen amigo o amiga nos conforta, nos arropa y nos da la fuerza para seguir...

Cuando podemos tener ese "regalo de amistad "medicinal" tan sincero y cálido debemos sentirnos privilegiados y lo somos pues nada en este mundo se puede comparar con la dicha de tener "ese amigo" que sabe de nuestro dolor , lo comparte y nos da valor para poder mirar a la vida de frente... ¡ ese amigo o amigos son invaluables !

Pero el AMIGO, así con mayúsculas, es Jesús, el Hijo de Dios, el que se hizo hombre para poder conocer mejor nuestro corazón y darnos el apoyo y el amor que necesitamos siempre, pero más, en algunos momentos de nuestra vida.

Jesús sabía que íbamos a sufrir y por eso se quedó en el Sagrario y por eso y en ese pedacito de pan está su Cuerpo, su Sangre y su Divinidad.

¡Amigo del hombre ! Pero más amigo, y sabe querer especialmente, a los que sufren, amigo de los enfermos, amigo de los jóvenes que batallan con arrojo para conservarse puros y limpios en este "mar" de sugestiones nocivas y tentaciones de pecado, amigo de los niños, de los que mueren de hambre, de los que están sin libertad a pesar de ser inocentes, de los que no tienen trabajo de los ancianos que viven en olvido y desamor...

El es el AMIGO que nuca se cansa de esperar, que es fiel, que siempre escucha y que sabe perdonar y hasta disculpa cuando nos alejamos y nos olvidamos de El.... Y El seguirá esperando con el mismo cariño, con la misma ternura para abrazarnos y secar nuestras lágrimas al volver a Él, porque nada hay que se le pueda comparar ya que dando su vida en la cruz, sus brazos están abiertos para recibirnos y sabemos que no hay amor más grande que el que da su vida por un amigo. Es por eso que ÉL, es EL AMIGO MEJOR Y MÁS AMIGO QUE PODEMOS TENER.

Termino ofreciéndoles estas palabras del P. Ignacio Larrañaga:

" Llegaste a mi humilde y discretamente, para ofrecerme tu amistad. Me elevaste a tu nivel, bajándote tu al mío, y deseando un trato familiar, pleno de abandono. Quieres que tu amistad sea fecunda y productiva, para mi mismo y para los demás. Dios amigo del hombre. Creador amigo de la creatura. Santo amigo del pecador. Eres el amigo ideal, que nunca falla en su fidelidad y nunca se rehúsa a sí mismo. Al ofrecimiento de tan magnífica amistad, quisiera corresponder como Tú lo esperas y mereces procediendo siempre como tu amigo. Amén". 

domingo, 16 de febrero de 2014

to que no le cantas a María?
Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. 
Autor: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net

Cantar a María es una manera íntima, humana, muy nuestra, de cantar a Dios. Es reconocer que la Redención ha sido completa en nuestra Madre. Es celebrar que Ella, en cierto modo, nos representa ante el Dios amante de la vida, redentor del hombre y de la historia.

Cantar a María es mirar al mundo con ojos distintos. Porque la santidad divina purificó completamente una existencia humana. Porque el sí de la creatura fue genuino y alegre. Porque el Amor encontró en una joven de Nazaret su morada. Porque no faltó el vino en Caná y empezaron, para todo el mundo, las bodas del Cordero.

Cantar a María es reconocer la grandeza de Dios. Porque mira al humilde, porque acoge al débil, porque rechaza al soberbio, porque salva al pecador arrepentido. Porque quiso ser Niño, porque quiso tener Madre humana, porque empezó a ser Hermano nuestro. Porque tuvo necesidad de alguien que sufriese, como Mujer, como Mediadora, al lado de la cruz.

Cantar a María es aprender a ser como niños. Porque necesitamos la paz de su mirada, el calor de su compañía, la ternura de su afecto, la alegría de su sí al Padre. Porque queremos ser creyentes como Ella, porque necesitamos fiarnos de Dios, porque no nos resulta fácil caminar en las tinieblas, porque necesitamos ayuda para escuchar la voz del Espíritu.

Cantar a María es parte de nuestro caminar cristiano. No hay Hijo del Hombre sin la Madre. Jesús la quiso, y, en Ella, nos quiso a todos. También a quien lucha contra el egoísmo, a quien siente difícil la pureza, a quien piensa que es imposible el amor al enemigo. También a quien se levanta, una y mil veces, tras la caída, para pedir perdón a Dios (un Dios presente a través del sacerdote que repite lo que diría el Hijo: te perdono).

Cantar a María es decir, simplemente, desde el corazón, un gracias a Dios. Porque en su Madre nos ha amado con locura. Porque venció así nuestro pecado. Porque nos abrió el cielo, donde está Ella esperándonos. Porque nos quiere pequeños, débiles, pero seguros: no hay miedo junto a la Madre. Sólo hay esperanza, alegría y amor sincero.

sábado, 15 de febrero de 2014

La presencia real de Dios en la Misa
En la liturgia, Dios está presente, pero es una presencia más cercana. En la Misa, la presencia del Señor es real. 
Autor: SS Francisco | Fuente: Radio Vaticana



El Señor habla a su pueblo de muchas formas: a través de los profetas, los sacerdotes, la Sagrada Escritura. Pero con las teofanías habla de otra manera, distinta de la Palabra: es otra presencia, más cercana, sin mediación, cercana. Es Su presencia y esto sucede en la celebración litúrgica.

La celebración litúrgica no es un buen acto social, no es una reunión de los creyentes para rezar juntos. Es otra cosa. En la liturgia, Dios está presente, pero es una presencia más cercana. De hecho, en la Misa, la presencia del Señor es real.

Cuando celebramos la Misa, nosotros no hacemos una representación de la Última Cena: no, no es una representación. Es otra cosa: es precisamente la Última Cena. Es vivir otra vez la Pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente sobre el altar para ser ofrecido al Padre por la salvación del mundo. Nosotros escuchamos o decimos: "Pero, yo no puedo, ahora, debo ir a Misa, debo ir a escuchar Misa". La Misa no se "escucha", se participa, y se participa en esta teofanía, en este misterio de la presencia del Señor entre nosotros".

El pesebre, el Vía Crucis, son representaciones; pero la Misa, sin embargo, es una conmemoración real, es decir es una teofanía: Dios se acerca y está con nosotros, y nosotros participamos en el misterio de la Redención.

Asimismo, lamentablemente muchas veces miramos el reloj en Misa, "contamos los minutos", no es la actitud propia que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos meternos ahí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj.

La liturgia es precisamente entrar en el misterio de Dios, dejarse llevar al misterio y estar en el misterio. Por ejemplo, estoy seguro que todos vosotros venís aquí para entrar en el misterio; pero, quizá alguno dice: "Ah, yo debo ir a Misa a Santa Marta porque en la visita turística de Roma hay que ir a visitar al Papa a Santa Marta, todas las mañanas" ¿Es un sitio turístico, no? Todos vosotros venís aquí, nosotros nos reunimos para entrar en el misterio: esta es la liturgia. Es el tiempo de Dios, es el espacio de Dios, es la nube de Dios que nos envuelve a todos.

Recuerdo que de niño, durante la preparación a la Primera Comunión, había un canto que indicaba como el altar estaba custodiado por los ángeles para dar el sentido de la gloria de Dios, del espacio de Dios, del tiempo de Dios. Y cuando durante las pruebas, se llevaban las ostias, decían a los niños: "Mirad que éstas no son las que vosotros recibiréis: estas no valen para nada, ¡porque después habrá consagración!"

Así que, celebrar la liturgia es tener esta disponibilidad a entrar en el misterio de Dios, en su espacio, en su tiempo y encomendarse a este misterio.

Nos hará bien hoy pedir al Señor que nos dé a todos nosotros este sentido de lo sagrado, este sentido que nos hace entender que una cosa es rezar en casa, rezar en la iglesia, rezar el Rosario, rezar tantas oraciones bonitas, hacer el Vía Crucis, tantas cosas bonitas, leer la Biblia... y otra cosa es la celebración eucarística. En la celebración entramos en el misterio de Dios, en ese camino que nosotros podemos controlar: solamente es Él el Único, Él la gloria, Él es el poder, Él es todo. Pidamos esta gracia: que el Señor nos enseñe a entrar en el misterio de Dios".

martes, 11 de febrero de 2014

Hoy, Jornada Mundial del Enfermo.

Oración por un enfermo, enseñada por la Reina de la Paz
El 22 de junio de 1985, la Virgen dictó a Jélena Vasilij esta oración por un enfermo. A este propósito la Virgen ha dicho: "Queridos hijos: ¡La oración más hermosa que podéis rezar por un enfermo es precisamente ésta!
La Virgen ha añadido a Jélena que el mismo Jesús la ha aconsejado. Jesús quiere que, durante el rezo de esta plegaria, tanto el enfermo como quien intercede por él se abandonen con confianza en las manos de Dios.
(Recitad tres veces el Gloria, antes de esta oración) 
“Oh, Dios mío, el enfermo que se encuentra ante Ti ha venido a exponerte su deseo, pidiéndote lo que juzga ser para él la cosa más importante. Dios mío, infunde Tú en su corazón este convencimiento: ¡Lo importante es que gocemos de salud en el alma! ¡Que se cumpla en todo, Señor, sobre él tu santa voluntad! Si quieres su curación, que se cure, pero si tu voluntad es otra, que siga llevando su cruz.
También te pido por cuantos intercedemos por él: purifica nuestros corazones para que seamos dignos de transmitir, por nuestro medio, tu divina misericordia. Señor, protégelo y alivia sus penas. Que se cumpla en él tu santa voluntad. Que sea revelado por su medio tu Santo Nombre. Ayúdale a llevar con valentía su cruz.”

La Alabanza a Dios.

¿Cual es la oración más perfecta?
Celebramos a Dios porque es bueno. Lo alabamos porque es grande y porque su misericordia es eterna. 
Autor: P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com

Cuando una amiga te dice que le han dado el anillo de compromiso o que está embarazada, brota espontáneo un abrazo; te alegras con ella y celebran juntos. Lo mismo cuando tu equipo mete gol, decía el Papa, comentando cómo David danzaba con todas las fuerzas ante el Señor. Y nos invitaba a hacer más oración de alabanza, superando la frialdad del formalismo en nuestra relación con Dios.

El Papa Francisco destaca que la oración de alabanza se caracteriza por la espontaneidad. A David, la oración de alabanza "lo llevó a dejar toda compostura", como a Sara que después de haber dado a luz a Isaac dice: "¡El Señor me ha hecho bailar de alegría!" Imaginemos a una anciana bailando de alegría para celebrar al Señor por el gran favor que le hizo.

Cuando recibimos un regalo, damos gracias. Cuando tenemos una necesidad, pedimos. Ante un deber, cumplimos. La alabanza, en cambio, es gratuita. Alabamos a Dios con total desinterés, simplemente porque se lo merece, por ser lo que es; no porque lo necesitamos ni porque hemos recibido favores, ni por obligación. Por eso, la alabanza es la oración más perfecta. Celebramos a Dios porque es bueno. Lo alabamos porque es grande y porque su misericordia es eterna. La alabanza no necesita más motivos ni justificaciones: reconocemos la belleza de Dios y lo celebramos.

"La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por El mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que El es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la Gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios, da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquel que es su fuente y su término: "un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Co 8,6). Catecismo de la Iglesia Católica 2639.

La alabanza brota de lo más profundo del corazón, está llena de afectos, de calidez, de alegría y es por tanto una oración fecunda. Es una forma de oración que nos ayuda a dirigirnos a Dios con espontaneidad, dejando que los afectos broten con toda naturalidad, sin formalismos ni esquemas hechos, con absoluta libertad.

El último Salmo, el 150, nos enseña que al entrar al Tempo podemos alabar a Dios por sus obras magníficas, al ver el firmamento alabarlo por su inmensa grandeza. Y nos enseña a hacerlo de manera festiva, con instrumentos musicales, , con cantos y con bailes. Exhorta a todo ser que respira a alabar a su Creador.

¡Aleluya!
Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su augusto firmamento,
alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con danzas y tambores,
alabadlo con laúdes y flautas,
alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser vivo alabe al Señor
¡Aleluya!


Se parece mucho al Salmo 97:

Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad:
tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.


Todo puede ser ocasión para alabar a Dios, la vida humana como tal, vivida en plenitud, puede ser una oración de alabanza: San Ireneo de Lyón nos dice que «la gloria de Dios es el hombre viviente y la vida del hombre está en dar gloria a Dios».

Esto parece expresar el Salmo 8, otro extraordinario canto de alabanza:

Señor, dueño nuestro,
¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza contra tus enemigos, para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?


Por ello, no se trata de alabar a Dios sólo en tiempos reservados para la oración, sino en todo lo que hagamos y en toda circunstancia:


Al levantarte: ¡Alabado sea Dios!
Al ver el amanecer y el rocío en la ventana: ¡Bendito sea Dios!
Al escuchar el canto de los pájaros: ¡Alabado sea Dios!
Al percibir el aroma del café: ¡Bendito sea Dios!
Mientras vas de camino, alaba a Dios con cantos.
Al comenzar las labores, bendícelo
Al recibir buenas y malas noticias, di como Job: "El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor." (Job 1,21)
Cuando experimentes el amor humano y también cuando te ofenden: ¡Alabado sea Dios!

La gratuidad es otra de las características fundamentales de la oración de alabanza. Es como un abrazo: te lo doy porque te estimo, te lo regalo por el gusto de verte y de estar juntos; no pretendo pedir nada ni recibir nada, simplemente quiero darte un abrazo. Así ha sido Dios con nosotros: nos ha amado sin límites desde la creación del mundo sin más motivos que el amor, por pura benevolencia. Y así hemos de ser también nosotros con Él.

Al hablar del amor, San Bernardo nos explica de manera magistral lo que ha de ser la oración de alabanza: "El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar."

A la luz de todo lo dicho, vemos que la oración debe tener tres cualidades de las que no se oye hablar mucho: espontaneidad, libertad y gratuidad. Y estas tres cualidades son características de la oración de alabanza.

lunes, 10 de febrero de 2014

Dios es el amor por excelencia
Dios es el amor por excelencia. Lo que los hombres y mujeres llamamos amor, es un destello. 
Autor: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net



La costumbre sajona de que los jóvenes se escogieran como prometidos en este día, probablemente se basa en la creencia popular que encontramos relatada en la literatura de los tiempos de Chaucer, de que los pájaros comenzaban a formar pareja el día se San Valentín. El envío de tarjetas fue una evolución natural de la costumbre.

El día de San Valentín y todo el mes de febrero lo recordamos como el mes del amor y la amistad. El amor...¡qué se podrá decir del amor que no se haya dicho ya!.

En todas las artes, la literatura, la poesía, la música, la pintura, la escultura, etcétera, se habla del amor. Desde niños aún, brota en nuestro corazón el deseo de amar y ser amados.

Y llega el primer amor... y en él estamos más felices amando que siendo amados, embelesados en ese maravilloso sentimiento no nos cansamos de escribir el nombre de la persona amada en todos los cuadernos y papeles a nuestro alcance...

Luego llega el enamoramiento del noviazgo, amando y siendo correspondidos en nuestro amor, más tarde el amor en el matrimonio, más sosegado, más sereno, pero también mucho más pleno, de dos seres que se aman y se convierten en uno.

Y hay otros muchos amores, dignos y admirables: el que tuvo la Madre Teresa de Calcuta a sus pobres, el amor del sacerdote a su Iglesia, el amor del misionero a su entrega, el amor de las religiosas a los enfermos, a los niños desvalidos, muchos con capacidades especiales, a los ancianos. El amor de los padres buenos por sus hijos y el de los hijos por sus padres, el amor a la naturaleza, el amor al prójimo... Y no vamos a hablar en este espacio de lo que algunos jóvenes y parejas, quizá no tan jóvenes, abandonándose a sus pasiones, le dan el nombre de amor a algo que ni siquiera se le parece.

San Pablo nos dice: El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe. El amor no es egoísta, no se irrita. El amor no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra de la verdad. El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no acaba nunca (Cor. 13, 1-13). Los que aman así pueden decir que han conocido el VERDADERO AMOR.

Podemos hablar mucho sobre el amor y para llegar a su verdadera esencia, tenemos que llegar a Dios. Dios es amor

Dios es el amor por excelencia. Lo que los hombres y mujeres llamamos amor, es un destello, es un reflejo de esa plenitud amorosa que brota de nuestro Padre Dios. El Espíritu Santo es la conjunción del amor entre el Padre y el Hijo. Todo en Ellos es plenitud infinita.

También la AMISTAD es una forma de amar. La amistad es un don donde la confianza y la honestidad, llenan el alma de quién tiene la suerte de poseerla.

Durante este mes, "mes del amor y la amistad" recordemos al Mejor Amigo que nunca nos deja y nos acompaña en el camino. Recordemos al Amor, que dio su vida por ti y por mi ¡Qué mayor prueba del amor!

domingo, 9 de febrero de 2014

La Santa Misa: el Cielo en la Tierra.

Gracias obtenidas por asistir a la Santa Misa

1. La Misa es la continuación del Calvario.
2. Cada Misa vale tanto como la vida, sufrimientos y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ofrecidos en sacrificio.
3. La Santa Misa es el acto de desagravio más poderoso para expiar los pecados.
4. A la hora de la muerte, el consuelo más grande del alma consistirá de las Misas oídas en vida.
5. Cada Misa bien oída nos acompañará hasta el Tribunal Divino, suplicando perdón.
6. En la Santa Misa, según el fervor con que se asiste, se puede disminuir en grado mayor o menor, la pena temporal debida por los pecados.
7. Al asistir devotamente a la Santa Misa, se rinde el más grande homenaje a la Sagrada Humanidad de Nuestro Señor.
8. En la Santa Misa, Nuestro Señor Jesucristo ofrece expiación y desagravio por muchas omisiones y negligencias nuestras.
9. En la Santa Misa, Jesucristo perdona los pecados veniales que todavía no se han confesado. Además se disminuye el poder de Satanás sobre el alma.
10. Al asistir a la Santa Misa se proporciona a las almas del Purgatorio, el alivio más grande que sea posible.
11. Una Misa bien oída durante la vida, será de más provecho al alma, que muchas que se ofrecieran para su reposo después de la muerte.
12. Por asistir a Misa, el alma se preserva de peligros, desgracias y de calamidades, que de otro modo hubieran sucedido. Además, se abrevia o reduce la duración de su Purgatorio.
13. Cada Misa bien oída obtiene para el alma un grado más elevado de gloria en el Cielo.
14. En la Misa se recibe la bendición del sacerdote que Nuestro Señor ratifica en el Cielo.
15. En la Misa se arrodilla entre una multitud de los santos ángeles, que están presentes en actitud de profunda reverencia, durante el sacrificio adorable de la Santa Eucaristía.
16. En la Santa Misa se reciben bendiciones para todos los bienes y empresas temporales. 

Enfermos en misión

08 de feb de 2014
El martes, día 11, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo con la misa de las antorchas en la Catedral de Valencia, España, y comienza también una nueva experiencia de misión.
Coincidiendo con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, el próximo martes día 11, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Enfermo, que este año lleva por lema ‘Dar nuestra vida por los hermanos’.

En la diócesis de Valencia, ese mismo día 11 tendrá lugar, a las 20 horas, en la catedral de Valencia, la tradicional ‘misa de las antorchas’, que será presidida por el arzobispo de Valencia, Carlos Osoro.
Como cada año, tras la misa cientos de enfermos y discapacitados, con sus familiares, participarán en la procesión con cirios encendidos, a la que también están convocados grupos parroquiales, voluntarios y profesionales sanitarios de diversas ramas, así como los integrantes de la Hospitalidad Valenciana de Lourdes.
También, ese martes, día 11, dará comienzo la ‘Campaña del enfermo’, que culminará el día 25 de mayo, VI domingo de Pascua.

‘Enfermo en misión’

En la misma catedral se dará a conocer el proyecto ‘Enfermo en misión’, elaborado por la comisión diocesana de Pastoral de la Salud, con el objetivo de asignar a los enfermos una misión en la diócesis de Valencia: orar y ofrecer su dolor por todos.
“Se trata de valorar la dignidad de toda persona y descubrir y crear conciencia de su pertenencia a su parroquia o comunidad, como miembro activo de la Iglesia”, explica Concha Gramage, presidenta de la Pastoral de la Salud, que será la encargada de presentar el proyecto ‘El enfermo en misión’, en la Catedral de Valencia.
Para llevar a cabo esta iniciativa y facilitar al enfermo su misión de ofrecer su dolor y enfermedad por las vocaciones al sacerdocio, se ha editado un díptico con diversas oraciones y peticiones.
El díptico, que se ha distribuido en las parroquias y hospitales para que éstos los hagan llegar a los enfermos de la diócesis, incluye la oración del enfermo misionero, un texto del Evangelio, una acción de gracias, y una oración final por los enfermos.

El testimonio de David Gerónimo

«Muchos viven la diálisis como una condena, pero yo vi en la enfermedad una prueba de fe.»

David Gerónimo tenía tan solo 13 años cuando le diagnosticaron la enfermedad de Berger, una enfermedad renal crónica y auto-inmune que no tiene cura. A esa edad, el médico ya le dijo que tendría que buscar un riñón para él a largo plazo.
“Este acontecimiento fue un shock para mí, me llenó de miedos, incertidumbres y sufrimiento físico y espiritual. En ese momento no tenía una fe madura que pudiera sostenerme, pero Dios me estaba preparando para lo que tenía que venir más tarde”.
fuente: Paraula

Mensaje de confianza

El juicio de los hombres. 
El Maestro no se contenta en recibir con mansedumbre a los pobres pecadores; llega hasta el punto de asumir su defensa. Y ¿no es ésa, pues, su misión? ¿Él no se constituyó “nuestro abogado”?
Trajeron un día a su presencia a una desgraciada, sorprendida en flagrante acto de su pecado. La dura Ley de Moisés la condena formalmente; la culpable debe morir en el lento suplicio de la lapidación. Los escribas y fariseos, sin embargo, esperan impacientes la sentencia del Salvador. Si perdona, los enemigos le censurarán por despreciar las tradiciones de Israel. ¿Qué hará?
Una sola palabra saldrá de sus labios; y esta palabra bastará para confundir a los orgullosos fariseos y salvar a la pecadora: “El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la primera piedra”.
Respuesta llena de sabiduría y misericordia. Oyéndola, esos hombres arrogantes enrojecen de vergüenza. Se retiran confusos, unos después de otros; los viejos son los primeros en huir.
“Y Jesús quedó solo con la mujer”
Jesús le pregunta: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado? Ella responde:“Ninguno. Señor”. Y Jesús prosigue: “¡Pues Yo tampoco te condeno! ¡Vete y desde ahora no peques más”
 (De "El Libro de la Confianza", P. Raymond de Thomas de Saint Laurent) 
Comentario: 
¡Que sería de los pecadores si el juicio estuviera a cargo de los hombres! ¡Qué sería de nosotros, que hemos pecado, si nos juzgaran los hombres! Porque los hombres, todos los hombres, solemos ser implacables cuando se trata de sentenciar al hermano que ha pecado. No vemos todas las causas ni el corazón, pero igual dictamos sentencias durísimas, a veces justas, pero nunca misericordiosas.
En cambio el Señor, que es el Único que no tiene pecado y siente horror por él, y que también ve el corazón del pecador, y todas las causas y consecuencias del pecado, sabe perdonar.
Una vez el Señor en una revelación a una santa dijo que durante el tiempo de la Tierra Él perdonaba a todos, pues ya tendría tiempo de castigar en el Infierno, por toda la eternidad. Mientras tanto, mientras vivimos en este cuerpo mortal, todos somos perdonados por Dios, si acudimos a Él arrepentidos. ¡Y aunque los hombres nos juzguen y nos condenen, basta que no nos condene Dios!
Así que sea cual sea nuestro pecado, no tengamos miedo de Dios, sino vayamos a Él a pedirle perdón con confianza, sabiendo que Él siempre nos perdona. No le demos el gusto al diablo que quisiera que muramos con ese pecado en nuestra conciencia para llevarnos a su Infierno.
Vayamos a confesarnos con un sacerdote y saldremos de la confesión con el alma limpia, la sonrisa en los labios y la paz en el alma y el corazón.

viernes, 7 de febrero de 2014

Oraciones de la Virgen de Medjugorje

Oración por un enfermo, enseñada por la Reina de la Paz
El 22 de junio de 1985, la Virgen dictó a Jélena Vasilij esta oración por un enfermo. A este propósito la Virgen ha dicho: "Queridos hijos: ¡La oración más hermosa que podéis rezar por un enfermo es precisamente ésta!
La Virgen ha añadido a Jélena que el mismo Jesús la ha aconsejado. Jesús quiere que, durante el rezo de esta plegaria, tanto el enfermo como quien intercede por él se abandonen con confianza en las manos de Dios.
(Recitad tres veces el Gloria, antes de esta oración) 
“Oh, Dios mío, el enfermo que se encuentra ante Ti ha venido a exponerte su deseo, pidiéndote lo que juzga ser para él la cosa más importante. Dios mío, infunde Tú en su corazón este convencimiento: ¡Lo importante es que gocemos de salud en el alma! ¡Que se cumpla en todo, Señor, sobre él tu santa voluntad! Si quieres su curación, que se cure, pero si tu voluntad es otra, que siga llevando su cruz.
También te pido por cuantos intercedemos por él: purifica nuestros corazones para que seamos dignos de transmitir, por nuestro medio, tu divina misericordia. Señor, protégelo y alivia sus penas. Que se cumpla en él tu santa voluntad. Que sea revelado por su medio tu Santo Nombre. Ayúdale a llevar con valentía su cruz.”

Oración recomendada por la Santísima Virgen a los enfermos 
Jesús mío, sé que Tú me amas. Aquel a quien Tú amas está enfermo. Si es posible, pase de mí este cáliz de sufrimiento. Pero añado yo también aquello que Tú dijiste en el huerto de Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Fortaléceme y consuélame, Jesús mío. Madre nuestra, Virgen Santísima, Tú que curas a los enfermos, ruega por mí ante tu Santo Hijo. Amén. 

miércoles, 5 de febrero de 2014


¿Dudar de la fe?
¿Cómo es posible que Dios exista, y Dios prometa, y Dios premie, cuando vemos y experimentamos todo lo contrario? 
Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net

El Catecismo de la Iglesia Católica nos propone un punto de meditación sobre la fe que, más que una lección, parece una arenga. Viene a decirnos:
- ¡Vivan la fe, que es vivir ya la felicidad de la vida eterna! ¡No tengan miedo a las dudas de la fe, que se hace más fuerte cuanto es más probada! ¡Miren a la Virgen María, la más valiente porque fue la más probada en su fe!...

¿Es cierto eso de que en el Cielo no veremos más de lo que ahora creemos? Segurísimo. Y si ahora creemos y poseemos en fe lo que entonces veremos cara a cara cuando contemplemos a Dios tal como el Él, la diferencia entre esta vida y la venidera no es más que accidental: es cuestión solamente de detalle...

Lo que ahora vemos en espejo, resulta que ya lo poseemos dentro de nosotros. Somos tan ricos como lo seremos en el Cielo, como nos sigue diciendo el gran Catecismo:
- Por lo mismo, la fe es ya el comienzo de la vida eterna. Es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día.

¿No hay para entusiasmarse? ¿No hay para defender la fe hasta con las uñas y los dientes, si fuera preciso?...

Pero el Catecismo de la Iglesia Católica nos advierte prudentemente:
- La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.

No necesitamos discurrir mucho para dar la razón a estas palabras del Catecismo. Lo vemos cada día en muchos hermanos que sufren, y nosotros mismos experimentamos a veces esta duda y esta tentación. Son muchos los que se dicen:
- ¿Cómo es posible todo eso tan bonito de la vida futura, cuando vemos en el mundo tanto mal, y nosotros mismos somos víctimas de tantas dificultades? ¿Cómo es posible que Dios exista, y Dios prometa, y Dios premie, cuando vemos y experimentamos todo lo contrario? ¿No será todo una ilusión? ¿Cómo me puede amar Dios, si la realidad de cada día más parece una persecución que una providencia?...

San Vicente de Paúl sentía esta tentación contra la fe. Cuando le asaltaba la duda, se decía enérgico:
- ¡Creo! ¡Creo!...
Y acompañó sus palabras con un gesto expresivo. Escribió en un papel el Credo. Lo plegó, lo cosió dentro del bolsillo, y cuando el asaltaban las dudas, echaba la mano al bolsillo, apretaba el papelito misterioso, y, como decimos con nuestro lenguaje vulgar, el demonio de la duda tenía que huir con el rabo entre las patas...

Mirando la Biblia, contemplamos en el Antiguo Testamento al padre de todos los creyentes, a Abraham, del que nos dice San Pablo que creyó contra toda esperanza.

Si del Antiguo pasamos al Nuevo Testamento, nos sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica, contemplamos a María. ¡Quien lo iba a decir! María, la bendita Madre del Señor, fue también quien sufrió la prueba más terrible. Las sombras en la noche de la fe llegaron en María a una densidad aterradora.
- ¿El Hijo de mis entrañas, mi Jesús, del que me dijo el Angel que sería el Hijo del Altísimo, está ahora muerto y encerrado en un sepulcro, abandonado de sus discípulos, con sólo cuatros amigos y amigas impotentes a su alrededor?... Y, sin embargo, es Él, el Hijo de Dios, y yo espero verlo resucitado, aunque todas las apariencias estén en contra de su palabra...

Esto se decía María, modelo nuestro inigualable en la peregrinación de la fe.
Creyó ahora en el Calvario, igual que había creído que iba a ser madre permaneciendo virgen...

Nunca vio nada, y mereció de Dios por Isabel el mayor elogio de la fe:
- ¡Dichosa tú que has creído!...

Algunos desaprensivos dicen que Jesús puso al mismo nivel nuestro a María su Madre cuando elogió la fe de los creyentes, y cuando contestó a la mujer que bendecía los pechos que lo amamantaron. Muy al contrario, entonces Jesús tributó a María la máxima alabanza y la puso sobre todos los creyentes, pues nadie como María escuchó la Palabra y respondió tan fielmente como Ella. María fue doblemente Madre de Jesús: porque lo concibió en su seno y lo amamantó, y porque guardó la Palabra como nadie.

Hoy el católico, al ver criticada y perseguida su Iglesia, y triunfantes a su alrededor facciones llenas de errores, se halla en esa situación de María. ¿Habrá Cristo abandonado su Iglesia?... ¡Calma! Jesús aparenta estar muerto, pero está más vivo que nunca...

Ante los dos ejemplos de Abraham y María, seguidos por tantos que han sufrido pruebas mucho más duras que las nuestras, acaba diciéndonos el Catecismo de la Iglesia Católica con palabras de la carta a los Hebreos:
- Sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe.

Cuando hablamos de la tentación de la fe, no podemos menos de hablar así, valientemente, en plan de arenga, para entusiasmarnos. La conquista de la fe es a base de lucha, y sólo quien combate bien es condecorado..

CIC, 163-165. 1Cor. 13,12. 1Jn.3,2. 2Cor. 5,7. 1Cor. 13,12. Rom. 4,18. Mc. 3,31-35. Luc. 11,27-28. Hbr. 12,2.
MEDALLA DE SAN BENITO

La medalla de San Benito, propagada en todo el mundo hace más de 300 años, especialmente por los monjes benedictinos, es célebre por su eficacia extraordinaria en el combate contra el demonio y sus manifestaciones; en la defensa contra maleficios de todo género, contra enfermedades, especialmente las contagiosas, contra picaduras de serpientes y otros animales ponzoñosos; en la protección de animales domésticos, vehículos, etc.
Repetidas veces aprobada y alabada por los Papas, la medalla de San Benito, que une a la fuerza exorcizante de la Santa Cruz del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin duda muy indicada para los fieles católicos. 

LA IMAGEN DE LA CRUZ REPRESENTADA EN LA MEDALLA 

Basta al cristiano considerar brevemente la virtud soberana de la Cruz de Jesucristo, para comprender la dignidad de una medalla en la cual está representada.
La representación de la Cruz despierta en nosotros todos los sentimientos de gratitud para con Dios, por el beneficio de nuestra salvación.
La Cruz causa terror a los espíritus malignos, que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se apresuran en soltar su presa y huir. Así pues, nuestra medalla, que representa en primer lugar la imagen de la Cruz, está en perfecta armonía con la piedad cristiana, y ya sólo por este motivo es digna del mayor respeto. 

LA IMAGEN DE SAN BENITO REPRESENTADA EN LA MEDALLA 

La honra de figurar en la misma medalla junto con la imagen de la Santa Cruz fue concedida a San Benito con la finalidad de indicar la eficacia que tuvo en sus manos esta señal sagrada. San Gregorio Magno, que escribió la vida del Santo Patriarca, nos lo representa disipando con la señal de la Cruz sus propias tentaciones, y quebrando con la misma señal hecha sobre una bebida envenenada, el cáliz que la contenía, quedando así patente el perverso designio de los que habían osado atentar contra su vida. Cuando el espíritu maligno, para aterrorizar a los monjes, les hace ver el Monasterio de Montecasino en llamas, San Benito desvanece ese prodigio diabólico haciendo la misma señal de la Pasión del Salvador sobre las llamas fantásticas. Cuando sus discípulos andan interiormente agitados por las sugestiones del tentador, les indica como remedio trazar sobre el corazón la imagen de la Cruz. Por todo ello, es lícito concluir que era muy conveniente reunir en una sola medalla la imagen del santo Patriarca y la de la Cruz del Salvador.
Esto queda aún más claro al considerar que los dos grandes discípulos del siervo de Dios, San Plácido y San Mauro, cuando realizaban sus frecuentes milagros tenían la costumbre de invocar junto con el auxilio de la Santa Cruz, el nombre de su santo Fundador, y así consagraron, desde el principio, la piadosa costumbre expresada más tarde por la medalla. 

LOS CARACTERES QUE SE LEEN EN LA MEDALLA 

Además de las imágenes de la Cruz y de San Benito, la medalla trae también cierto número de letras , cada una de las cuales representa una palabra latina. Las diversas palabras reunidas tienen un sentido que manifiesta la intención de la medalla: expresar las relaciones que existen entre el santo Patriarca Benito y la Santa Cruz; y al mismo tiempo, poner al alcance de los fieles un medio eficaz de emplear la virtud de la Santa Cruz contra los espíritus malignos.
Esas letras misteriosas se encuentran dispuestas en la cara de la medalla en que está representada la santa Cruz. Examinemos, en primer lugar, las cuatro colocadas entre los brazos de dicha Cruz:
C            S
P            B
Significan: Cruz Sancti Patris Benedicto; en castellano, Cruz del Santo Padre Benito. Esas palabras explican el fin de la medalla.
En la línea vertical de la Cruz se lee:
C
S
S
M
L
Lo que quiere decir: Cruz sacra sit mihi lux; en castellano, La Cruz sagrada sea mi luz.
En la línea horizontal de la misma Cruz, se lee:
N. D. S. M. D.
Lo que significa: Non draco sit mihi dux; en castellano, No sea el dragón mi guía.
Reuniendo esas dos líneas se forma un verso pentámetro, mediante el cual el cristiano expresa su confianza en la Santa Cruz, y su resistencia al yugo que el demonio querría imponerle.
Alrededor de la medalla existe una inscripción más extensa, que presenta en primer lugar el santísimo nombre de Jesús, expresado por el monograma bien conocido: I. H. S. (En el modelo más conocido de la Medalla de San Benito el monograma I. H. S. fue reemplazado por el lema benedictino PAX; en castellano, Paz). Vienen después, de derecha a izquierda, las siguientes letras:
V. R. S. N. S. M. V. S. M. Q. L. I. V. B.
Estas iniciales representan los dos versos siguientes:
Vade retro satana; nuncuam suade mihi vana
Sunt mala quae libas; ipse venena bibas.
En castellano: Apártate, satanás; nunca me aconsejes tus vanidades, la bebida que ofreces es el mal: bebe tú mismo tus venenos.
Tales palabras se supone que fueron dichas por San Benito: las del primer verso, con ocasión de la tentación que sintió y de la cual triunfó haciendo la señal de la Cruz; las del segundo verso, en el momento en que sus enemigos le presentaron una bebida mortífera, hecho que puso al descubierto bendiciendo con la señal de la vida el cáliz que la contenía.
El cristiano puede utilizar estas palabras cuantas veces fuere asaltado por tentaciones e insultos del enemigo invisible de nuestra salvación. El mismo Jesucristo Nuestro Señor santificó las palabrasVade retro, satana –Apártate, satanás– y su valor es cierto, una vez que el propio Evangelio nos lo asegura. Las vanidades que el demonio nos aconseja son las desobediencias  a la ley de Dios, las pompas y falsas máximas del mundo. La bebida que el ángel de las tinieblas nos presenta es el pecado, que da muerte al alma. En vez de aceptarla, devolvámosle tan funesto presente, ya que él mismo lo escogió como herencia suya.
Basta que alguien pronuncie con fe tales palabras, para sentirse inmediatamente con fuerzas para arrostrar todas las embestidas del infierno. Aun cuando no conociéramos los hechos que demuestran hasta qué punto satanás teme esa medalla, la simple consideración de lo que representa y expresa, bastaría para que la consideráramos una de las más poderosas armas que la bondad de Dios puso a nuestro alcance contra la malicia diabólica. 

Si quiere saber más sobre la medalla de San Benito, visite:www.santisimavirgen.com.ar/medalla_san_benito.htm

Tomado de "El Testigo Fiel"

No usar a Dios y al pueblo

03 de feb de 2014
No usar a Dios y al pueblo para defenderse en los momentos de dificultad, decía el Papa hoy en Santa Marta
Comentando la actitud del rey David ante la traición del hijo Absalón, el Papa Francisco exhortó esta mañana en la misa en la Casa de Santa Marta a elegir siempre el camino de la confianza en Dios. 

El rey David huye porque su hijo Absalón lo ha traicionado. El Santo Padre centró su homilía en la Primera lectura, tomada del Segundo Libro de Samuel, que narra de esta “gran traición” y de sus consecuencias. David está triste porque “también el pueblo” estaba con el hijo en contra del rey. Y siente “como si este hijo estuviese muerto”. Pero “¿cuál es, entonces, la reacción de David ante esta traición del hijo?”. El Pontífice indicó tres actitudes. Ante todo, David, “hombre de gobierno, toma la realidad como es y sabe que esta guerra será muy” dura y “que habrán muchos muertos”. Por lo tanto, “toma la decisión de no hacer morir a su pueblo”. Él, observó el Papa, “podía luchar en Jerusalén contra las fuerzas de su hijo”, pero decide que Jerusalén no sea destruida:
“David, ésta es la primera actitud, para defenderse no usa a Dios ni a su pueblo, y esto significa el amor de un rey por su Dios y su pueblo. Un rey pecador – conocemos la historia – pero también un rey con este amor tan grande: era tan apegado a su Dios y tan apegado a su pueblo y para defenderse no usa ni a Dios ni a su pueblo. En los malos momentos de la vida ocurre que quizás en la desesperación uno busque defenderse como puede y también usar a Dios y usar a la gente. Él no, la primera actitud es ésta: no usar a Dios y a su pueblo”.
Entonces David elige huir. Su segunda actitud es “penitencial”. Sube al monte “llorando”, caminando “con la cabeza cubierta y los pies descalzos”. Y toda la “gente que estaba con él tenía la cabeza cubierta y, subiendo, lloraba”. Es verdaderamente “un camino penitencial”. “Quizás – fue la reflexión del Obispo de Roma – en su corazón había pensado muchas cosas terribles, muchos pecados, que había cometido”, piensa no ser “inocente”. Piensa también que no sea justo que el hijo lo traicione, pero reconoce no ser un santo y “elige la penitencia”:
“Esta subida al monte nos hace pensar en esa otra salida de Jesús, también Él adolorido, descalzo, con su cruz subía el monte. Esta actitud penitencial. David acepta estar de luto y llora. Nosotros, cuando en nuestra vida nos pasa algo así buscamos siempre – es un instinto que tenemos – justificarnos. David no se justifica, es realista, busca salvar el arca de Dios, su pueblo, y hace penitencia por ese camino. Es un grande: un gran pecador y un gran santo. Como van juntas estas dos cosas… ¡Dios lo sabe!”.
En el camino, agregó el Papa, aparece otro personaje: Simei, que lanza piedras contra David y contra todos sus siervos. Es un “enemigo” que va maldiciendo a David. Uno de los amigos del rey afirma, por lo tanto, querer matar a este “desgraciado”, este “perro muerto”. Pero David lo detiene: “en vez de elegir la venganza contra tantos insultos, escoge confiarse en Dios”. Es más, dice dejar que Simei lo maldiga porque “se lo ha ordenado el Señor”. Y agrega: “Él siempre sabe aquello que ocurre, el Señor lo permite”. "Quizás - piensa David - el Señor mirará mi aflicción y me hará del bien en lugar de la maldición de hoy". La tercera actitud de David es entonces el confiarse en el Señor. El comportamiento de David, observó Francisco, también nos puede ayudar, “porque todos nosotros pasamos en la vida” por momentos de oscuridad y de prueba. He aquí entonces las tres actitudes de David: “No negociar a Dios” y “nuestra pertenencia”; “aceptar la penitencia y llorar sobre nuestros errores”; finalmente “no buscar, nosotros, hacer justicia con nuestras manos, sino confiarnos en Dios”: 
“Es hermoso sentir esto y ver estas tres actitudes: un hombre que ama a Dios, ama a su pueblo y no lo negocia; un hombre que se siente pecador y hace penitencia; un hombre que es seguro de su Dios y se confía en Él. David es un santo y nosotros lo veneramos como santo. Pidámosle que nos enseñe estas actitudes en los momentos malos de la vida”. 

martes, 4 de febrero de 2014

DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Las PROMESAS hechas por el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita, son las siguientes:
1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
2º Daré paz a sus familias.
3º Las consolaré en todas sus aflicciones.
4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.
7º Las almas tibias se harán fervorosas.
8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.
10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.
11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
Estas promesas expresan, mejor que otra cosa, el deseo ardiente que Nuestro Señor tiene de ser amado; que se conozcan los tesoros de su Corazón y las gracias que con abundancia derrama sobre los que trabajan por su gloria.
Santa Margarita María escribió: “Si se entendiese cómo Jesucristo desea que se propague esta devoción, todos los cristianos, por muy poco piadosos que fuesen, la practicarían. Puesto que inmensos son los tesoros que el Sagrado Corazón derrama sobre aquellos que se ocupan en hacer conocer esta devoción. Yo no conozco ejercicio de devoción más apto para elevar en breve tiempo a un alma a la más alta perfección que el culto del Sagrado Corazón”.
Dulce será morir después de haber practicado una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón.

Condición general para participar de todas estas promesas es la de ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón, o sea amarle, honrarle y trabajar cuanto fuese posible, para glorificarle, ensalzarle, teniendo aún expuesta su imagen.
En las promesas los tesoros de gracias están asegurados a todos los devotos del Sagrado Corazón cualquiera sea su estado; puesto que Jesús quiere ser amado por todos los hombres, ninguno está excluido de aquel océano de Misericordia.

LA GRAN PROMESA

Además de estas once promesas muy queridas al cristiano, hay una más, hecha en el 1674. Es laduodécima y es la comúnmente llamada la “Gran Promesa” porque es un resumen de todas las demás. Y es la siguiente: Margarita... –así le habló Jesús– Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos... la gracia de la Penitencia final; ellos no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón refugio seguro en aquella hora postrera.
El sentido de esta Promesa es el siguiente: “Los que comulgaren el primer Viernes del mes, por nueve meses seguidos, con las debidas disposiciones, obtendrán con seguridad la gracia de la perseverancia final”. Por lo tanto, los que se esforzaren en satisfacer las condiciones requeridas, están moralmente seguros de su eterna salvación.
Nuestro Señor a todos los que comulgaren el primer viernes del mes, por nueve meses seguidos, y con las debidas disposiciones, promete:
1) La gracia de no morir en pecado mortal, o sea de morir en estado de gracia y por lo tanto salvarse.
2) La gracia de la perseverancia final, o sea de borrar con la penitencia los propios pecados, y a complemento de esto siguen las palabras: “ellos no morirán en mi desgracia”.
3) Que no morirán sin recibir los Sacramentos, esto debe entenderse que no morirán sin los Sacramentos, si tendrán de ellos absoluta necesidad; por lo tanto si se hallasen en estado de pecado mortal, asegura que les proporciona medios para hacer una buena confesión; y en caso de muerte repentina, cuando sea necesario, sabrá a lo menos inducirlos a un acto de contrición perfecta para devolverle la amistad de Dios.
4) De ser su seguro refugio en los últimos momentos de la vida.
Quien, pues, ejecuta cuanto Jesucristo manda, puede estar moralmente seguro de salvarse.
Para conseguir el fin de la Gran Promesa es necesario:
1) Hacer nueve Comuniones, y para quien está seguro de hallarse en estado de gracia, no son necesarias nueve Confesiones, pero sólo nueve Comuniones bien hechas. Quien hiciere o hubiese hecho solamente cierto número de Comuniones no podría alcanzar el fin.
2) En los primeros viernes del mes. No se puede diferir para otro día de la semana, por ej. el Domingo o en otro viernes que no sea el primer viernes del mes. Ninguna condición nos puede dispensar de esto. No el olvido, no la imposibilidad de confesarnos; no porque impedidos por la enfermedad u otra causa. Ni el mismo Confesor no puede cambiar el día o permitir su interrupción, porque la Iglesia no ha concedido esta facultad a nadie.
3) De hacerse por nueve meses consecutivos, y quien la dejara por tan solo un mes, no estaría en regla; y si la hubiese dejado aún involuntariamente debería empezar nuevamente.
Aunque teólogos autorizados digan que tratándose de causa realmente grave, se pueda considerar la interrupción como si no hubiera sucedido, nosotros decimos que quien ama verdaderamente al Corazón de Jesús y quiere asegurarse su suerte eterna, cumple generosamente lo que el Divino Maestro pide, sin ir en busca de muchas dispensas.
4) Con las debidas disposiciones. Aquí el Catecismo nos dice que para hacer una buena Comunión son necesarias tres cosas: 1ª, estar en gracia de Dios; 2ª, estar en ayunas desde una hora antes de comulgar; 3ª, saber lo que se va a recibir y acercarse a comulgar con devoción, y añade que:quien recibe un Sacramento de los vivos sabiendo de no estar en gracia de Dios, comete pecado gravísimo de sacrilegio, porque recibe indignamente una cosa sagrada. Pues la Comunión sacrílega antes bien que honrar, desprecia al Corazón de Jesucristo; y no consigue con toda seguridad el fin. Puesto que no sea necesario un fervor extraordinario, precisa que las Comuniones honren al Divino Corazón, o sea que sean hechas en gracia de Dios.
Otra disposición es la intención de reparar al Corazón de Jesucristo por las continuas injurias que recibe en el Santísimo Sacramento de amor y de conseguir el fruto de la Gran Promesa.
La intención necesaria para conseguir el fin de la Gran Promesa alcanza formularla una vez al principio para las nueve Comuniones, con tal que siga con la misma intención hasta el fin.
Es pues, cosa muy buena renovar la intención cada vez. La práctica de los nueve primeros viernes, puede empezarse en cualquier mes.
Para las personas que comulgan diariamente, alcanza poner la intención de hacer también ellos las nueve Comuniones reparadoras a este fin.
Terminada esta piadosa práctica, es excelente cosa repetirla para toda la vida. Para esto alcanza poner la intención, una vez para siempre, de volver a empezar como se haya terminado.

Para consagrarnos al Sagrado Corazón de Jesús, podemos rezar el Acto de Consagración que hizo de sí Santa Margarita María al Divino Corazón de Jesús, y es muy bueno que lo repitamos todos los días de nuestra vida, y es el siguiente:

Yo, N. N., me dedico y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo; le entrego mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no querer ya servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Ésta es mi irrevocable voluntad: pertenecerle a Él enteramente y hacerlo todo por amor suyo, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda disgustarle.
Te tomo, pues, Corazón divino, como único objeto de mi amor, por protector de mi vida, seguridad de mi salvación, remedio de mi fragilidad y mi inconstancia, reparador de todas las faltas de mi vida, y mi asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y desvía de mí los rayos de su justa indignación. Corazón amorosísimo, en ti pongo toda mi confianza, porque, aun temiéndolo todo de mi flaqueza, todo lo espero de tu bondad. Consume, pues, en mí todo cuanto pueda disgustarte o resistirte. Imprímase tu amor tan profundamente en mi corazón, que no pueda olvidarte jamás, ni verme separado de ti. Te ruego encarecidamente, por tu bondad que mi nombre esté escrito en ti. Ya que quiero constituir toda mi dicha y toda mi gloria en vivir y morir llevando las cadenas de tu esclavitud. Así sea.

Dice Jesús: La Consagración puede reducirse a un pacto: a aquel que Yo pedí a mi primer apóstol de España, Bernardo de Hoyos, y antes, en términos equivalentes, a mi sierva Santa Margarita:Cuida tú de mi honra y de mis cosas; que mi Corazón cuidará de ti y de las tuyas. 
Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío

lunes, 3 de febrero de 2014

El trabajo humilde de Dios
Donde hay mucho ruido la acción de Dios no encuentra caminos para llegar a los corazones.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net



El mundo ama los aplausos, los reflectores, los ruidos, los niveles de audiencia. El mundo quiere victorias fáciles y deslumbrantes. El mundo ensalza humos vacíos.

El modo de trabajar de Dios es muy diferente. Escoge formas sencillas, humildes, cercanas, íntimas. Busca servidores abnegados y alegres, asequibles y cercanos, amantes del silencio fecundo.

Por eso donde hay mucho ruido la acción de Dios no encuentra caminos para llegar a los corazones. Su gracia llama, discretamente, a la puerta de los corazones, y luego espera.

Sorprende ese modo humilde de la acción divina. Tan humilde que nació en un pueblo de pobres y vivió entre los pobres. Tan humilde que dialogaba con los sabios sin deslumbrarles. Tan humilde que aceptó morir entre los malhechores. Tan humilde que sigue presente, en silencio, en miles de sagrarios.

En un mundo de mensajes y de "amigos", de fotos y de textos, de músicas y de aplausos, el trabajo humilde de Dios pasa, para muchos, desapercibido. Pero no para quien se deja tocar por su ternura y le permite entrar en la propia casa para cenar y hablar juntos (cf. Ap 3,20).

Un servicio ofrecido a unos hombres cansados y hambrientos, unas brasas y unos peces junto a la orilla (cf. Jn 21). Así de sencillo y así de cercano. El mismo servicio que millones de pecadores, en cualquier momento, podemos recibir al invocar el don de la misericordia en el sacramento de la confesión, y el don del Pan que da la vida en la Eucaristía.

VISITAS