viernes, 29 de enero de 2016

En el Año de la Misericordia recemos la Coronilla.

El Señor le dedicó 14 revelaciones:
“Por el rezo de este Rosario, me complace dar todo lo que me pidan. Quien lo rece, alcanzará gran Misericordia en la hora de su muerte. Aunque sea un pecador empedernido, si reza este Rosario, aunque sea una sola vez, logrará la gracia de mi infinita Misericordia”.
“Cuando los pecadores recen este Rosario, llenaré sus almas de tranquilidad, y será feliz la hora de su muerte. No les afectará el temor. Mi Misericordia les amparará en esta última lucha”.
“Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo"
"Cuando recen este Rosario al lado del moribundo, me pondré entre el Padre y el alma moribunda, no como justo Juez, sino como Redentor Misericordioso".
"A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte".
"Hija mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado. A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo que Me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz".
“Los Sacerdotes ofrezcan este Rosario a los pecadores, como el último socorro”.
"Oh, ¡qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla. Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la Coronilla. Anota estas palabras, hija Mía, habla al mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos".

MODO DE REZAR LA CORONILLA:

Se reza con un rosario común.
Cada día reza un Padrenuestro, Avemaría y Credo, y luego con las cuentas del Santo Rosario:
Reza 5 decenas. Comienza cada decena así:
“Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero”.
Sigue e implora al Padre Eterno 10 veces, en cada decena: “Por su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Al final, repite 3 veces:
“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten Piedad de nosotros y del mundo entero”.
Y después, es bueno terminar con una Salve a la Virgen:
SALVE.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

miércoles, 27 de enero de 2016


Tu Palabra me da vida Señor, ¡en ella esperaré!
Porque la Palabra de Dios es siempre eficaz y ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras. 

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net

Hay una escena, en el libro de Ezequiel, que es de las más espectaculares de toda la Biblia y que podríamos llamar: La danza de la muerte. ¿Qué significado tiene una visión tan grandiosa?

Todo se va a cifrar en la escucha de la Palabra de Dios y en la fidelidad a la misma. Pero Dios le dice esto al profeta y a todo Israel no con un discurso, sino con esta página inolvidable.

El pueblo de Judá, vencido por los caldeos, había sido transportado cautivo a Babilonia. Ya no existía como nación. Humanamente hablando, se habían perdido todas las esperanzas de sobrevivir a aquella catástrofe. Y así se lo hizo ver Dios a Ezequiel, desterrado también, pero que animaba a sus compatriotas a no desesperar. Dios estaba sobre tanta desgracia...

Dios le representó el pueblo judío a Ezequiel como un campo inmenso, en aquellas llanuras de Caldea, lleno de huesos resecos, esparcidos por doquier. Huesos y huesos a montones. Y Dios le pregunta, como si Él mismo fuera escéptico:
- Ezequiel, ¿tú crees que estos huesos pueden llegar a tener vida?
- ¡Oh Señor, eso lo sabes tú!
- A ver, ¡háblales! Profetízales en mi nombre.
Ezequiel obedece. Les habla. Y los huesos empiezan a removerse, a buscarse un hueso a otro, hasta encontrar las junturas convenientes. Al cabo de poco, todos los huesos formaban un ingente montón de esqueletos. Y de nuevo la palabra de Dios:
- Ezequiel, ¿tú crees que estos esqueletos pueden llegar a vivir? ¡Háblales de nuevo!...
El profeta lo hace. Y ve cómo los huesos empiezan a cubrirse de tendones, de carne, de músculos, de piel... Pero solamente eran cadáveres. Cuerpos muertos del todo. Aunque sigue insistiendo Dios:
- Ezequiel, ¿crees tú que pueden revivir estos cadáveres? ¿que el espíritu regrese a ellos?... Si te parece que esto es lo más difícil, inténtalo, ¡háblales de nuevo!

Lo hace el profeta, y ve cómo aquellos cadáveres se levantan, se ponen de pie, igual que un ejército de hombres robustos y de mujeres hermosas, rebosantes todos de vida en plena juventud.

¿Qué le significaba Dios a Ezequiel con una visión tan grandiosa? Solamente esto:
que Israel, al escuchar la Palabra de Dios, al obedecerle, se vería restaurado; que se acabaría el destierro; que volvería a ser la nación escogida; que disfrutaría de las promesas hechas desde Abraham hasta David y Salomón; que dejaría de ser un pueblo muerto, para volver a ser el Pueblo de Dios, lleno de vida.

Muy bien. Pero, para nosotros, ¿qué puede significar hoy una escena como ésta?

La Iglesia, nuevo y definitivo Israel de Dios, vive de la Palabra de Dios, de los Sacramentos, de la oración, de todo lo que Dios le ha preparado, como un banquete espléndido, para que coma, para que se alimente, para que se robustezca.

De este modo, bien alimentada, nunca llegará a ser un pueblo muerto, sino que será siempre el Pueblo de Dios lleno de vida, de robustez, de salud a toda prueba.

Ahora, sin embargo, no miramos ni los Sacramentos, ni la oración, ni cualquier otro medio de vida cristiana. Nos fijamos solamente en la Palabra de Dios, como alimento de nuestra de vida divina y como resucitadora de los que han muerto a la Gracia.

¿Por qué el Pueblo de Israel había sucumbido a sus enemigos y murió como nación? Por su infidelidad a la Palabra que Dios le transmitía siempre por sus profetas. Ni leía los rollos de la Ley, ni hacía caso a los enviados de Dios.

Al haber muerto, ¿cómo recobró la vida de antes? Escuchando fielmente la Palabra y haciendo caso a la Ley que le exponían los profetas.

Una vez más --y serán otras más las que le sigan--que nos encontramos con un tema tan entrañado como el de la Palabra de Dios, contenida tanto en la Sagrada Biblia como en la predicación viva de la Iglesia. La Palabra, tan importante en el culto y tan importante en la vida personal y privada de cada uno de los cristianos. Con la escucha de la Palabra nos mantenemos en la fidelidad a Dios. Con tal que esa escucha sea viva, eficaz, y que sepa traducirse a las acciones de la vida diaria. Los judíos que fueron al destierro castigados sabían muy bien la Biblia y oían a los profetas. Pero la Palabra --como dirá después Jesús en su Evangelio-- caía en el camino duro o entre piedras y espinas y no producía fruto alguno, sino que más bien se convertía en acusadora de los oyentes.

La Iglesia, como tal, nunca fallará. Pero pueden fallar muchos hijos de la Iglesia. Los que se alejan, y mueren a la vida de Dios que recibieron en el Bautismo, recobran la vida cuando atienden a la Palabra, leída con avidez en la Biblia o escuchada dócilmente en la Iglesia.

Porque la Palabra de Dios es siempre eficaz y ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras..

La Palabra, es seguridad de salvación.

Convertirse en apóstol de la Palabra, es llevar la paz y la salvación de Dios al hermano.

Nosotros amamos la Biblia, y escuchamos también la palabra de la Iglesia como Palabra del mismo Dios. Por eso cantamos con fe:
- Tu Palabra me da vida, confío en ti, Señor. Tu Palabra es eterna: ¡en ella esperaré!....

Agradecidos con Dios.

La verdad es que SIEMPRE debemos ser agradecidos con Dios. Lo dice la liturgia, que es necesario dar gracias a Dios siempre y en todo lugar. Y efectivamente ésta es una gran verdad que poco meditamos, y que menos aún llevamos a la práctica.
Porque todo lo que Dios nos manda es por su bondad, y si permite algún mal en nuestras vidas, será también un designio de su amor y misericordia, que si no lo entendemos mientras vivimos en este mundo, sí quedará patente en el mundo venidero.
¡Cuánto valora Dios el que le demos gracias!
Si sabemos dar gracias a Dios, entonces tendremos mucha influencia amorosa sobre el Corazón divino, pues Dios no se deja ganar en generosidad, y sabe premiar la fe y confianza de un hijo agradecido.
¡Cuántas veces hacemos algún favor, evitamos un mal a alguien o salimos en su defensa, y esa persona a veces ni se percata del mal de que la libramos, o incluso no en pocas ocasiones toma el bien realizado, como un mal hacia ella!
Es la precariedad de la vida humana, y Don Bosco lo expresó claramente en esta magistral frase suya: “¡Ay de quien trabaja esperando el pago del mundo!, el mundo es mal pagador y paga siempre con la ingratitud. Trabaja por amor a Jesucristo.”
También nos pasa con Dios, que dispone todo lo nuestro de modo divino, y a veces a nosotros nos parece que obra en nuestra contra, que Dios es malo, o que quiere nuestra ruina.
Dios es bueno, infinitamente bueno, y está en nosotros creer firmemente esta verdad para no juzgar a Dios ni volvernos malos y huraños por los reveses de la vida.
En el Cielo podremos agradecer a Dios el primoroso camino por el que nos fue llevando. Pero ya que somos católicos y decimos tener fe, demostrémosla creyendo en la bondad infinita de Dios y en su Inteligencia perfecta, y démosle gracias ya desde ahora, siempre y en todo lugar, porque es nuestra salvación el dar gracias a Dios.
Pensemos en estas cosas y recordemos el milagro de aquellos diez leprosos curados por Jesús, de los cuales sólo uno volvió a darle gracias. Pero Jesús premió a este hombre agradecido, con la curación total, con la salvación completa de cuerpo y alma.
¡Qué bueno es ser agradecidos con Dios!, porque solemos dar gracias al que nos barre la vereda, al que nos ayuda en algo, ¿y no daremos gracias a Dios, que nos mantiene en la existencia, que nos da todo, y que dispone todas las cosas y personas que debemos encontrar, para adelantar en la virtud y así hacer méritos para alcanzar el Paraíso?
Cuando nos sucede algo malo, o muy malo, quizás en el momento, y hasta después de un tiempo, quedamos como atolondrados y no sabemos dar gracias a Dios. Pero cuando pase un tiempo largo, o quizás en la otra vida, comprobaremos que lo que Dios dispuso para nosotros fue todo por amor, y entenderemos muchas cosas que en este mundo están veladas para nosotros.
Demos, entonces, el salto de la fe, pues si sabemos que las cosas son así, que Dios dispone todo por amor a nosotros, tratemos de dar gracias ya siempre al Señor y vivamos contentos porque Dios nos ama. Nadie nos ama más que Dios, pues su amor por nosotros es infinito, aunque el diablo nos quiera hacer creer lo contrario.
Seamos agradecidos con Dios y entonces sí que veremos milagros grandiosos en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos.

domingo, 24 de enero de 2016

Bendita seas Madre Teresa, nos honra tu eterno servicio, incansable amor y humilde entrega a los pobres más pobres.

Enséñanos a SERVIR, a AMAR y a PERDONAR sin límites!




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CADA OBRA DE AMOR, LLEVADA A CABO CON TODO EL CORAZÓN, SIEMPRE LOGRARÁ ACERCAR A LA GENTE A DIOS.


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NO DEBEMOS PERMITIR QUE ALGUIEN SE ALEJE DE NUESTRA PRESENCIA SIN SENTIRSE MEJOR Y MÁS FELIZ.
   
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«EN LA NOCHE, AL MOMENTO DE ACOSTARSE, PREGÚNTENSE: "¿QUÉ HE HECHO YO HOY A JESÚS? ¿QUÉ HE HECHO YO HOY A JESÚS? ¿QUÉ HE HECHO HOY CON JESÚS?". LES BASTARÁ SIMPLEMENTE MIRAR SUS MANOS. ESTE ES EL MEJOR EXAMEN DE CONCIENCIA».

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«LA ORACIÓN SIGNIFICA PARA MÍ LA POSIBILIDAD DE UNIRME A CRISTO LAS 24 HORAS DEL DÍA PARA VIVIR CON ÉL, EN ÉL Y PARA ÉL. SI ORAMOS, CREEMOS. SI CREEMOS, AMAREMOS. SI AMAMOS, SERVIREMOS».
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«ES IMPOSIBLE COMPROMETERSE EN UN APOSTOLADO DIRECTO, SI NO ES DESDE UNA AUTÉNTICA ORACIÓN. DEBEMOS TRATAR DE SER UNO CON EL PADRE. NUESTRA ACTIVIDAD NO SERÁ VERDADERAMENTE APOSTÓLICA SI NO LE PERMITIMOS OBRAR EN NOSOTROS, A TRAVÉS DE NOSOTROS, GRACIAS A SU PODER, A SUS PLANES Y A SU AMOR».

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«LA ALEGRÍA ES ORACIÓN, LA SEÑAL DE NUESTRA GENEROSIDAD, DE NUESTRO DESPRENDIMIENTO Y DE NUESTRA UNIÓN INTERIOR CON DIOS».

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«EL QUE NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR».


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LO IMPORTANTE NO ES LO QUE HACEMOS, SINO CÓMO LO HACEMOS, CUÁNTO AMOR, SINCERIDAD Y FE PONEMOS EN LO QUE REALIZAMOS.

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«LA GRANDEZA DE MARÍA PROVIENE JUSTAMENTE DE SU HUMILDAD. Y ERA HUMILDE PORQUE PERTENECÍA A DIOS POR COMPLETO, ESTABA EN DISPONIBILIDAD PARA LO QUE ÉL QUISIERA PEDIRLE».
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«EL ABANDONO TOTAL EN DIOS CONSISTE EN DARSE A DIOS EN FORMA PLENA, PORQUE ÉL SE DIO A NOSOTROS PRIMERO. Y DEBEMOS ENTREGARNOS DE MANERA ABSOLUTA SI QUEREMOS RESPONDER A LA MAGNITUD DE SU ENTREGA HACIA NOSOTROS. SÓLO SI RENUNCIO A MÍ MISMA PUEDO LLEVAR A DIOS A VIVIR EN MÍ».
«CUANDO RENUNCIO OFREZCO MI LIBRE VOLUNTAD, MI RAZÓN, MI PROPIA VIDA. Y TODO POR AMOR, YA QUE CUANTO MÁS RENUNCIAMOS A NOSOTROS MISMOS, MÁS PODEMOS AMAR A DIOS Y A LOS HOMBRES».

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«"SERÉ SANTO" QUIERE DECIR: ME DESPOJARÉ DE TODO CUANTO NO ES DIOS. DESPOJARÉ MI CORAZÓN Y LO VACIARÉ DE TODA COSA CREADA; VIVIRÉ EN LA POBREZA Y EN EL DESPRENDIMIENTO. RENUNCIARÉ A MI VOLUNTAD, A MIS INCLINACIONES, A MIS SUEÑOS Y A MIS FANTASÍAS Y ME CONVERTIRÉ EN UN ESCLAVO VOLUNTARIO DE DIOS».
«NUESTRO IDEAL NO PUEDE SER NADA DISTINTO DE JESÚS. DEBEMOS PENSAR COMO ÉL PIENSA, AMAR COMO ÉL AMA, DESEAR COMO ÉL DESEA. DEBEMOS PERMITIRLE QUE DISPONGA Y SE SIRVA TOTALMENTE DE NOSOTROS».
JESÚS QUIERE QUE SEAMOS SANTOS COMO SU PADRE. PODEMOS LLEGAR A SER GRANDÍSIMOS SANTOS CON SÓLO QUERERLO. LA SANTIDAD NO ES UN LUJO PARA UNOS POCOS, SINO UNA SENCILLA OBLIGACIÓN TAMBIÉN PARA TI Y PARA MI».
«HEMOS DE PROCURAR SER SANTOS NO PORQUE QUERAMOS SENTIRNOS SANTOS, SINO PORQUE CRISTO DEBE PODER VIVIR PLENAMENTE SU VIDA EN NOSOTROS».

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«EL ABORTO MATA LA PAZ DEL MUNDO...ES EL PEOR ENEMIGO DE LA PAZ, PORQUE SI UNA MADRE ES CAPAZ DE DESTRUIR A SU PROPIO HIJO, ¿QUÉ ME IMPIDE MATARTE? ¿QUÉ TE IMPIDE MATARME? YA NO QUEDA NINGÚN IMPEDIMENTO».
«POR FAVOR NO MATÉIS A LOS NIÑOS, YO LOS QUIERO. CON MUCHO GUSTO ACEPTO TODOS LOS NIÑOS QUE MORIRÍAN A CAUSA DEL ABORTO».
«EL ABORTO EMPOBRECE A LA GENTE DESDE EL PUNTO DE VISTA ESPIRITUAL; ES LA PEOR POBREZA Y LA MÁS DIFÍCIL DE SUPERAR».

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«SEAMOS FIELES EN LAS COSAS PEQUEÑAS, PORQUE AHÍ ESTARÁ NUESTRA FORTALEZA. MIREMOS EL EJEMPLO DE LA LÁMPARA QUE ARDE CON EL APORTE DE PEQUEÑAS GOTITAS DE ACEITE, Y SIN EMBARGO DA MUCHA LUZ. LAS GOTITAS DE ACEITE DE NUESTRAS LÁMPARAS SON LAS COSAS PEQUEÑAS QUE REALIZAMOS DIARIAMENTE: LA FIDELIDAD, LA PUNTUALIDAD, LAS PALABRAS BONDADOSAS, LAS SONRISAS, NUESTRA ACTITUD AMOROSA HACIA LOS DEMÁS».
«EMPIEZA TRANSFORMANDO TODO LO QUE HACES EN ALGO BELLO PARA DIOS».
«EL QUE NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR».

Divino Niño Jesús - Promesa

En el año 1636 Nuestro Señor le hizo a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento una promesa que se ha hecho muy famosa: “Todo lo que quieras pedir, pídemelo por los méritos de mi infancia, y tu oración será escuchada”.
Los Padres Carmelitas y las Hermanas Carmelitas, siguiendo el ejemplo de sus santos fundadores, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, se han propuesto propagar donde quiera que llegan la devoción al Milagroso Niño Jesús, que consiste en honrar los 12 primeros años de Jesús en la tierra, los años de su infancia, y por los méritos que Jesús ganó en sus 12 años de niñez, pedir a Dios todos los favores que necesitamos.
Muchísimos devotos en el mundo entero han hecho el ensayo de pedir favores a Dios por los méritos de la infancia de Jesús, y han obtenido favores admirables.
Madre, danos tu mirada!
Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce, de su mirada llena de compasión y cuidado. 

Autor: SS Francisco | Fuente: Catholic.net

Fragmento de la homilía del Papa Francisco en la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria. 22 septiembre 2013 

En (Cfr. Hc 1, 12-14) nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a los Apóstoles, en espera de la efusión del Espíritu Santo (Cfr. Hc 1, 12-14). María reza, reza junto a la Comunidad de los Discípulos y nos enseña a tener plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡La potencia de la Oración! No nos cansemos de llamar a la puerta de Dios. ¡Llevemos al corazón de Dios a través de María, toda nuestra vida, cada día!

Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre, en cambio, en el Evangelio, acogemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su Madre. Desde la cruz, Jesús mira a su Madre y a ella le confía el Apóstol Juan, diciendo: "Éste es tu Hijo". En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de Amor de Jesús nos confía a la custodia materna de su Madre. María habrá recordado otra mirada de Amor, cuando era una jovencita: la mirada de Dios Padre, que había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos abandona, puede hacer grandes cosas también con nuestra debilidad. ¡Tengamos confianza en Él! Llamemos a la puerta de su corazón.

Encontremos la mirada de María, porque allí está el reflejo de la mirada del Padre que la hace Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la hace Madre nuestra. Y con aquella mirada hoy María nos mira.

Tenemos necesidad de su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de cuidado. María, hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un don del Padre bueno, que nos espera en cada encrucijada de nuestro camino. Es un don de Jesucristo en la cruz, que carga sobre sí nuestros sufrimientos, nuestras fatigas, nuestros pecados. Y para encontrar este Padre, lleno de amor, hoy le decimos: ¡Madre, danos tu mirada! Lo decimos todos juntos: ¡Madre, danos tu mirada!

En el camino, muchas veces difícil, no estamos solos, somos tantos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen, nos ayuda a mirarnos entre nosotros de modo fraterno. ¡Mirémonos de un modo más fraterno! María nos enseña a tener esa mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos, los unos a los otros, bajo la mirada materna de María! Hay personas que instintivamente no tenemos en cuenta, y que sin embargo tienen más necesidad: los más abandonados, los enfermos, aquellos que no tienen de qué vivir, aquellos que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad, que no tienen trabajo. No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que alguna cosa o alguno se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen.

¡Madre, danos tu mirada! ¡Que ninguno nos esconda tu mirada! Nuestro corazón de hijos sepa defenderla de tantas palabras que prometen ilusiones; de aquellos que tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden cumplir. Que no nos roben la mirada de María, que está llena de ternura. Que nos da fuerza, que nos hace solidarios entre nosotros. Digamos todos: ¡Madre, danos tu mirada!

domingo, 10 de enero de 2016

LOS SIETE DOLORES DE MARÍA

Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María (un Avemaría en cada dolor).
María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.
Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo.
Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?
PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES
Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. Santa Brígida.
1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN
1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.
2º. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. Rezar Avemaría.
3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pesar y calcular el tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.
4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar Avemaría.
5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del Salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar Avemaría.
6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos. Rezar Avemaría.
7º. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. Rezar Avemaría.
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