sábado, 27 de febrero de 2016


María es una mujer con el corazón en el cielo
La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos.

Autor: Juan J. Ferrán, L.C. | Fuente: Catholic.net

María es una mujer alegre. La alegría es la virtud de los resucitados, de los que tienen a Dios, de los que han puesto su corazón en el cielo. Vemos esta alegría en María Magdalena cuando descubre al Resucitado, en los discípulos de Emaús cuando reconocen a Cristo en la fracción del pan, en los apóstoles cuando Cristo resucitado se les presenta en el Cenáculo.

La alegría no puede abandonar nunca a quien cree en Dios. Y éste debería ser el rostro de nosotros los cristianos que ya vivimos de alguna forma nuestra fe en la resurrección. Por el contrario, la tristeza, como vivencia habitual y permanente, no entra nunca, pase lo que pase, en la vida de quien cree en Cristo.

María es una mujer con el corazón en el cielo. María veía todo a través del cielo. ¿Qué importancia tenían el sufrimiento, las carencias, las luchas, los sacrificios, los esfuerzos, las renuncias, los momentos difíciles, cuando todo eso se ve desde el cielo? Ninguna. Todo es parte de ese camino hacia el cielo, ese camino estrecho que tanto asusta al ser humano, que conduce a Dios. Ella ha sido nuestra precursora en este camino, dándonos ejemplo. Sigamos a María en esta vida que sin duda es para todos "un valle de lágrimas", pero tengamos siempre el corazón arriba, junto a Dios, con espíritu de resucitados.

Dios nos ha dado a María como Madre, Abogada, Intercesora, Mediadora, Amiga y Compañera. En la espiritualidad cristiana debe haber un gran sitio para María en el corazón de cada cristiano. De lo contrario nuestra espiritualidad estaría incompleta, sería muy pobre. Podríamos proponer algunos caminos o medios de espiritualidad mariana para nuestro corazón de cristianos.

El amor tierno y filial a María. María debe convertirse en la vida de un cristiano en objeto de ternura, de cariño, de afecto. A María hay que quererla como se quiere a una madre. Lejos de nuestra espiritualidad una actitud seca, austera, distante, fría hacia quien nos ama tanto, hacia quien aboga tanto por nosotros ante Dios, ante quien tanto nos cuida, ante quien vigila nuestros pasos para que no caigamos en el mal. De ahí la necesidad de tener con María momentos de encuentro, diálogos cordiales, intimidad y confianza. No puede pasar un día en nuestra vida que no nos dirijamos a Ella con la sencillez de un niño a contarle a nuestra Madre del Cielo nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestros planes.


Pero la devoción a María no debe quedarse sólo en un afecto y amor, porque entonces se empobrecería. Debe convertirse en imitación de sus virtudes. Para nosotros María es la obra perfecta de Dios y en Ella resaltan con luz muy especial todos aquellos aspectos de una vida que agradan a Dios. Aunque nunca seremos tan perfectos como Ella, sin embargo podemos seguir sus pasos para llegar a Cristo a través de María. Su mayor deseo es que amemos a su Hijo, que seamos como Él, que vivamos su Evangelio. ¡Qué María sea nuestra guía en este camino!

Y no olvidemos esas formas de oración particular centradas en María como pueden ser el Santo Rosario. Una devoción que hay que llegar a gustar y gozar, metiendo el corazón en cada Avemaría, en cada invocación, en cada recuerdo de María. En casa en familia, ante el Santísimo, en los viajes, el rosario debe ser nuestro acompañante.

viernes, 26 de febrero de 2016


Voluntad y libertad orientadas a Dios
Viernes segunda semana Cuaresma. Que la Cuaresma sea un camino de conversión y orientación de nuestra voluntad hacia Dios. 

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

"Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron"
. En estas palabras con las cuales Jesucristo cierra la acción de los viñadores sobre el hijo y, sobre todo, lo que el dueño de la viña había proyectado respecto a este terreno, también está encerrando qué es lo que sucede en los corazones de los viñadores.

Los viñadores homicidas no solamente es una parábola de la crueldad de los hombres para con Dios y para lo que el Señor nos va pidiendo a todos nosotros, sino que también es un reclamo al corazón del hombre, a nuestra libertad y a nuestra voluntad para que también nos preguntemos si en nosotros puede haber esta misma intención de homicidio.

Nos podría sonar como algo extraño, algo lejano, algo apartado de nosotros, pero tenemos que cuestionarnos con mucha claridad para ver si efectivamente esta voluntad de no darle a Dios lo que de Dios es, es algo alejado de nosotros, o si por el contrario, es voluntad nuestra el dar siempre a Dios lo que de Dios es.

Todo el problema de estos viñadores homicidas no nace de una crueldad con respecto a los enviados; porque los viñadores homicidas son conscientes de que los enviados no son sino una parte del contrato que se había hecho con el dueño de la viña. El problema de los viñadores homicidas es que quieren quedarse con la herencia. Una voluntad torcida, una voluntad totalmente pervertida es la que va a hacer que los viñadores se conviertan de arrendatarios en homicidas.

Que no nos suene muy lejano esto, que no nos suene muy apartado de nosotros, que por el contrario, sea para nosotros una pregunta: ¿En qué nos va convirtiendo nuestra voluntad?, ¿qué es lo que va haciendo de nosotros?, ¿qué es lo que va realizando en nuestra vida? Ése es el punto más importante, el punto más serio en el cual nuestra existencia puede torcerse o encaminarse hacia Dios nuestro Señor.
¿Nuestra voluntad y nuestra libertad hacia dónde y hacia qué están orientadas? ¿Hacia dónde estamos orientando nuestra voluntad? ¿Hacia lo que Dios quiere, hacia el ser capaces de dar los frutos que Dios nos está pidiendo? ¿O estamos orientando nuestra voluntad hacia el quedarnos injustamente con la herencia? Es una disyuntiva que se nos presenta todos los días y que va forjando nuestra personalidad, porque de esa disyuntiva va a acabar dependiendo el que nosotros vivamos de una forma coherente o incoherente con lo que Dios nuestro Señor nos va pidiendo.

Cuántas veces —y de esto somos generalmente muy conscientes—, Dios nuestro Señor pide ciertos cambios de comportamiento en nuestra alma, que son los frutos. Cuántas veces, Dios nuestro Señor pide que le devolvamos en la medida en la que Él nos ha dado.

Y si Dios fue el que hizo todo: Él es el que cavó, rodeó la cerca, construyó la torre y plantó la viña, a nosotros nos toca simplemente trabajar la viña del Señor. Si a Dios no le regresamos lo que nos dio, estamos como esos viñadores: quedándonos o queriéndonos quedar con la herencia. Lo cual, a la hora de la hora, no es sino un deseo en sí mismo frustrado, vano e inútil.

Está en nuestra voluntad el decidirnos por dar a Dios lo que es de Dios o quedarnos nosotros con lo que es de Dios. Para eso tenemos que estar revisando constantemente nuestra voluntad; revisando si nuestras obras, nuestras reacciones, nuestros deseos, son auténticamente cristianos, o si por el contrario, son simplemente manifestaciones de un deseo que quizá no está todavía orientado a Dios nuestro Señor.

Los viñadores habían trabajado no para el dueño de la viña, sino para ellos mismos. A los viñadores no les importaba el fruto del dueño de la viña, les importaba el fruto para ellos. Nuestra vida, ¿para qué trabaja?

Cuando se nos presentan cuestionamientos, preguntas, inquietudes, ¿a quién le damos los frutos? ¿A Dios? ¿O se los damos a nuestro egoísmo, a nuestro afán de autonomía o a nuestro afán de manejar las cosas como a nosotros nos gusta manejarlas?

Ciertamente que nos damos cuenta de que no está bien. No es que nuestra inteligencia se ciegue, pero nuestra voluntad pasa por alto todo esto. Como la voluntad de los viñadores pasó por alto el hecho de que el hijo era el dueño de la herencia. Esa frase tan llena de cinismo: "Venid, éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia”, encierra muchas veces el mecanismo de nuestra voluntad que, iluminada por la inteligencia, descubre perfectamente a quién le pertenecen las cosas, de quién es la vida, de quién es el tiempo, de quién son nuestras cualidades. Descubre perfectamente que determinada reacción no es todo lo cristiana que debría ser; descubre perfectamente que determinado comportamiento no está respondiendo adecuadamente a lo que Dios le pide, pero usa este mismo mecanismo: "Éste es el heredero. Vamos a matarlo y a quedarnos con la herencia”.

Esto es pavoroso cuando aparece en el alma, porque indica la absoluta perversión de la voluntad. Cómo nos puede extrañar después, que en nuestra vida haya comportamientos negativos, comportamientos que difieren de la voluntad de Dios, cuando ese mecanismo está funcionando con una relativa frecuencia en nosotros; cuando nuestra voluntad no ha sido capaz de purificarse para ser capaz de romper, de quebrar ese mecanismo en nuestra alma; cuando cada vez que vemos al heredero lo queremos matar para quedarnos con la herencia.

Tenemos que ser muy inteligentes para descubrir en nuestra voluntad que ese mecanismo está funcionando. Pero tenemos que ser también muy firmes y constantes en nuestra purificación personal para ir eliminando, una y otra vez, ese mecanismo de nuestra voluntad. Mecanismo que nos lleva siempre, y de una manera ineludible, a la más tremenda de las desgracias, que es perdernos a nosotros mismos.

"Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores”. Para lo que tú existes como viñador es para trabajar el viñedo. Y Dios quitará el viñedo a esos viñadores. ¡Qué tremendo es correr en vano! ¡Qué tremendo es vivir en vano! ¡Qué tremendo es ver pasar los días, pasar los años, ver cómo el calendario va corriendo por nuestra vida y no haber todavía dejado de correr en vano!

Ojalá que esta Cuaresma sea para nosotros un momento de particular iluminación por parte del Espíritu Santo para que, efectivamente, descubramos dónde y en qué estamos corriendo en vano, dónde y en qué nuestra voluntad todavía no es capaz de superar el mecanismo de viñador homicida. ¿Por qué, cuando vemos perfectamente quién es el heredero, en nuestro interior todavía aparece el interés por arrebatarle la herencia y quedarnos nosotros con ella? Como cristianos, como miembros de la Iglesia no podemos seguir jugando con el Dueño de la viña.

¡Qué importante es que nos iluminemos para poder iluminar; que nos aclaremos para poder aclarar; que nos purifiquemos para poder purificar! Hagamos de esta Cuaresma un camino de conversión y de orientación de nuestra voluntad hacia Dios nuestro Señor para que Él y solamente Él, sea el que se lleve los frutos de nuestra viña.

jueves, 25 de febrero de 2016

La Eucaristía, Sacrificio de Cristo en la Cruz
La eucaristía es banquete: ¡Vengan y coman! Es Pan que baja del cielo y da vida al mundo. 

Autor: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net

Respondióles Jesús: "Soy Yo el pan de vida; quien viene a Mí, no tendrá más hambre, y quien cree en Mí, nunca más tendrá sed. Pero, os lo he dicho: a pesar de que me habéis visto, no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a Mí, y al que venga a Mí, no lo echaré fuera, ciertamente, porque bajé del cielo para hacer no mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Ahora bien, la voluntad del que me envió, es que no pierda Yo nada de cuanto El me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Porque ésta es la voluntad del Padre: que todo aquel que contemple al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna; y Yo lo resucitaré en el último día". Jn 6, 35-40

¡Quitémonos las sandalias porque el lugar que pisamos es lugar santo!

La eucaristía es lo más santo que tenemos en el cristianismo.

Vimos que la eucaristía es banquete: ¡Vengan y coman! Es Pan que baja del cielo y da vida al mundo. ¡Vengan y coman!

¿Cómo es posible que haya cristianos que no se acerquen a la santa misa que es banquete celestial, donde Dios nos alimenta con su Palabra y con el Cuerpo Sacratísimo de su Hijo, para darnos la vida divina, fortalecernos en el camino de la vida? Prefieren ir por el camino de la vida débiles, famélicos, deprimidos, cansinos, desilusionados.

¿Cómo es posible que haya cristianos que, pudiendo comulgar, no se acercan a este banquete que sacia?... Precisamente porque tal vez no quieren confesarse. Prefieren vivir y ser sólo espectadores en el banquete celestial.

Eso sí: es un banquete y hay que venir con el traje de gala de la gracia y amistad de Dios en nuestra alma.

¡Vengan y coman! ¡El que coma de este pan no tendrá más hambre de las cosas del mundo! La Iglesia está para eso: para darnos el doble pan: el de la Palabra y el de la eucaristía.

Ahora veremos el segundo aspecto de la eucaristía y de la santa misa: la eucaristía es el sacrificio de Cristo en la Cruz que se actualiza y se hace presente sacramentalmente, sobre el altar.

¿Qué significa que la Misa es sacrificio?

El sacrificio que hizo Jesús en la Cruz, el Viernes Santo, muriendo por nosotros para darnos la vida eterna, abrirnos el cielo, liberarnos del pecado... se vuelve a renovar en cada misa, se vuelve a conmemorar y a revivir desde la fe. Cada misa es Viernes Santo. Es el mismo sacrificio e inmolación, pero de modo incruento, sin sangre. El mismo sacrificio y con los mismos efectos salvíficos.

En cada misa asistimos espiritualmente al Calvario, al Gólgota... y en cada misa con la fe podemos recordar, por una parte, los insultos, blasfemias que le lanzaron a Jesús en la Cruz... y por otra parte, las palabras de perdón de Cristo a los hombres y de ofrecimiento voluntario y amoroso a su Padre celestial: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen...Todo está cumplido”.

Con los ojos de la fe, en cada misa veremos a Cristo retorcerse por todos los martillazos y golpes que le propinaron y le propinamos con nuestros pecados. ¡Esto es sacrificio! En cada misa Cristo muere lenta y cruelmente por nosotros.

Con los ojos de la fe, en cada misa veremos ese rostro de Cristo sangrante, humillado, escarnecido, golpeado... y esa espalda magullada, destrozada por los azotes que los pecados de los hombres le han infligido, le hemos infligido.

Si tuviéramos más fe, en cada misa deberíamos experimentar, junto con Jesús, esa agonía, tristeza, tedio que Él experimentó al no sentir la presencia sensible de su Padre... y deberíamos acercarnos a Él y consolarle en su dolor y en su sacrificio, compartiendo así con Él su Pasión.

Que la misa es sacrificio significa que aquí y ahora, Cristo es vapuleado, maltratado, golpeado, vendido, traicionado, burlado, negado por todos los pecados del mundo... y Él se entrega libremente, amorosamente, conscientemente, porque con su muerte nos da vida.

En cada misa, ese Cordero divino se entrega con amor para, con su Carne y Sangre, dar vida a este mundo y a cada hombre.

Si tuviéramos fe, nos dejaríamos empapar de esa sangre que cae de su costado abierto... y esa sangre nos purificaría, nos lavaría, nos santificaría.

Si tuviéramos fe recogeríamos también su testamento, su herencia, su Sangre, cada gota de su Sangre, sus palabras, sus gestos de dolor.
La santa misa es sacrificio también en cada uno de nosotros, que formamos el Cuerpo Místico de Cristo. Venimos a la misa para sufrir espiritualmente junto con Cristo, a morir junto a Cristo para salvar a la humanidad y reconciliarla con el Padre celestial.

En cada misa deberíamos poner nuestra cabeza para ser coronada de espinas y así morir a nuestros malos pensamientos.

En cada misa deberíamos ofrecer nuestras manos para ser clavadas a la Cruz de Cristo y así reparar nuestros pecados cometidos con esas manos.

En cada misa deberíamos ofrecer nuestro costado para ser traspasado, y así reparar nuestros pecados de odios, rencores, malos deseos.

En cada misa deberíamos poner nuestras rodillas para ser taladradas, para reparar los pecados que cometimos adorando los becerros de oro.

En cada misa deberíamos ofrecer nuestros pies para que fueran clavados en la Cruz de Cristo y así reparar los pecados que cometimos yendo a lugares peligrosos.

Esto es vivir la eucaristía en su dimensión de sacrificio. ¡Morir a nosotros mismos!; para que, con nuestra muerte al pecado, demos vida al mundo, a nuestros hermanos.

¿Verdad que es terriblemente comprometedora la santa misa? ¿A quien le gusta cargar con la Cruz de Cristo en su vida, y caminar con ella a cuestas, sacrificándose y crucificándose día a día en ella? En cada misa deberíamos experimentar en el alma la crucifixión de Cristo y su muerte, y también su resurrección a una vida nueva y santa.

Sí, la eucaristía es Banquete. ¡Comamos de él! Sí, la eucaristía es Sacrificio. ¡Ofrezcámonos en él al Padre por Cristo para la salvación del mundo! Bebamos su sangre derramada, que nos limpia.

Quedémonos de pie, como María, en silencio, junto al Calvario, y ofrezcamos este sacrificio de Cristo y nuestro, muriendo a nosotros mismos. Amén.

sábado, 20 de febrero de 2016


María Santísima y los cireneos del alma
Cuando eres cireneo por amor, cuando decides ayudar aunque sea un pequeño trecho, la carga es más liviana y te queda una mano libre para sostener al hermano. 

Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net

Hoy llego hasta ti, Madre mía, agobiada por el peso de mi cruz. Los ojos de mi alma, nublados por el llanto, no alcanzan a ver caminos ni salidas.

Es como, si de repente, el sendero fuese cuesta arriba, escarpado el terreno y pesada la carga. Me he caído muchas veces, Madre, bajo el peso del dolor, la tristeza o la soledad. Y siempre vi tu mano extendida, para levantarme.

Pero esta vez… esta vez no veo, Madre… esta vez vengo a tus pies y ni siquiera sé que pedirte. Pero es grande la confianza en que tú sabes, mejor que yo, lo que necesita mi alma.

- Necesitas un cireneo, hija, un cireneo del alma…

El perfume de los jazmines que rodean tu imagen en la Parroquia, me inunda el alma.

- ¿Un cireneo, dices? Pero ¿Quién es? ¿Dónde lo encuentro?- y tu Corazón invita al mío a llegar, desde las Escrituras, a conocer a Simón de Cirene:
En ese momento, un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, volvía del campo; los soldados le obligaron a que llevara la cruz de Jesús Mc 15,21

Tus ojos, tristísimos, ven caminar a Jesús, sufriendo bajo el peso de la cruz, bajo el peso de mis pecados. Le consuelas con tu silencio, con tu entrega, pero tu corazón es un grito: "Padre mío, ¿Porqué le has abandonado?” En ese momento los soldados se detienen a la vista de Simón de Cirene, a quien la Iglesia se referirá más tarde como "el cireneo”, y le obligan a llevar la cruz de Jesús.

- Explícame Madre, lo que debo aprender del cireneo-te pregunto entregándote mi dolor, para que saques de él enseñanza y camino.
Volvemos a los jazmines perfumados de la Parroquia.

- Verás, hija- y te quedas cerca de las flores, que ya no están orgullosas de su aroma, porque el tuyo es infinitamente más bello- Cuando apareció ese hombre, camino del Calvario, sentí que era una respuesta a mis oraciones. Cuando él volvía del campo nunca imaginó que su retorno quedaría grabado en tantos corazones. Que su figura inspiraría luego muchas acciones generosas ¿Comprendes, hija?

- Algo, Madre, te pido la gracia de comprender mejor.

- El cireneo sigue, cada día, volviendo de su trabajo a su casa y encontrando a Jesús sufriente. En aquel día le obligaron a llevar la cruz, pero ahora ha comprendido que puede hacerlo voluntariamente.

- ¿Cómo es eso, Madrecita?

Simón de Cirene te enseña que, cuando ayudas por obligación, sin estar muy convencida de tu acción, el dolor ajeno te es pesado de llevar. Avanzas lento y tienes tus dos manos ocupadas y no puedes extender una al hermano. Cuando devuelves la carga, el hermano siente un sabor amargo… Pero cuando eres cireneo por amor, cuando decides ayudar aunque sea un pequeño trecho, la carga es más liviana y te queda una mano libre para sostener al hermano, y avanzan juntos. Y cuando le devuelves su carga, ésta le resulta más liviana a tu hermano, porque el amor, hija, alivia las cargas y las deja perfumadas de dulces recuerdos.

- Entonces ¿Tú pides al Padre un cireneo para nosotros?

- A cada instante, hija, a cada instante. Y el Padre me deja escogerlos. Así, busco corazones generosos y los pongo en el camino de un hijo que sufre.

- ¡Claro, así nos alivias!

Pero se te pone triste la mirada y susurras:

No siempre, hija, no siempre. Yo pongo un cireneo en el camino del que sufre, pero respeto su libertad. Cada "cireneo” que yo escojo es libre de aceptar o no. Todos mis hijos caminan en este "valle de lágrimas” con su mochila de soledad, tristeza, miseria… pero también, todos mis hijos fueron, alguna vez, invitados a ser cireneos.

Me quedo en silencio y mis lágrimas mojan el recuerdo de todas las veces que pasé de largo, que no quise, no pude o no supe ser cireneo.

- Te suplico, Madre, envíes muchos cireneos a aquellos hermanos para los cuales no tuve ni una sonrisa, ni una palabra, ni siquiera un mate para compartir…Y por tu gran Misericordia, mándame también uno a mi.

Del dolor se aprende, hija. Pero dime ¿Crees que no te he mandado un cireneo? 

Una señora enciende las luces que rodean tu imagen y siento que se me ilumina el alma:

- Dame tu mano, Madre, y ayúdame a ver los cireneos.

Y te vienes conmigo por el valle de mis recuerdos. Los cercanos y los lejanos. De tu mano veo gestos, miradas, palabras hechas racimo en bellas cartas…. "cireneos” que antes no vi. Siempre estuvieron allí, solo que yo, cegada por mi propia visión de la realidad, no supe verlos. Y se quedaron con las manos extendidas para ayudarme y me suavizaron el camino con su cariño, sus palabras, sus pequeños gestos, que ahora, a la distancia, veo en su real grandeza.

Ya es la hora de la Misa. Mi corazón se trepa hasta tu imagen y besa tus manos juntas y tus mejillas suaves. Me cubres con tu manto y el abrazo es infinito.

Para despedirte, dices:

- De todos los cireneos que viste en tu vida, no me has nombrado al más importante- y corres presurosa al Sagrario y abrazas a Jesús, que se desangra en esperas.

- ¡Madre! ¡Oh Madre!- Y me quedo sin palabras al descubrir que Jesús es el cireneo perfecto.
Si. Jesús estira sus brazos desde el Sagrario y me asegura: "Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón y sus almas encontrarán descanso” Mt 11,28-29.



NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

domingo, 14 de febrero de 2016



Desde mi cruz a tu soledad
Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales. 

Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net

Cristo nos enseña en estos días Santos a mirar el dolor y el sufrimiento con un sentido nuevo, un valor diferente.

Todo sufrimiento humano, unido al de Cristo, es fuente de salvación, de redención. Podemos aprovechar nuestro sufrimiento y convertirlo en fuente de frutos de salvación. El sufrimiento del inocente sólo se entiende desde Cristo, el cordero inocente llevado al matadero. Él fue inocente: "Pasó haciendo el bien", fue signo de contradicción, fue llevado como un malhechor, sufrió uno de los más terribles tormentos, la crucifixión; pero lo hizo por amor, para enseñarnos el valor del dolor y que también cada uno de nosotros lo podamos vivir así cuando nos llegue.

Te escribo desde mi cruz a tu soledad, a tí, que tantas veces me miraste sin verme y me oíste sin escucharme. A tí, que tantas veces prometiste seguirme de cerca y sin saber por qué te distanciaste de las huellas que dejé en el mundo para que no te perdieras.

A tí, que no siempre crees que estoy contigo, que me buscas sin hallarme y a veces pierdes la fe en encontrarme; a tí, que a veces piensas que soy un recuerdo y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin, soy el camino para no desviarte, la verdad para que no te equivoques y la vida para no morir. Mi tema preferido es el amor, que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin, tuve un ideal claro y lo defendí con mi sangre para salvarte. Fui maestro y servidor, soy sensible a la amistad y hace tiempo que espero que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu proceder, y sé muy bien lo que vales. Sé que quizás tu vida te parezca pobre a los ojos del mundo, pero Yo sé que tienes mucho para dar, y estoy seguro que dentro de tu corazón hay un tesoro escondido; conócete a tí mismo y me harás un lugar a mí.

¡Si supieras cuánto hace que golpeo las puertas de tu corazón y no recibo respuesta! A veces también me duele que me ignores y me condenes como Pilatos, otras, que me niegues como Pedro y que otras tantas me traiciones como Judas.
Hoy te pido que te unas a mi dolor, que lleves tu pequeña cruz junto a la mía, te pido paciencia y perdón para tus enemigos, amor para tu pareja, responsabilidad para con tus hijos, tolerancia para los ancianos, comprensión para todos tus hermanos, compasión para el que sufre, servicio para todos, así lo he vivido Yo, y así te lo he enseñado.

Quisiera no volver a verte egoísta, orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista. Desearía que tu vida fuera alegre, siempre joven y cristiana. Cada vez que aflojes, búscame y me encontrarás; cada vez que te sientas cansado, háblame, cuéntame.

Cada vez que creas que no sirves para nada, no te deprimas, no te creas poca cosa, no olvides que yo necesité de un asno para entrar en Jerusalén y necesito de tu pequeñez para entrar en el alma de tu prójimo. Cada vez que te sientas solo en el camino, no olvides que estoy contigo. No te canses de pedirme, que yo no me cansaré de darte, no te canses de seguirme, que yo no me cansaré de acompañarte, nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes, estoy para ayudarte.
Desde mi cruz, te envío este mensaje, te quiero mucho. Tu amigo: Jesús

viernes, 12 de febrero de 2016

¿Qué tal el ayuno y la abstinencia de los malos pensamientos? 
¿Ayuno de qué?, ¿Abstinencia de qué? Los que no quieren privarse de nada, irán a cualquier sitio, pero no al cielo.

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net

Con el Miércoles de Ceniza comienzó la Cuaresma. 
Al hablar de Cuaresma muchos se acuerdan del ayuno y la abstinencia. Creen que, por reducir un poco los alimentos del Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y porque los viernes en lugar de comer carne toman pescado, ya son penitentes.
La verdad es que hacer eso no cuesta gran cosa; pero, ¿qué tal el ayuno y la abstinencia de los malos pensamientos, el ayuno de las malas palabras y las malas acciones? Eso ya es otra cosa, que cuesta inmensamente más. Y se trata de seguir esta rigurosa dieta más que la de los alimentos.

Ayunar de los malos pensamientos. Cuántas malas ideas circulan con semáforo verde por la vía pública de nuestro cerebro, como son: las etiquetas que les ponemos a los demás, la pornografía, las intenciones malévolas, esos resentimientos largamente alimentados, etc.
Ayunar de las palabras malas. Un buen porcentaje de nuestra mercancía verbal es de muy mala calidad. Las murmuraciones, las críticas son un manjar envenenado con el que se alimentan muchas personas. El que no critica a su prójimo es una maravilla del universo; y estas maravillas se dan muy poco. Lo normal es criticar, murmurar, comerse al prójimo. Se critica todo y a todos con desvergüenza.

En una ocasión encontré a una persona que me pidió sinceramente un consejo: ¿qué podía hacer para erradicar su hábito de murmurar?. Le aconsejé que rezara un avemaría cada vez que se le escapara una crítica. Tomó el consejo muy en serio, y el resultado fue que el primer día tuvo que rezar casi tres rosarios completos. Luego, poco a poco, fueron disminuyendo las avemarías, hasta que no tuvo que rezar ninguna, porque había vencido el hábito de murmurar. El consejo es válido, y el que desee dejar de ser un murmurador, puede intentarlo.

Podemos intentar también el ayuno de palabras sonoras, chistes de doble sentido, etc. Hay mucho de que ayunar, por ejemplo, de las malas acciones. Ayuna de verdad el que deja de cometer maldades.

Ayunar de las bebidas alcohólicas; ayunar del robo, las injusticias, fraudes, peleas, adulterios, infidelidades; ayunar de películas pornográficas, de envidias, malos deseos contra los demás y tantas cosas más.

Si, durante este ayuno y abstinencia del mal, se toma una dieta abundante de caridad con el prójimo, de sacramentos, de renovación espiritual, de buenas obras, entonces tendrá sentido la Cuaresma. De lo contrario, será una comedia aquello de correr a la Iglesia a que me pongan ceniza.

Algunos están seguros de que ya se les borraron sus maldades, porque les impusieron la ceniza; como si fuera así de fácil. Más bien, el ir a recibir ceniza significa comprometerse a hacer ayuno y abstinencia de alguna de aquellas cosas malas que se dan en mi vida. ¿En qué va a consistir mi ayuno y abstinencia durante esta Cuaresma?

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