domingo, 31 de julio de 2016

Lectura espiritual

Ejemplo 6.
Un “extraviado” que volvió a Dios
Un misionero, Párroco de Cuzco (Perú), escribe:
En mi extensa Parroquia, y con la colaboración de un grupo de Catequistas, estoy haciendo campaña de difusión del rezo de las tres Avemarías. Y el éxito es grande porque Dios hace derroche de sus gracias mediante su Madre Santísima...
“En junio de 1969 pasé por una ‘hacienda’ muy alejada de los caseríos y aldeas. El dueño de la finca ya era de edad avanzada; había sido seminarista, y luego, sin contraer matrimonio canónico, se unió a una mujer con la que tuvo varios hijos. Aproveché mi visita para dejarle una estampa sobre la devoción de las tres Avemarías, recomendándole que no dejara de rezarlas todos los días, y siempre que sintiese preocupación por cualquier problema.
A fines del mes de octubre vinieron a buscarme de parte del dueño de aquella ‘hacienda’ para pedirme con insistencia que, no obstante la distancia, fuera a aquella casa, porque dicho señor estaba muy grave y deseaba recibir los últimos Sacramentos.
Allí fui acompañado de dos Catequistas, y al vernos el enfermo, llorando amargamente y con voces entrecortadas, pidió confesar.
A continuación declaró que había rezado las tres Avemarías desde que se las había aconsejado y que a poco de rezarlas se sintió movido a ‘regularizar su vida’ y volver a la gracia de Dios.
Tanto le ayudaba la Santísima Virgen a su cambio espiritual, que hasta empezó a rezar el Santo Rosario durante su enfermedad.
Como apremiaba su gravísimo estado, sin pérdida de tiempo contrajo matrimonio, recibió la comunión juntamente con su esposa y los hijos legitimados, y le administré la Extremaunción.
Media hora, exactamente, después de esto, descansó en la paz del Señor.”
La Madre de Dios había acreditado una vez más su especial patrocinio respecto de quienes la invocan con las tres Avemarías. (P. Braulio Ascarza Sotelo. –7 de noviembre de 1969.– Perú).

domingo, 24 de julio de 2016

mirada
Requiebros de amor.
¡Cuántas veces llegamos al fin del día, cansados, hastiados de todo, lejos de la paz y con nuestro espíritu sofocado por los intereses materiales! Y si nos ponemos a pensar qué hemos hecho durante el día, encontramos que tal vez en todo ese tiempo de veinticuatro horas que Dios nos ha concedido por su amor y misericordia hacia nosotros, no hemos dicho “gracias” a Dios, no le hemos dicho al Señor que lo amamos.
Entonces hagamos el propósito para el día siguiente, de no estar tan absorbidos por las cosas, de manera que nos olvidemos de Dios y de darle gracias y de decirle: “Te amo Jesús”, “Te amo María, Madre mía querida”. Porque tenemos que recordar que el primer mandamiento, el más importante es amar a Dios con todas nuestras fuerzas y sobre todas las cosas.
No nos olvidemos tampoco de darle gracias a Dios por la jornada vivida, que quizás, como la hemos vivido trabajando y ocupados, tal vez no hemos cometido pecado considerable, y eso es muy bueno y debemos darle gracias a Dios que no ha permitido que Le ofendiéramos.
En definitiva tenemos que acordarnos de Dios, porque si amamos a Dios, si queremos cumplir el primer mandamiento, no podemos olvidarnos del Señor durante el día, durante la vida. ¿Dónde se ha visto que dos enamorados no quieran estar juntos y conversar y decirse palabras de amor y ternura? Pues bien, Dios y nuestra alma son dos enamorados que necesitan estar juntos, y debe ser para nosotros una necesidad el amar a Dios, el decirle que lo amamos con todo nuestro ser, el darle gracias, y el simple levantar el corazón de vez en cuando, durante el día, al Cielo, para sonreírle al Señor que nos prepara todo con tanto amor.
Recordemos que las obras de apostolado –y las obras en general-, pasarán y sólo quedará el amor, como bien lo hizo notar Jesús a Marta y María, diciendo que María había elegido la mejor parte, la de amar.
Está bien que hagamos cosas, y que las hagamos con mucho amor. Pero, además, en el transcurso del día, tenemos que decirle a Dios que lo amamos, agradecerle, acordarnos de Él, porque es nuestro Todo, ya que sin Él somos nada.

María, Madre nuestra

Maria Madre nuestra

Las Promesas de la Santísima Virgen María a los que rezan el Santo Rosario

1. Los que fielmente me sirven mediante el rezo del Santo Rosario, recibirán insignes gracias.
2. Yo prometo mi protección especial, y las más notables gracias a todos los que recitasen el Santo Rosario.
3. El Rosario será la defensa más poderosa contra las fuerzas del infierno. Se destruirá el vicio; se disminuirá el pecado y se vencerá a todas las herejías.
4. Por el rezo del Santo Rosario, florecerán las virtudes y también las buenas obras. Las almas obtendrán la misericordia de Dios en abundancia. Se apartarán los corazones del amor al mundo y sus vanidades y serán elevados a desear los bienes eternos. Ojalá que las almas hiciesen el propósito de santificarse por este medio.
5. El alma que se recomienda a Mí por el rezo del Santo Rosario, no perecerá jamás.
6. El que recitase el Rosario devotamente, aplicándose a meditar los Sagrados Misterios, no será vencido por la mala fortuna. En Su justo juicio, Dios no lo castigará. No sufrirá la muerte improvisa. Y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y será digno de alcanzar la vida eterna.
7. El que conserva una verdadera devoción al Rosario, no morirá sin los sacramentos de la Iglesia.
8. Los que fielmente rezan el Santo Rosario, tendrán en la vida y en la muerte, la Luz de Dios y la plenitud de Su gracia. En la hora de la muerte, participarán de los méritos de los Santos del Paraíso.
9. Yo libraré del Purgatorio a los que han acostumbrado el rezo del Santo Rosario.
10. Los devotos del Santo Rosario, merecerán un grado elevado de gloria en el Cielo.
11. Se obtendrá todo lo que se me pidiere mediante la recitación del Santo Rosario.
12. Todos los que propagan el Santo Rosario recibirán Mi auxilio en sus necesidades.
13. Para los devotos del Santo Rosario, he obtenido de mi Divino Hijo, la intercesión de toda la Corte Celestial durante la vida y en la hora de la muerte.
14. Todos los que rezan el Santo Rosario son hijos Míos, y hermanos de Mi único Hijo, Jesucristo.
15. La devoción al Santo Rosario es gran señal de predestinación.

viernes, 22 de julio de 2016

Mensaje a los Apóstoles de la Inmaculada

Sietre Dolores de María.
PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES
Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. Santa Brígida.
1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María (un Avemaría en cada dolor).
María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.
Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo.
Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN
1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.
2º. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. Rezar Avemaría.
3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular el tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.
4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar Avemaría.
5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar Avemaría.
6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos. Rezar Avemaría.
7º. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. Rezar Avemaría.
María en San Nicolás, nos dio este mensaje sobre sus siete dolores de hoy:
15-09-89 (fiesta de Ntra. Señora de los Dolores)
“Hija mía, en estos días, son Mis Dolores:
el rechazo hacia Mi Hijo,
el ateísmo,
la falta de caridad,
los niños que no nacen,
la incomprensión en las familias,
el gran egoísmo de muchos hijos en el mundo,
los corazones aún cerrados al Amor de esta Madre...”
En el libro "Las Glorias de María" de San Alfonso María de Ligorio se dice lo siguiente:
"El mismo Jesús reveló a la beata Mónica de Binasco que él se complace mucho en ver que se siente compasión por su Madre, y así le habló: Hija, agradezco mucho las lágrimas que se derraman por mi pasión; pero amando con amor inmenso a mi Madre María, me es sumamente grata la meditación en los dolores que ella padeció en mi muerte.
Por eso son tan grandes las gracias prometidas por Jesús a los devotos de los dolores de María. Refiere Pelbarto haberse revelado a Santa Isabel, que San Juan, después de la Asunción de la Virgen, ardía en deseos de verla; y obtuvo la gracia pues se le apareció su amada Madre y con ella Jesucristo. Oyó que María le pedía a su divino Hijo, gracias especiales para los devotos de sus dolores. Y Jesús le prometió estas gracias especiales:
1ª. Que el que invoque a la Madre de Dios recordando sus dolores, tendrá la gracia de hacer verdadera penitencia de todos sus pecados.
2ª. Que los consolará en sus tribulaciones, especialmente en la hora de la muerte.
3ª. Que imprimirá en sus almas el recuerdo de su Pasión y en el cielo se lo premiará.
4ª. Que confiará estos devotos a María para que disponga de ellos según su agrado y les obtenga todas las gracias que desee".
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!

sábado, 16 de julio de 2016

Nuestra Señora del Carmen.
En aquel tiempo: Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus parientes, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Reflexión:
Hoy se hace memoria de Nuestra Señora del Carmen. En un momento de gran aflicción para la Orden del Carmen, San Simón Stock suplicó a la Madre de Dios que le diese una señal de Su protección. Y el día 16 de julio de 1251 la Santísima Virgen se le apareció con el Niño Jesús y le presentó un Escapulario, prometiéndole que todos los que con él muriesen no padecerían el fuego eterno. “Es, pues, una señal de salvación, salvaguardia en los peligros, alianza de paz y de protección sempiterna”, dijo la Madre de Dios. El sentido de esta promesa es que la persona que muere con el Escapulario recibirá de la Virgen María, a la hora de la muerte la gracia de la perseverancia en el estado de justicia si está en él, o, en caso contrario, la gracia de la conversión y de la perseverancia final. Esta “gran promesa” es válida no sólo para los religiosos que mueren con el Escapulario largo, sino también para los fieles que lleven el Escapulario pequeño o la medalla–escapulario.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.

viernes, 15 de julio de 2016

Volver a lo esencial: Cristo
Necesitamos urgentemente volver a lo esencial. Y lo esencial está en el sentido auténtico de la vida humana, en su destino eterno

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

Un escritor francés del siglo XX, Jean Guitton, publicó un libro titulado, en su traducción castellano, "Silencio sobre lo esencial”. El título ya dice mucho y sirve para pensar. ¿No ocurre que a veces olvidamos lo esencial?
Porque si nos preocupamos más del fútbol, o de cómo aderezar la comida, o de los caprichos que llegan y pasan, o de las últimas fotos a subir a Internet, o de un juego electrónico, o de lo que dicen los chismes... es que hemos perdido el norte y dejamos de lado lo esencial.
Necesitamos urgentemente volver a lo esencial. Y lo esencial está en el sentido auténtico de la vida humana, en su destino eterno, en el mensaje que trajo Jesús el Cristo, en la verdad que ilumina el presente y nos lleva a lo eterno.
Lo esencial no coincide, por lo tanto, ni con las modas, ni con los caprichos, ni con las presiones de familiares y amigos. Lo esencial está en el mensaje cristiano, que arranca de un hecho extraordinario: Cristo se encarnó, nació, predicó, hizo milagros, padeció, murió y resucitó por nosotros.
Al volver a lo esencial, reordenamos la propia existencia. Damos su importancia a los sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Penitencia. Decidimos orar en algún momento durante el día. Leemos la Biblia, especialmente el Evangelio.

También ordenamos la vida cotidiana. Esa vida que implica arrepentimiento, romper con el pecado en todas sus formas, y cambiar (convertirnos). Esa vida que reconoce el primer mandamiento y el que le es semejante: "amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. (...) Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,30‑31).
El mundo moderno, y todos los que creemos ser católicos, necesitamos romper el silencio sobre lo esencial. Sólo así nuestra vida tendrá su sentido completo y bueno.
Entonces dejaremos de vivir "a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error” (Ef4,14); y diremos, con los labios y el corazón, lo único realmente importante, lo esencial: "Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2,11).

lunes, 11 de julio de 2016

Ser santos

Todavía no somos santos.
Yo, ¿para qué nací? Para salvarme.
Que tengo que morir, es infalible.
Dejar de ver a Dios y condenarme,
triste cosa será, pero posible.
¡Posible! ¿Y río, y duermo, y quiero holgarme?
¡Posible! ¿Y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo? ¿En qué me encanto?
Loco debo de ser, pues no soy santo.
Lope de Vega.
Tiene mucha razón el poeta en estos versos que dicen una verdad que debemos recordar desde que nos levantamos hasta que nos acostamos: Que lo importante es salvar el alma. Porque si al final de esta vida nos salvamos y vamos al Cielo, cantaremos victoria y seremos felices para siempre. Pero si en cambio nos condenamos para siempre en el Infierno, seremos unos eternos fracasados y nuestra vida habrá sido en vano.
Por eso tenemos que poner todo nuestro empeño en salvar el alma, pues esa es la cuestión más importante para nosotros. Es más, esa es la ÚNICA cuestión realmente importante. Así que a poner manos a la obra y utilizar todos los medios a nuestro alcance para asegurarnos la felicidad eterna en el Cielo junto a Dios y a nuestros seres queridos.

VISITAS