Lectura espiritual
Ejemplo 14.
Salió del mundo para ir al cielo...
Un misionero redentorista escribe:
En el año 1959 mandé carta a diez mil enfermos, con la estampa de las tres Avemarías
Poco tiempo después me llamaba uno de ellos.
Era un hombre ilustre en el mundo de las Letras y de la Jurisprudencia.
Lo conocía desde hacía ocho años.
Al saludarle, me dijo:
–Le he llamado para que sea usted testigo de un milagro de conversión de un pecador, que hay que atribuir a la devoción de las Tres Avemarías.
–¿Dónde está ese pecador? –le dije.
Y él, seriamente, exclamó:
–Soy yo, Padre. Quiero confesarme. Y tenga paciencia porque tenemos para un buen rato.
–Según recibí su carta –siguió diciendo–, tomé la estampa y empecé a rezar mañana y tarde las tres Avemarías, con la jaculatoria impresa: “María, Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal”. Luego la corregí, para decir: “María, Madre mía, líbrame de morir en pecado mortal”... Y esta mañana he sentido el impulso de hacer lo que debiera haber hecho hace más de cincuenta años.
Le confesé... Un mes exacto después moría de repente.
Dos días antes le había vuelto a confesar, y me había dicho:
–Padre, yo voy a morir. Me falla el corazón desde hace un mes, desde aquel día que me oyó usted en confesión. ¡Es demasiada mi alegría y mi gratitud a la Santísima Virgen, para que pueda vivir más en este pícaro mundo!
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sábado, 25 de noviembre de 2017
domingo, 19 de noviembre de 2017
Vivir católico
Pureza.
Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios, ha dicho el Señor en el Evangelio.
Y ésta es una gran verdad que se comprueba en este mundo moderno, que vive en la impureza y por eso es incapaz de ver a Dios y de entender las cosas de Dios.
El demonio trata en primer lugar de inducirnos a la impureza, porque sabe que a través de este pecado nos va desmantelando toda la vida espiritual.
No es por casualidad que a Jesús en el desierto el demonio le tentó primero con el pan, que es el símbolo de la sensualidad, es decir lo tentó con la mujer.
Satanás es muy hábil en este tipo de tentaciones, porque la tentación de la carne es la tentación más fuerte en el hombre. Y el demonio se burla de nuestras caídas, ya que él, por ser ángel, por ser espíritu, ignora completamente lo que significa tener un cuerpo como nosotros, y somos muy despreciables para él cuando caemos en estos pecados de impureza.
La Virgen ha dicho en Fátima que los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne, y esto no es de poca monta. Y si echamos una mirada a nuestro alrededor, podemos decir sin equivocarnos que hoy más que nunca la impureza inunda el mundo. ¿Quién conserva la pureza y la castidad hoy en día? Los que luchan valientemente, los que rezan y reciben la Eucaristía, los que dominan sus ojos y deseos, los que apagan el televisor y no miran películas de cine, los que tienen una tierna y fuerte devoción a María Santísima, en definitiva los que combaten contra este mundo que, hoy más que nunca, está en poder del Maligno.
Pero ¡atención!, que debemos ser puros, pero humildes y sencillos, sin juzgar ni condenar a nadie por pecador que sea o haya sido. Que no se cumpla con nosotros ese dicho que dice: “Puros como ángeles y soberbios como demonios”.
Sepamos compadecer a los que no pueden guardar la pureza, los que han caído. Y demos gracias a Dios si nosotros conservamos la pureza y no caemos, porque es una gracia de Dios que, si nos dejara de sus manos, caeríamos en los más graves pecados.
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Afirma Santo Tomás de Aquino que "hay tres cosas que Dios no podría haber hecho más sublimes de lo que son: la Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, la gloria de los elegidos y la incomparable Madre de Dios, de quien se dice que Dios no pudo hacer ninguna madre superior. Podéis acrecentar una cuarta cosa, en loor de San José. Dios no pudo hacer un padre más sublime que el Padre adoptivo del Hombre-Dios".
A lo que agrega el melifluo San Bernardo: "Ya que todo lo que pertenece a la esposa pertenece también al esposo, podemos pensar que José puede distribuir como le parezca los ricos tesoros de gracia que Dios confió a María, su casta Esposa".
"Además, en el transcurso de los años pasados en Nazaret, Jesús colmó el corazón de San José con ternura de amor tal como jamás ningún padre creado la sintió ni sentirá, 'no sólo - como dice el Padre Huguet- para que José lo pudiese amar como Hijo, sino para que pudiese amar a todos los hombres como a sus hijos, pues, del mismo modo que todos somos hijos de María, así lo somos también de San José. (...) Y después de la devoción a la Santísima Virgen, nada hay más agradable a Dios ni más provechoso para nuestra almas que la devoción al santo Patriarca San José'".
Leer más sobre San José. |
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