sábado, 30 de noviembre de 2013

¡QUIEN PUDIERA...!

Octubre es el mes del Santo Rosario y mañana domingo festejamos a María del  Rosario. El Santo Rosario es el arma de los que con los Ejércitos de María de los que san Miguel Arcángel es su lugarteniente,  luchamos contra satanas .
Los consagrados a María saben  que María su Señora y  Reina quiere que luchen contra el maligno y pidan al buen Dios a través de el.
No sabemos, no podemos hacernos una idea de los agravios que sufre nuestra Mama en su dulce e Inmaculado Corazón. ¿Cuantas espinas  hieren ese Dulcísimo  Corazón  Maternal de María? Y de ellas¿ cuantas espinas le clavamos nosotros mismos?
¡Quien pudiera, quien pudiera arrancar a María siquiera una sola de esas espinas¡ ¡Ay! Si yo pudiera una sola, ¡ qué no daría por aliviarla y hacerla feliz !
Consagremonos al Inmaculado Corazón de María, hagamos la consagración de por vida a su Inmaculado  Corazón rezando una parte solo del santo Rosario todos los días y renovando nuestra consagración diciéndole:
Madre mía María a vuestro  Corazón Inmaculado nos consagramos en un acto total de amor.
Por Vos seremos llevados a Jesucristo hijo tuyo y Señor nuestro y por El y con El seremos llevados a Dios Padre.
Caminaremos a la luz de la Fe  y haremos todo para mostrar al mundo que Jesús es el enviado del Padre. Con El  lleváremos la Luz y la Salvación hasta los confines del mundo.
Bajo la maternal protección de vuestro Corazón Inmaculado, seremos un solo pueblo con Cristo, seremos testimonio de su Resurrección.
Con El seremos llevados al Padre  para Gloria de la  Santísima Trinidad.  Amén
¿Quién sabe....? A lo mejor  conseguimos sacar a nuestra Mama del cielo una espinita.
Merece la pena intentarlo.

Los 5 primeros sábados al Corazón Inmaculado de María.


Lucía, vidente de Fátima, era postulante en el Convento de las Doroteas enPontevedra, España cuando tiene una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Santísima Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El Niño le dijo: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Está cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas."


Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía:

"Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"


Lucía le habló (a Jesús) de la confesión para los primeros sábados y preguntó si valía hacerla en los ocho días. Jesús contestó: "Sí; todavía con más tiempo, con tal que me reciban en estado de gracia y tengan intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María".
La intención de hacer esta reparación al Inmaculado Corazón de María puede ponerse al principio. 

¿Por qué 5 Sábados?

Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación:  "Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:

1-     Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2-     Contra su virginidad.
3-     Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4-     Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5-     Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.”

"He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas".




martes, 26 de noviembre de 2013

Aniversario de www.reindelcielo.org:María reina del cielo.

Aniversario de www.ReinadelCielo.org
Doce años desde la primera publicación
El 18 de noviembre de 2001 nacimos como portal Mariano. Doce años atrás, www.reinadelcielo.orghacía un primer envío a su pequeño grupo de lectores, y ya estaba en línea con contenidos relacionados con María, nuestra mamá del Cielo.
 
Hoy, después de haber visto a tres Pontífices sucederse en el comando de la Iglesia, nos ofrecemos nuevamente como pequeños evangelizadores en el vasto mundo virtual que llamamos internet. Con más de un millón de visitantes al año y con sesenta mil suscriptores a nuestro newsletter, rogamos a María para que nos dé el discernimiento necesario en tiempos tan difíciles.
 
Han sido épocas de aprender, de crecer, de tomar opciones en cada momento. No es fácil decidir que publicar y que no, pero es tan maravillosa y plena de sabiduría la historia de la Iglesia, que nunca falta material para ofrecerles a ustedes, nuestros lectores. Nos parecen increíblemente ricas las películas sobre la vida de los santos, esas joyas que adornan a la Iglesia del Señor. Pero los libros católicos, o las historias de las distintas advocaciones de la Virgen, nos llenan el alma de esperanza, de perfume a Reino.
 
Hoy queremos agradecer a ustedes, queridos lectores, por estar siempre ahí. Nuestra misión es ayudar a difundir el conocimiento de Dios, para que así podamos amarlo, porque “no se ama a quien no se conoce”.
 
Que Dios nos de fortaleza para perseverar, y nos proteja del error, porque sin El, nada somos. Como forma de celebrar, compartimos con ustedes nuestra meditación “Reina del Cielo”, que expresa lo que sentimos por Ella, la Madre de Dios, en palabras de hijos que la miran llenos de amor.
 
 
Reina del Cielo
 
Jesús, elevado en la Cruz, nos regaló una Madre para toda la eternidad. Juan, el Discípulo amado, nos representó a todos nosotros en ese momento y luego se llevó a María con él, para cuidarla por los años que restaron hasta su Asunción al Cielo.
 
María se transformó así no sólo en tu Madre, sino también en la Madre de nuestra propia madre terrenal, de nuestro padre, hijos, de nuestros hermanos, amigos, enemigos, ¡de todos!
 
Una Madre perfecta, colocada por Dios en un sitial muchísimo más alto que el de cualquier otro fruto de la Creación. María es la mayor joya colocada en el alhajero de la Santísima Trinidad, la esperanza puesta en nosotros como punto máximo de la Creación. La criatura perfecta que se eleva sobre todas nuestras debilidades y tendencias mundanas ¡Por eso es nuestra Madre!
 
La Reina del Cielo es también el punto de unión entre la Divinidad de Dios y nuestra herencia de realeza. Nuestro legado proviene del primer paraíso, cuando como hijos auténticos del Rey Creador poseíamos pleno derecho a reinar sobre el fruto de la creación, la cual nos obedecía. Perdido ese derecho por la culpa original, obtuvimos como Embajadora a una criatura como nosotros, elevada al sitial de ser la Madre del propio Hijo de Dios.
 
¡Y Dios la hace Reina del Cielo, y de la tierra también! Allí se esconde el misterio de María como la nueva Arca que nos llevará nuevamente al Palacio, a adorar el Trono del Dios Trino. María es el punto de unión entre Dios y nosotros. Por eso Ella es Embajadora, Abogada, Intercesora, Mediadora. ¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo, el Justo Juez? María es la prueba del infinito amor de Dios por nosotros: Dios la coloca a Ella para defendernos, sabiendo que de este modo tendremos muchas más oportunidades de salvarnos, contando con la Abogada más amorosa y misericordiosa que pueda jamás haber existido. ¿Somos realmente conscientes del regalo que nos hace Dios al darnos una Madre como Ella, que además es nuestra defensora ante Su Trono?
 
Si tuvieras que elegir a alguien para que te defienda en una causa difícil, una causa en la que te va la vida, ¿a quién elegirías?
 
Dios ya ha hecho la elección por ti, y vaya si ha elegido bien: tu propia Madre es Reina y Abogada, Mediadora e Intercesora.
 
¿Qué le pedirías a Ella, entonces?
 
Reina del Cielo, sé mi guía, sé mi senda de llegada al Reino. Toca con tu suave mirada mi duro corazón, llena de esperanza mis días de oscuridad y permite que vea en ti el reflejo del fruto de tu vientre, Jesús. No dejes que Tus ojos se aparten de mí, y haz que los míos te busquen siempre a ti, ahora y en la hora de mi muerte.
 

sábado, 23 de noviembre de 2013

María, todo amor.


¿Qué es María? Amor
Este amor que sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre.
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net




Dios es amor.

María Santísima es también amor. Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios. "Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención".

Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos. Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas".

Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Aquella expresión que el Papa Juan Pablo II nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

Sin pedírselo, Satanás me sigue a todas partes: a la calle, a mi cuarto, de vacaciones, de fin de semana, a mi apostolado, y su presencia es maléfica. ¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica.

Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

María esencial para creer en Cristo.

Tomado de "El testigo fiel: ww.eltestigofiel.com" yo humildemente suscribo todo lo que se dice en este artículo de María Santísima.


Messori explica Lourdes: «Cuando la fe de sus hijos está en peligro María aparece para confortarlos»

20 de nov de 2013
Hay un elemento sorprendente en Lourdes: la Virgen se muestra sonriendo, incluso riendo junto a Bernadette.
Messori explica Lourdes: «Cuando la fe de sus hijos está en peligro María aparece para confortarlos»
La historia de Lourdes no es un relato piadoso, ni un ejercicio devoto. El periodista italiano Vittorio Messori se ha adentrado en las raíces documentales de las apariciones, en su libro Bernadette no nos engañó (editado en LibrosLibres, con traducción de Mar Velasco). «Si Lourdes es verdad, toda nuestra fe es verdad», afirma.

-En su libro dice que «Lourdes no es Blancanieves», que no es una mera devoción piadosa.
-Aun siendo un devoto de Lourdes, mi profesión de historiador me ha llevado a hacer un estudio histórico. He examinado todos los documentos sobre Lourdes, para responder a todas las objeciones que se han hecho a estas apariciones: que si todo lo organizaron los padres, o los curas, que si Bernadette era una niña fantasiosa que quería salir del anonimato y de la pobreza, que si todo fue un engaño del diablo... Mi libro es un estudio histórico que responde a estas objeciones, y he llegado a la conclusión de que Bernadette no nos ha engañado, ni se ha engañado a sí misma. Llego a la conclusión de que Lourdes es verdad.

-Como historiador, hace una afirmación sorprendente: que en cada giro difícil y dramático de la Historia, la Virgen aparece para despertar y consolar a los creyentes.
-En otro de mis libros, he elaborado un calendario mariano de las apariciones reconocidas por la Iglesia, y muestro que María hace la labor de una madre: cuando la fe de sus hijos está en peligro, María aparece para confortarlos y consolarlos. Aparece en Fátima, en 1917, en la Primera Guerra Mundial; también en enero de 1933, en Banneux, los días en los que Hitler asciende al poder en Alemania. La Virgen aparece como una madre que quiere dar seguridad a sus hijos. La principal preocupación de mis libros es la búsqueda de la verdad. Con este trabajo, llego a la síntesis de que Si Lourdes es verdad, todo es verdad, en el sentido de que, si la Historia nos puede documentar que lo de Bernadette no es un engaño, entonces existe la consecuencia lógica de que Dios existe, que Dios ha entrado en la Historia con Jesucristo; y que este Dios es, por decirlo de alguna manera, un Dios católico: con la confirmación de un dogma papal pronunciado cuatro años antes, y su petición a los sacerdotes de construir una capilla para ir en procesión, María remite a la Iglesia, a la jerarquía; además, en todas las apariciones lleva en la mano un rosario. Si, en base a la Historia, se puede decir que Lourdes es verdad, entonces es también verdad todo lo que cree el pueblo católico.

-Hay un elemento sorprendente en Lourdes: la Virgen se muestra sonriendo, incluso riendo junto a Bernadette.
-En otras apariciones reconocidas, la Virgen llora, o se muestra seria, o se percibe triste. Lo extraordinario del relato de Bernadette es que la Virgen se muestra seria al hablar de los pecadores, pero sonríe la mayor parte del tiempo. Y que, en tres ocasiones, se echa a reír abiertamente. Es algo extraordinario. Bernadette no pudo inventarse esto. En la espiritualidad de ese tiempo, era impensable; a los curas de aquel tiempo les parecía incluso ofensivo, pero Bernadette decía que ellas «se reían como dos niñas».

-¿Quién es María para usted?
-Tengo la relación que tiene cualquier católico, la de un hijo con su Madre, una Madre a quien acogerme, sobre todo en momentos de necesidad. Yo soy amigo de Benedicto XVI, quien, cuando era cardenal, me confesó que, para él, la devoción mariana había sido progresiva a lo largo de su vida, pues de joven dudaba si se estaba exagerando con esta devoción. Con los años, ha ido descubriendo la importancia de la Madre de Jesús, y que Ella es una garantía de la verdad de su Hijo. Me explicaba que los cuatro dogmas sobre María, en realidad, son dogmas sobre Jesús. Este ir poco a poco ha sido también mi camino, ¡y ya llevo escritos cuatro libros sobre María! Ratzinger me ha enseñado que, tal como sea tu fe en María, así de sólida y segura será tu fe en Cristo. María no es un accesorio; la presencia de María es esencial para creer en Cristo.

-Ya que me habla del Papa Benedicto XVI, le quería preguntar por el Papa Francisco. ¿Cómo percibe usted el inicio de su pontificado?
-No me toca a mí juzgar al Papa, pero ciertamente ha habido mucha sorpresa, y yo personalmente estoy muy contento con este pontificado. El temperamento de Ratzinger es muy diferente al de Bergoglio, pero lo que cuenta es que el Papa es el maestro de la fe, maestro de la pastoral, y en esto el Papa Francisco está siendo muy valiente. Muchos han manifestado su perplejidad por el estilo del Papa, pero yo veo la Plaza de San Pedro llena de gente; hay muchos creyentes muy contentos; y personas antes hostiles han sido conquistadas por el Santo Padre. Aun así, debemos recordar que lo que cuenta no es el carácter del Papa, que sea simpático o no. Lo que cuenta es la figura del Papa, que es un regalo que Cristo mismo nos ha hecho, y que nos da una garantía de la ortodoxia y una ayuda para nuestra vida cotidiana.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Dios existe.

Dios existe yo me encontré con Él
Testimonios de un encuentro personal con Dios. 
Autor: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net

André Frossard, pensador francés del siglo XX, fue educado sin fe, en un ambiente familiar en que se pensaba que era anticuado oponerse a los creyentes, luchar contra la religión. La religión no tenía ningún valor. Él mismo declaraba: Éramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo... El ateísmo perfecto no era ya el que negaba la existencia de Dios, sino aquel que ni siquiera se planteaba el problema.

Una tarde, Willemin lo invita a cenar con él. Antes quiere rezar en una iglesia. Cogen el coche y vagan por las calles de París. En ese momento de su vida, todo le va bien, goza de buena salud y es feliz. Al entrar en la iglesia, observa a un grupo de religiosas que están rezando ante Jesús sacramentado, y a varios fieles. De repente le ocurre algo extraño.

Ve unos cirios, su mirada pasa de la sombra a la luz y ve una serie de prodigios que en un momento le cambian la vida. Comienza una vida espiritual, el cielo se abre y encuentra la verdad acompañada de una gran alegría. Y encuentra una nueva familia: la Iglesia, que lo acompañará en su nuevo caminar. Siente una gran presencia de Dios. Dice: Todo está dominado por la presencia, más allá y a través de una inmensa asamblea, de Aquel cuyo nombre jamás podría escribir sin que me viniese el temor de herir su ternura, ante Quien tengo la dicha de ser un niño perdonado, que se despierta para saber que todo es un regalo.

Ha sido un momento breve. André sale a la calle con su amigo, que lo observa con preocupación.

Pero ¿qué te pasa?
Soy católico... responde. Willemin está atónito, apostólico y romano. Willemin no comprende qué ha ocurrido, ve los ojos de André desorbitados, misteriosos. Dios existe, y todo es verdad.

El milagro se prolonga durante un mes. Cada mañana volvía a encontrar, con éxtasis, esa luz que hacía palidecer el día, esa dulzura que nunca habría de olvidar y que es toda mi ciencia teológica.

Cuando deja de repetirse el prodigio, André Frossard, acude a un sacerdote y se instruye sobre las verdades fundamentales de la fe cristiana. Quiere ser bautizado, quiere ser miembro de la Iglesia. Y André repetirá a lo largo de su vida: Dios existe. Yo me encontré con Él.

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el García Morente, gran filósofo, catedrático en la Universidad de Madrid, era públicamente conocido como ateo. Después de que mataran a su yerno, aunque Morente era apolítico, fue amenazado de muerte y tuvo que huir a París. 

Allí comenzó un periodo de angustias. Así, en París recuerda, el insomnio fue el estado casi normal de mis noches tristísimas. Cavilaba sobre su familia y sobre su suerte, pero también empezaba a verse de un modo distinto que antes:
También a veces repasaba en la memoria todo el curso de mi vida: veía lo infundada que era la especie de satisfacción modorrosa que sobre mí mismo había estado viviendo; percibía dolorosamente la incurable inquietud e inestabilidad espiritual en que de día en día había ido creciendo mi desasosiego.

El motivo principal de su angustia seguía inalterado: su familia. La idea de Dios llegó por primera vez a su cabeza: ¿sería un castigo de Dios? La primera vez que la idea castigo de Dios rozó su mente, fue cosa fugaz y transitoria, aunque después le pasarían cosas extrañas e incomprensibles. Poco a poco empezó a ver la mano de la Providencia, un poder incógnito, dueño absoluto del acontecer humano, arreglaba sin mí todo lo mío. Y seguían las dificultades; y, en su desesperación, daba vueltas y vueltas a su situación y al sentido mismo de la vida. 

Ya más tranquilo, pensaba en Dios; pero siempre en el Dios del deísmo, en el Dios de la pura filosofía, en ese Dios intelectual en el que se piensa pero al que no se reza. Dios humano, trascendente, inaccesible, puro ser lejanísimo, puro término de la mirada intelectual.

Pero seguía rebelde a que Dios pudiera jugar con él, no quería someterse al destino de Dios, no quería nada con ese Dios inflexible, cruel y despiadado. Y por pura rebeldía pensó en el suicidio, pero lo rechazó, pues el suicidio a nada conducía, nada resolvía. Estaba en un callejón sin salida. Puso la radio y oyó a César Frank; después, a Ravel. Siguió L´enfance de Jésus de Berlioz, bien cantada por un magnífico tenor.

Por fin consintió en pensamientos sobre la vida de Jesucristo. «Algo exquisito, suavísimo, de tal delicadeza y ternura que nadie puede oírlo con los ojos secos». Y cuando terminó, apagó la radio para no perturbar el estado de deliciosa paz en que esa música lo había sumergido y por su mente empezaron a desfilar imágenes de la vida de Jesús y se vio abrazado por Él. 

Aquello tuvo un efecto fulminante en mi alma. Por fin, quiso rezar de rodillas, pero había olvidado el Padrenuestro, recordó cómo su madre le había enseñado a rezar, reconstruyó el Padrenuestro, y el Avemaría... y de ahí no pudo pasar. No importaba demasiado; lo cierto era que una inmensa paz se había adueñado de mi alma. Y a partir de ese momento se sentía un hombre nuevo, dispuesto a ¡querer libremente lo que Dios quiera! He aquí el ápice supremo de la condición humana. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Fue entonces cuando Morente se decidió a comprar unos libros para formarse en la doctrina cristiana; y un día, Jesús se hizo presente de un modo misterioso, pero real; de un modo que no se podía percibir por los sentidos, pero se percibía. Allí estaba Él. Yo no lo veía, no lo oía, no lo tocaba. Pero Él estaba allí. [...] Y no podía caberme la menor duda de que era Él, puesto que lo percibía, aunque sin sensaciones. ¿Cómo es esto posible? Yo no lo sé

Cuando pudo reunirse con su familia en París, les dio la noticia de su conversión. En mayo de 1938 volvió a España con la intención de realizar los estudios preliminares al sacerdocio. Fue ordenado sacerdote en 1940. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Difundir a María. ( de www.santisimavirgen.com.ar)

Mensaje de conversión
Difundir mensajes de María. 
26-8-88                                                                                                         1500

Mi amada hija: Hoy como nunca Mis mensajes deben ser difundidos; hoy como nunca debe el mundo conocer Mis palabras, Mi urgente llamado a la conversión, Mi pedido de Consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Aún aguarda el Señor a las almas.
Gloria al Señor.
Predícalo.
 (Mensaje de María del Rosario de San Nicolás - Argentina) 
Comentario: 
Hay que hacer que los hombres escuchen los mensajes de María, la Madre de todos los hombres, puesto que Dios ha puesto los destinos del mundo en manos de la Virgen, y la última posibilidad de salvación depende de  la acogida que tenga la palabra de María, sus mensajes y apariciones, porque si despreciamos a la Virgen, que es la obra maestra del Altísimo y la criatura más amada por Él, entonces no habrá ya esperanza para la tierra.
Estamos a tiempo todavía. Cada uno, en el lugar donde esté, debe hacer carne los mensajes de la Virgen, y tratar de difundirlos por todos los medios, porque un buen hermano hace todo lo posible para que el llamado de su madre común llegue también a sus demás hermanos, los hijos de dicha Madre. También nosotros, que nos consideramos buenos hijos de María, tenemos que ayudar a todos los hombres a encontrar el camino que lleva al Cielo, como nosotros también lo hemos encontrado por gracia de Dios.
Muchas personas no conocen el gran amor que les tienen Dios y su Madre, y por eso andan errantes por la vida, haciendo el mal, y descorazonándose por los reveses de la vida. Es tiempo de que les llevemos esperanza a esos corazones para que se abran a la gracia de Dios, y el Señor y la Virgen puedan comenzar a obrar en esos corazones para salvarlos en el tiempo y en la eternidad.
De nosotros depende en gran parte, que muchas almas se salven.
No nos quedemos de brazos cruzados ni de labios cerrados, ya sea por no rezar y por no predicar y difundir los mensajes de la Virgen.

María la Madre de Dios.

Amó a Dios como sólo una madre puede amar.
María es la única mujer a quien Dios puede llamar madre y Jesús es el único Dios a quien una mujer puede llamar Hijo. 
Autor: P. Antonio Izquierdo y Florian Rodero | Fuente: Catholic.net

Nacer es tener una madre. Así ha sido y es para todo hombre; así ha sido para el mismo Dios, que se hizo hombre en el seno de una Virgen. Por eso, el título mariano de "Madre de Dios" es una de las verdades más consoladoras y más ennoblecedoras de la humanidad. El cristianismo no teme en afirmar que Dios se ha acunado en los brazos de una mujer. Una mujer, María de Nazaret, que es madre en su cuerpo y sobre todo madre en su corazón, como bellamente nos enseña san Agustín.

1. Al ritmo de la vida de Cristo. Entre la vida de Jesús y la de María hay una estupenda sincronía y un paralelismo magnífico de misterio y de donación. Junto a la Encarnación del Verbo está la Inmaculada Concepción; con el nacimiento de Jesús se relaciona inseparablemente la maternidad de María; a los pies de la cruz del Redentor se halla de pie, firme en su dolor, María, la corredentora; la ascensión de Jesús a los cielos tiene su paralelo en la asunción de María en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Vivir al ritmo de Cristo es vivir a ritmo de redención. Así vivió y vive en el cielo María. Ella se desvivió por Jesús en su vida terrena y vive con Jesús y por Jesús en el cielo. Ella no se pertenece, sino que es toda de su Hijo. Su misión es su Hijo, en la historia y en el siempre de la eternidad.

2. Múltiples relaciones. María mantiene diversas relaciones con la Iglesia. Es modelo de virtudes para todos los cristianos. Es Madre de la Iglesia, como la proclamó Pablo VI, pues ésta prolonga a Jesucristo místicamente en la historia. Es, al igual que la Iglesia, esposa del Espíritu y virgen fecunda que engendra continuamente hijos para Dios. Es espejo radiante de gracia y santidad, es pastora solícita del rebaño de Cristo, es abogada y protectora de los pecadores. Estas relaciones de María con la Iglesia y con sus hijos son relaciones vivas, ardientes, profundamente enclavadas en el alma cristiana, como se puede ver acudiendo a los santuarios de devoción mariana. ¿Y nuestras relaciones con María?

La Iglesia nos recomienda una veneración profunda hacia María. Una veneración que entraña una mezcla de algo sagrado y filial, cercano y misterioso. Sí, porque María es nuestra madre, pero al mismo tiempo está toda ella envuelta en el misterio de Dios. Una veneración, por ello, que nace de la profundidad de la fe, pero que toca también la superficie de nuestra sensibilidad. Es toda nuestra persona la que venera a María. Veneramos a María pero no la adoramos, solo se adora a Dios.

3. Madre del Hijo de Dios. María es la única mujer a quien Dios puede llamar madre y Jesús es el único Dios a quien una mujer puede llamar Hijo. En su seno Dios se instaló, creció, se hizo bebé. En sus brazos se acunó, en sus ojos se miró, sobre su pecho se durmió. Cogido de su mano comenzó a dar los primeros pasos por el mundo. Con sus besos María lo ungió de cariño y ternura, con sus labios le habló y le enseñó el lenguaje de su pueblo. Con su corazón lo amó, como sólo una madre puede amar.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Eucaristía y sufrimiento
¿Cuáles son los sufrimientos que experimenta Cristo en la Eucaristía? 
Autor: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net

Jesús ha sido, es y será el varón de los dolores: rechazado, perseguido, incomprendido, criticado, atacado.

¿Cuáles son los sufrimientos que experimenta Cristo en la eucaristía?
  • El abandono de muchos que no vienen, que no lo visitan, que no lo reciben en la comunión.
  • La profanación brutal de quienes entraron en las Iglesias, saquearon, rompieron, abrieron Sagrarios, tiraron y pisotearon las Hostias consagradas.
  • Los sacrilegios de quienes comulgaron sin las debidas disposiciones del alma, es decir, estando en pecado grave.
  • Las distracciones de tantos cristianos que vienen a misa y están mirando quién entra, quién sale, quién pasa.
  • La falta de unción, delicadeza de los sacerdotes que no celebran la misa con fervor, con atención, pues la celebran con prisa, rápidamente, tal vez omitiendo una lectura, el sermón.
  • Iglesias destartaladas, llenas de polvo, manteles sucios, cálices en mal estado.
  • Comuniones en manos sucias, partículas consagradas que se pierden, donde está también todo entero Jesús Eucaristía.
  • Gente que habla durante la misa o en alguna otra ceremonia litúrgica.
  • Sufrimientos porque no hay sacerdotes que puedan celebrar la eucaristía en tantos pueblos.
  • Burlas, risas, carcajadas de gente sin fe, sin respeto, irreverentes.

    ¡Lo que no ha sufrido Jesús a lo largo de estos veintiún siglos! ¡Cómo le gustaría a Él salir, airearse, gritar que nos ama! Y sin embargo está encerrado, en silencio, como el eterno prisionero.

    ¿Cómo sufre Jesús estos atropellos?

    Con paciencia y en silencio, al igual que cuando Judas en la pasión llegó y lo besó con beso traicionero y los enemigos lo atacaron, lo escupieron, lo golpearon. Él nada dijo, calló y sufrió en silencio. Así también ahora en la eucaristía sufre todas estas ofensas con gran paciencia, esperando que algún día valoremos y respetemos en su justa medida este Sacramento del Altar.

    Sufre también con amor. Quiere ganarnos a base de amor, atrayéndonos con lazos de amistad. Este amor es un amor de entrega, de sacrificio.

    Y con dolor. Sufre una vez más su pasión y muerte.

    ¿Por qué y para qué sufrir?

    El problema está en sufrir sin sentido. Y es este sufrimiento sin sentido el que escuece y levanta las rebeldías, a veces hasta las alturas de la exageración. Y hay quienes se cierran a cal y canto, y reaccionan ciegamente en medio de un resentimiento total y estéril en que acaban por quemarse por completo.

    ¿Qué hacemos con el dolor?

    Está la actitud de quienes lo quieren eliminar. De hecho, la medicina busca este objetivo. El sufrimiento físico que se pueda eliminar, no está mal.

    Asimilarlo. Para participar con Cristo en la redención. "Sufro en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia". Como Job, que después de todas las luchas, ya no formula preguntas, ni defiende su inocencia, sino que queda en silencio, dobla las rodillas y se postra en el suelo hasta tocar su frente con el polvo, y adora: "Sé que eres poderoso, he hablado como un hombre ignorante. Por eso retracto mis palabras, me arrepiento en el polvo y la ceniza" (Job 42, 1-6).

    Está claro: adorando, todo se entiende. Cuando las rodillas se doblan, el corazón se inclina, la mente se calla ante enigmas que nos sobrepasan definitivamente, entonces las rebeldías se las lleva el viento, las angustias se evaporan y la paz llena todos los espacios de nuestra alma.
  • domingo, 10 de noviembre de 2013

    María en la vida oculta de Jesús.

    María en la vida oculta de Jesús
    Una vida humilde y oscura a los ojos del mundo puede irradiar el amor y la paz de Cristo. 
    Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net


    Los evangelios ofrecen pocas y escuetas noticias sobre los años que la Sagrada Familia vivió en Nazaret. San Mateo refiere que san José, después del regreso de Egipto, tomó la decisión de establecer la morada de la Sagrada Familia en Nazaret (cf. Mt 2, 22-23), pero no da ninguna otra información, excepto que José era carpintero (cf. Mt 13, 55). Por su parte, san Lucas habla dos veces de la vuelta de la Sagrada Familia a Nazaret (cf. Lc 2, 39 y 51) y da dos breves indicaciones sobre los años de la niñez de Jesús, antes y después del episodio de la peregrinación a Jerusalén: "El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él" (Lc 2, 40), y "Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres" (Lc 2, 52).

    Al hacer estas breves anotaciones sobre la vida de Jesús, san Lucas refiere probablemente los recuerdos de María acerca de ese periodo de profunda intimidad con su Hijo. La unión entre Jesús y la "llena de gracia" supera con mucho la que normalmente existe entre una madre y un hijo, porque está arraigada en una particular condición sobrenatural y está reforzada por la especial conformidad de ambos con la voluntad divina.

    Así pues, podemos deducir que el clima de serenidad y paz que existía en la casa de Nazaret y la constante orientación hacia el cumplimiento del proyecto divino conferían a la unión entre la madre y el hijo una profundidad extraordinaria e irrepetible.

    En María la conciencia de que cumplía una misión que Dios le había encomendado atribuía un significado más alto a su vida diaria. Los sencillos y humildes quehaceres de cada día asumían, a sus ojos, un valor singular, pues los vivía como servicio a la misión de Cristo.

    El ejemplo de María ilumina y estimula la experiencia de tantas mujeres que realizan sus labores diarias exclusivamente entre las paredes del hogar. Se trata de un trabajo humilde, oculto, repetitivo que, a menudo, no se aprecia bastante. Con todo, los muchos años que vivió María en la casa de Nazaret revelan sus enormes potencialidades de amor auténtico y, por consiguiente, de salvación. En efecto, la sencillez de la vida de tantas amas de casa, que consideran como misión de servicio y de amor, encierra un valor extraordinario a los ojos del Señor.

    Y se puede muy bien decir que para María la vida en Nazaret no estaba dominada por la monotonía. En el contacto con Jesús, mientras crecía, se esforzaba por penetrar en el misterio de su Hijo, contemplando y adorando. Dice san Lucas: "María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón" (Lc 2, 19; cf. 2, 51).

    "Todas estas cosas" son los acontecimientos de los que ella había sido, a la vez, protagonista y espectadora, comenzando por la Anunciación, pero sobre todo es la vida del Niño. Cada día de intimidad con él constituye una invitación a conocerlo mejor, a descubrir más profundamente el significado de su presencia y el misterio de su persona.

    Alguien podría pensar que a María le resultaba fácil creer, dado que vivía a diario en contacto con Jesús. Pero es preciso recordar, al respecto, que habitualmente permanecían ocultos los aspectos singulares de la personalidad de su Hijo. Aunque su manera de actuar era ejemplar, él vivía una vida semejante a la de tantos coetáneos suyos.

    Durante los treinta años de su permanencia en Nazaret, Jesús no revela sus cualidades sobrenaturales y no realiza gestos prodigiosos. Ante las primeras manifestaciones extraordinarias de su personalidad, relacionadas con el inicio de su predicación, sus familiares (llamados en el evangelio "hermanos") se asumen -según una interpretación- la responsabilidad de devolverlo a su casa, porque consideran que su comportamiento no es normal (cf. Mc 3, 21).

    En el clima de Nazaret, digno y marcado por el trabajo, María se esforzaba por comprender la trama providencial de la misión de su Hijo. A este respecto, para la Madre fue objeto de particular reflexión la frase que Jesús pronunció en el templo de Jerusalén a la edad de doce años: "¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2, 49). Meditando en esas palabras, María podía comprender mejor el sentido de la filiación divina de Jesús y el de su maternidad, esforzándose por descubrir en el comportamiento de su Hijo los rasgos que revelaban su semejanza con Aquel que él llamaba "mi Padre".

    La comunión de vida con Jesús, en la casa de Nazaret, llevó a María no sólo a avanzar"en la peregrinación de la fe" (Lumen gentium, 58), sino también en la esperanza. Esta virtud, alimentada y sostenida en el recuerdo de la Anunciación y de las palabras de Simeón, abraza toda su existencia terrena, pero la practicó particularmente en los treinta años de silencio y ocultamiento que pasó en Nazaret.

    Entre las paredes del hogar la Virgen vive la esperanza de forma excelsa; sabe que no puede quedar defraudada, aunque no conoce los tiempos y los modos con que Dios realizará su promesa. En la oscuridad de la fe, y a falta de signos extraordinarios que anuncien el inicio de la misión mesiánica de su Hijo, ella espera, más allá de toda evidencia, aguardando de Dios el cumplimiento de la promesa.

    La casa de Nazaret, ambiente de crecimiento de la fe y de la esperanza, se convierte en lugar de un alto testimonio de la caridad. El amor que Cristo deseaba extender en el mundo se enciende y arde ante todo en el corazón de la Madre; es precisamente en el hogar donde se prepara el anuncio del evangelio de la caridad divina.

    Dirigiendo la mirada a Nazaret y contemplando el misterio de la vida oculta de Jesús y de la Virgen, somos invitados a meditar una vez más en el misterio de nuestra vida misma que, como recuerda san Pablo, "está oculta con Cristo en Dios" (Col 3, 3).

    A menudo se trata de una vida humilde y oscura a los ojos del mundo, pero que, en la escuela de María, puede revelar potencialidades inesperadas de salvación, irradiando el amor y la paz de Cristo. 

    La medalla milagrosa.



    Medalla Milagrosa.
    En el año 1830, en la Casa Madre de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, en París, Francia, la Santísima Virgen se apareció en tres oportunidades a una humilde y piadosa novicia, Sor Catalina Labouré. En las tres oportunidades, Catalina vio a la Santísima Virgen, recibió mensajes y fue tratada con amorosa y maternal atención.
    PRIMERA APARICIÓN: Relató la vidente de la Santísima Virgen a su confesor que hacia las11:30 horas de la noche del 18 de julio, oyó que alguien la llamaba por su nombre: "Sor Labouré, Sor Labouré ven a la capilla. Allí te espera la Santísima Virgen"
    Quien la llamaba era un niño pequeño y él mismo la condujo hasta la capilla.
    Catalina se puso a rezar y después de oír un ruido semejante al roce de un vestido de seda, vio a la Santísima Virgen sentada al lado del Altar. Catalina fue hacia Ella, cayó de rodillas apoyando sus manos en las rodillas de la Santísima Virgen y oyó una voz que le dijo: "Hija mía, Dios quiere encomendarte una misión... tendrás que sufrir, pero lo soportarás porque lo que vas a hacer será para Gloria de Dios. Serás contradecida, pero tendrás gracias. No temas".
    La Santísima Virgen señaló al pie del Altar y recomendó a Catalina acudir allí en los momentos de pena a desahogar su corazón pues allí, dijo, serán derramadas las gracias que grandes y chicos pidan con confianza y sencillez.
    SEGUNDA APARICIÓN: Esta es la aparición en que la Santísima Virgen comunica a Su vidente el mensaje que quiere transmitir. Esta aparición tiene tres momentos distintos:
    Dijo Catalina a su confesor que a la hora de la oración hacia las 5:30 de la tarde del 27 de Noviembre, oyó nuevamente el ruido semejante al roce de la seda y vio a la Santísima Virgen.
    Primer momento (La Virgen del globo): La Santísima Virgen estaba en pie, sobre la mitad de un globo aplastando con sus pies a una serpiente. Tenía un vestido cerrado de seda aurora, mangas lisas; un velo blanco le cubría la cabeza y le caía por ambos lados. En sus manos, a la altura del pecho, sostenía un globo con una pequeña cruz en su parte superior. La Santísima Virgen ofrecía ese globo al Señor, con tono suplicante. Sus dedos tenían anillos con piedras, algunas de las cuales despedían luz y otras no. La Santísima Virgen bajó la mirada. Y Catalina oyó: "Este globo que ves, representa al mundo y a cada uno en particular. Los rayos de luz son el símbolo de las gracias que obtengo para quienes me las piden. Las piedras que no arrojan rayos, son las gracias que dejan de pedirme": El globo desapareció.
    Segundo momento (Anverso de la medalla): Cuando el globo desapareció, las manos de la Santísima Virgen se extendieron resplandecientes de luz hacia la tierra, los haces de luz, no dejaban ver sus pies. Se formó un cuadro ovalado alrededor de la Santísima Virgen y en semicírculo, comenzando a la altura de la mano derecha, pasando sobre la cabeza de la Santísima Virgen y terminando a la altura de la mano izquierda, se leía:
    "OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS, QUE RECURRIMOS A TI"
    Catalina oyó una voz que le dijo: "Haz acuñar una medalla según este modelo, las personas que la lleven en el cuello recibirán grandes gracias: las gracias serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza".
    Tercer momento (El reverso de la Medalla): El cuadro se dio vuelta mostrando la letra M, coronada con una cruz apoyada sobre una barra y debajo de la letra M, los Sagrados Corazones de Jesús y de María, que Catalina distinguió porque uno estaba coronado de espinas y el otro traspasado por una espada. Alrededor del monograma había doce estrellas.
    TERCERA APARICIÓN: En el curso del mes de diciembre del mismo año, Catalina fue favorecida con una nueva aparición, similar a la del 27 de Noviembre.
    También durante la oración de la tarde. Catalina recibió nuevamente la orden dada por la Santísima Virgen de hacer acuñar una medalla, según el modelo que se le había mostradoel 27 de Noviembre, y que se le mostró nuevamente en esta aparición. Quiso la Santísima Virgen que su vidente tuviera muy claros los simbolismos de su aparición, por eso insistió de una manera especial que el globo que ella tiene en sus manos, representa al mundo entero y cada persona en particular; en que los rayos de luz que arrojan las piedras de sus anillos, son las gracias que Ella consigue para las personas que se las piden, que las piedras que no arrojan rayos, son las gracias que dejan de pedirle; que el Altar es el lugar a donde deben recurrir grandes y chicos, con confianza y sencillez, a desahogar sus penas.
    Después de vencer Catalina todos los obstáculos y contradicciones que le había anunciado la Santísima Virgen, en el año 1832, las autoridades eclesiásticas aprobaron la acuñación de la medalla. Una vez acuñada, se difundió rápidamente.
    Fueron tantos y tan abundantes los milagros obtenidos a través de ella, que se la llamó, la MEDALLA que cura, la MEDALLA que salva, la MEDALLA que obra milagros, y finalmente la MEDALLA MILAGROSA..

    martes, 5 de noviembre de 2013

    Glorias de María.

    Lectura espiritual

    María, abogada compasiva, no rehúsa defender la causa de los más desdichados 
    1. María, compasiva con todos 
    Son tantos los motivos que tenemos para amar a esta nuestra amorosa Reina, que si en toda la tierra se alabase a María, si en todas las predicaciones sólo se hablase de María, y todos los hombres dieran la vida por María, todo esto sería poco en comparación a la gratitud que le debemos por el amor tan excesivamente tierno que ella tiene para todos los hombres, aunque sean los más miserables pecadores, si conservan para con ella algún afecto y devoción.
    Decía el V. Raimundo Jordano, que por humildad se llamaba el Idiota, que María no puede dejar de amar a quien le ama, y no se desdeña de servir a quien le sirve, empleando, en favor de los pecadores, todo su poder de intercesión para conseguir de su Hijo divino, el perdón para esos siervos que la aman. Es tanta su benignidad y misericordia, prosigue diciendo, que ninguno, por perdido que se vea, debe temer postrarse a sus pies, pues no rechaza a nadie de los que a ella acuden. María, como amantísima abogada nuestra, ella misma ofrece a Dios las plegarias de sus siervos y señaladamente las que a ella se dirigen; porque así como el Hijo intercede por nosotros ante el Padre, así ella intercede por nosotros ante el Hijo y no deja de tratar ante ambos, el negocio de nuestra salvación y de obtenernos las gracias que le pedimos. Con razón Dionisio Cartujano llama a la Virgen Santísima especial refugio de los abandonados, esperanza de los miserables y abogada de todos los pecadores que a ella acuden.
    Pero si se encontrara un pecador que no dudara de su poder, pero sí de la bondad de María, temeroso de que ella no quisiera ayudarlo por la gravedad de sus culpas, lo anima san Buenaventura diciéndole: “Grande y singular es el privilegio que tiene María ante su Hijo, de obtener cuanto quiere con sus plegarias. Pero ¿de qué nos serviría este gran poder de María si no pensara en preocuparse de nosotros? No, no dudemos, estemos seguros y demos siempre gracias al Señor y a su divina Madre, porque si delante de Dios es más poderosa que todos los santos, así también es la abogada más amorosa y solícita de nuestro bien. Exclama jubiloso san Germán: “Oh Madre de misericordia ¿Quién, después de tu Jesús, tiene tanto interés por nosotros y por nuestro bien como tú? ¿Quién nos defiende en nuestros trabajos y aflicciones, como nos defiendes tú? ¿Quién como tú, se pone a defender a los pecadores combatiendo a su favor? Tu protección, oh María, es más poderosa y cariñosa de lo que nosotros podemos imaginar”. Dice el Idiota, que todos los demás santos, pueden con su patrocinio, ayudar más a sus devotos que a los que no lo son, pero la Madre de Dios, como es la Reina de todos, así es también la abogada de todos. 
    2. María, siempre a punto para socorrernos 
    Ella se preocupa de todos, aun de los más pecadores, y le agrada que la llamen Abogada, como ella misma lo declaró a la V. sor María Villani, diciéndole: “Yo, después del título de Madre de Dios, me glorío de ser llamada abogada de los pecadores”. Dice el B. Amadeo, que nuestra Reina, no deja de estar ante la presencia de la divina Majestad, intercediendo continuamente por nosotros con sus poderosas plegarias. Y como conoce en el cielo nuestras miserias y necesidades, no puede dejar de compadecerse; por lo que, con afecto de madre, llena de compasión por nosotros, piadosa y benigna, busca siempre el modo de socorrernos y salvarnos. Por eso Ricardo de San Lorenzo anima a todos por miserables que sean, a recurrir con confianza a esta dulce abogada, teniendo por seguro que la encontrará siempre dispuestísima a ayudarlo. El abad Godofredo dice también que María está siempre atenta a rogar por todos.
    Exclama san Bernardo: “¡Con cuánta eficacia y amor trata el asunto de nuestra salvación esta buenísima abogada nuestra!” San Agustín meditando el amor y el empeño con que María se empeña continuamente en rogar por nosotros a su divina Majestad para que el Señor nos perdone los pecados, nos asista con su gracia, nos libre de los peligros y nos alivie de nuestras miserias, dice hablando con la Santísima Virgen: “Eres única en la solicitud por ayudarnos desde el cielo”. Quiere decir: Señora, es verdad que todos los santos quieren nuestra salvación y rezan por nosotros; pero la caridad y ternura que tú nos demuestras en el cielo al obtenernos con tus plegarias tantas misericordias de Dios, nos fuerza a proclamar que no tenemos en el cielo otra abogada más que a ti, y que tú eres la más solícita y deseosa de nuestro bien. ¿Quién podrá comprender la solicitud con que siempre intercede María ante Dios a favor nuestro? Dice san Germán: “No se sacia de defendernos”. Hermosa expresión: Es tanta la piedad y tanto el amor que siente María por nosotros y tanto el amor que nos profesa, que siempre ruega y torna a rogar, y nunca se sacia de rogar por nosotros, y con sus ruegos no se cansa de defendernos.
    Pobres de nosotros pecadores, si no tuviéramos esta excelsa abogada, tan poderosa, tan piadosa, y a la vez, tan prudente y sabia, que el juez, su Hijo, no puede condenar a los reos que ella defiende, así lo dice Ricardo de San Lorenzo. Las causas defendidas por esta abogada sapientísima, todas se ganan. San Juan Geómetra la saluda: Salve, árbitra que dirime todas nuestras querellas. Es que todas las causas que defiende esta sapientísima abogada, se ganan. Por eso san Buenaventura la llama la sabia Abigail. Fue Abigail la mujer que supo aplacar con sus hermosas súplicas a David cuando estaba enojado contra Nabal, de manera que el mismo David la bendijo agradeciéndola que con sus dulces maneras le hubiera impedido vengarse de Nabal con sus propias manos: “Bendita tú que me has impedido tomar venganza derramando su sangre con mis manos” (1R 25, 33). Esto es precisamente lo que hace María de continuo en el cielo en beneficio de los pecadores; ella, con sus plegarias tiernas y sabias, sabe de tal manera aplacar a la divina Justicia, que Dios mismo la bendice y como que le da las gracias porque así le impida abandonar y castigar a los pecadores como se merecen. Por eso, dice san Bernardo, el eterno Padre porque quiere ejercer toda la misericordia posible, además de tener junto a sí a nuestro principal abogado Jesucristo, nos ha dado a María como abogada ante Jesús. 
    3. María personifica la misericordia de Dios 
    No hay duda, dice san Bernardo de que Jesús es el único mediador de justicia entre los hombres y Dios, quien en virtud de sus propios méritos, puede y quiere, según sus promesas, obtenernos el perdón y la divina gracia; pero porque los hombres reconocen y temen en Jesucristo su Majestad divina, que en él reside como Dios, por eso fue preciso asignar otra abogada a la que pudiéramos recurrir con menos temor y más confianza; y ésta es María, fuera de la cual no podemos encontrar abogada más poderosa ante la divina Majestad y más misericordiosa para con nosotros. Estas son sus hermosas palabras “El fiel y poderoso, es el mediador entre Dios y los hombres; pero los hombres tienen en él la Majestad. Es por tanto necesario que haya un mediador para con el mismo mediador; y nadie más útil para nosotros que María”. Pero gran injuria haría a la piedad de María, sigue diciendo el santo, el que aún temiera acudir a los pies de esta abogada dulcísima, que nada tiene de severo ni terrible, sino que es del todo cortés, amable y benigna. Lee y vuelve a leer cuanto quieras, sigue diciendo san Bernardo, todo lo que se narra en los Evangelios, y si encuentras algún rastro de severidad en María, entonces puedes temer acercarte a ella. Pues no la encontrarás; por lo cual recurre gozosamente a ella, porque te salvará con su intercesión.
    Es muy hermosa la exclamación que pone Guillermo de París, en boca del pecador que recurre a María, diciendo: “A ti acudiré y hasta en ti me refugiaré, Madre de Dios, a la que toda la reunión de los santos aclama como Madre de misericordia”. Madre de Dios, yo, en el estado miserable a que me veo reducido por mis pecados, recurro a ti, lleno de confianza; y aunque pareciera que me desechas, yo te recuerdo que estás en cierto modo obligada a ayudar, pues todos los fieles en la Iglesia, te llaman y proclaman Madre de misericordia. “Tú, en verdad, cuya generosidad te hace incapaz de repulsas, cuya misericordia nunca a nadie le falló, cuya amabilidad extraordinaria nunca despreció a nadie que te invocó, por pecador que fuera”... Tú, María, eres la que, por ser tan bien amada de Dios, siempre eres por él escuchada; tu gran piedad jamás le ha fallado a nadie; tu afabilidad, jamás te ha permitido despreciar a un pecador, por enormes que fueran sus faltas, si a ti se ha encomendado. ¿Es que, tal vez falsamente y en vano toda la Iglesia te aclama como su abogada y refugio de los miserables? jamás suceda, Madre mía, que mis culpas puedan impedirte cumplir el gran oficio de piedad que tienes, y con el que eres a la vez, abogada y medianera de paz entre Dios y los hombres, y después de tu Hijo, la única esperanza y el refugio seguro de los miserables. Todo lo que tienes de gracia y de gloria, y la misma grandeza de ser Madre de Dios –si así se puede hablar– lo debes a los pecadores, ya que para salvarlos, Dios te ha hecho su Madre. Lejos de pensar acerca de esta Madre de dios, que dio a luz al mundo el manantial de la piedad, que ella vaya a negar su misericordia a un infeliz que a ella recurre. Puesto que tu oficio, María, es ser pacificadora entre Dios y los hombres, que te mueva a socorrerme tu gran piedad, que es incomparablemente superior a todos mis vicios y pecados.
    Consolaos, pues, pusilánimes –diré con santo Tomás de Villanueva– respirad y cobrad ánimo, desventurados pecadores: Esta Virgen excelsa, que es la Madre de vuestro Dios y vuestro Juez, ella misma es la abogada del género humano; idónea porque puede ante Dios cuanto quiere; sapientísima porque conoce todos los secretos para aplacarlo; y universal porque acoge a todos y no rehúsa defender a ninguno. 
    EJEMPLO 
    Singular favor de María a Beatriz 
    La piedad y compasión de María hacia el pecador bien se mostró en el caso de Beatriz, monja en el monasterio de Monte Eraldo, como lo refieren Cesáreo y el P. Rho.
    Esta infeliz religiosa, vencida por el amor desordenado a un joven, decidió fugarse con él. Y, en efecto, un día, la desdichada, fue ante la imagen de María y allí depositó las llaves del monasterio, pues era la portera, y se fugó.
    Marchando a un país lejano, vivió como mujer de la vida durante quince años. Sucedió que llegó por allí el proveedor del monasterio y ella, pensando que no la reconocería, le preguntó si conocía a sor Beatriz. Muy bien la conozco, le respondió: es una santa monja y ahora es una maestra de novicias. Ante esta noticia, ella quedó confusa y maravillada, no acertando a comprender qué había pasado. Y por cerciorarse, cambió de indumentaria y viajó al monasterio. Hizo llamar a sor Beatriz, y he aquí que se le presenta delante la Santísima Virgen en la figura de aquella imagen ante la que había dejado el hábito y las llaves. Y la Madre de Dios le habló así: “Has de saber, Beatriz, que yo, para impedir tu deshonor, he tomado tu figura, y he hecho tus veces durante estos quince años en que has vivido alejada del monasterio y de Dios, haciendo tus oficios. Hija, vuelve, haz penitencia, que mi Hijo aún te espera; y procura con una santa vida, conservar el buen nombre que te he conquistado”. Dicho esto desapareció.
    Beatriz entró en el monasterio, retomando el hábito de religiosa y, agradecida a tan gran misericordia de María vivió como una santa. Y en la hora de la muerte lo manifestó todo para gloria de esta gran Señora. 
    ORACIÓN A NUESTRA ABOGADA 
    Excelsa Madre de mi Señor, ya comprendo
    que mis ingratitudes, durante tantos años
    contigo y con Dios,
    hacen que yo merezca, con razón,
    que dejes tú de preocuparte de mí,
    ya que el ingrato no merece beneficios.
    Pero yo, sublime Señora,
    tengo un gran concepto de tu bondad,
    que es mucho mayor que mi ingratitud. 

    Prosigue, refugio de pecadores,
    y no dejes de socorrer a uno que en ti confía.
    Madre de misericordia, extiende tu mano,
    y levanta a un caído que implora tu piedad.
    María, o me defiendes tú,
    o me dices a quién debo acudir
    para que mejor que tú me defienda.
    Mas ¿dónde podré encontrar abogada ante Dios
    más compasiva y poderosa
    que tú, que eres su Madre? 

    Tú, al ser elegida como Madre del Salvador,
    has sido creada para salvar pecadores,
    y a mí me has sido otorgada
    para conseguirme la salvación.
    María, salva al que a ti recurre.
    Yo no merezco tu amor,
    pero el deseo que tienes de salvar a los perdidos,
    me hace tener confianza en que me amas.
    Y si tú me quieres ¿cómo me voy a perder? 

    Amada Madre mía,
    si me salvo por ti, como lo espero,
    ya no seré jamás ingrato;
    compensaré con alabanzas perpetuas,
    y con todo el amor del alma mía,
    mis ingratitudes pasadas
    y el amor que siempre me has tenido.
    En el cielo, donde reinas y reinarás por siempre,
    feliz cantaré tu misericordia,
    y besaré sin cesar esas manos amorosas
    que tantas veces me libraron del infierno
    cuantas yo lo merecí con mis pecados. 

    María, mi libertadora,
    mi esperanza, mi Reina y mi Abogada,
    Madre mía, yo te amo,
    y te quiero amar
    con todo el corazón y siempre.
    Amén, amén. Así lo espero, así sea. 

    (“Las Glorias de María” – San Alfonso María de Ligorio)

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    Las tres Avemarías.

    Las tres avemarias


    Una sencilla oración que, sin embargo, puede hacer muchísimo para honrar a nuestra madre.
    Se inicia pidiendo a María protección contra el pecado mortal:

    Por el Poder que te concedió Dios Padre (avemaría).
    Por la Sabiduría que te concedió Dios Hijo (avemaría).
    Por el Amor que te concedió  Dios Espíritu Santo (avemaría).

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