domingo, 25 de enero de 2015

Enseñanzas del Evangelio

Sin miedo al qué dirán.
Por todo aquel que se declare en favor mío ante los hombres, yo también me declararé en su favor ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos. (Mt 10, 32-33).
Enseñanza:
Si el mal se ha hecho tan arrogante y atrevido, es en parte porque los católicos estamos un poco amilanados y temerosos, prontos para negar a Dios, o al menos disimular que somos cristianos, si así lo requiere nuestra “prudencia”.
Pero esta “prudencia” que utilizamos tanto, no es más que una prudencia humana, no divina. Es un miedo que tenemos a decir ante cualquiera que somos cristianos, que somos de Cristo.
Tenemos que aprender a vencer esta vergüenza que sentimos ante los demás, de decirnos seguidores del Señor Jesús, porque aquí, en este pasaje del Evangelio, claramente nos advierte Él que si ante los hombres renegamos de Él, también Jesús nos negará ante el Padre eterno.
Es cierto que estamos en tiempos borrascosos y, como en pleno vía crucis camino al Calvario, son pocos los valientes que dan la cara por Cristo, como sucedió también en la Pasión del Señor. Son contados los que como la Verónica, saben decir ante el mundo, con palabras pero más con las obras, que aman a Cristo, que son sus seguidores.
Ojalá nosotros, a partir de hoy, digamos a los cuatro vientos que somos cristianos, porque como dice un santo, la dignidad de ser hijo de Dios, es una dignidad que está por encima de todo título de nobleza, y sería muy triste que ocultemos esta dignidad ante el mundo por miedo, que aunque nos critique y nos escarnezca, sabemos que Dios nos tiene en la palma de su mano, y que, llegado el Juicio de este mundo, seremos contados entre los testigos valientes que mostraron su catolicismo sin ambages.

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