martes, 31 de marzo de 2015

Lágrimas de Jesús y María

Virgen dolorosa
 
Jesus coronado
13 de Junio de 1995
Mensaje de Jesús.
El mundo nunca se preguntó, cuantas lágrimas derramé por vosotros durante mi Pasión y cuantas y amargas lágrimas derramó mi Santa Madre, para ayudar a la Redención, Yo les pido que honren cada lágrima que por vosotros derramé en esas horas amargas, prometo al que las honre rezando todos los días de su vida cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y cinco Gloria.
1) Asistirle junto a mi Santísima Madre, en la batalla final de su vida.
2) La conversión total de su alma.
3) Una verdadera contrición de sus pecados.
4) En el día del juicio, perdonarlo para que entre Conmigo en la Gloria.
Mensaje dado en Salta, Argentina.
Para ver más sobre esta aparición, visite el sitio oficial

lunes, 30 de marzo de 2015

Cristo nos ama incluso cuando nos atrevemos a negarlo
Lunes Santo. La caridad es ser capaz de servir hasta que ya no pueda mas. 

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

El día de hoy vamos a ponernos el cristal de la caridad, y bajo esta óptica contemplaremos la Última Cena.

¿Qué es la caridad? Si alguien quisiese definir la caridad, podría escribir libros enteros. Si alguien quisiese definir la caridad, podría llenar bibliotecas, o simplemente tomar una fuente con agua y lavar los pies a sus discípulos durante la cena: "[...] cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego hecha agua en un lebrillo y se pone a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido".

La caridad es ser capaz de servir hasta que ya no haya nada más que uno pueda hacer; la caridad es servir hasta la último. "No hay amor más grande que aquél del que da la vida por quien ama". Cristo, constantemente, va a unir su caridad con su muerte. Tanto es así, que la cruz va a ser la mayor expresión de caridad de Cristo.

Nos impresiona cuando vemos a Cristo rebajarse como un esclavo a lavar los pies, quizá no nos impresiona tanto el hecho de que Cristo no solamente lava como esclavo los pies a sus discípulos, sino que muere esclavo en la cruz por sus discípulos. La caridad, la verificación, el amor, la muerte de Cristo están inseparablemente unidos. La caridad de Cristo es una caridad que se ofrece en la separación de aquellos que ama. "Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis y a donde yo voy vosotros no podéis venir".

El amor de Cristo es un amor totalmente desinteresado, no es un amor que se busque a sí mismo. El amor de Cristo no busca la propia felicidad sino la felicidad de aquellos que ama. Cristo incluso va a aceptar la separación de aquellos que ama por amor; pero, al mismo tiempo, como todo auténtico amor, el amor de Cristo va a buscar en todo momento compartir, y por eso Jesucristo les dice a sus discípulos: "Como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros".

Cristo busca encarnar su amor en los que ama. Cristo busca que aquellos que Él ama también amen como Él: "En esto conocerán que sois mis discípulos: en que os tengáis amor unos a otros como yo os he amado". La caridad que no se transmite, la caridad que no se manifiesta, la caridad que no se encarna en aquellos que amamos no puede ser una caridad auténtica.

No hay que olvidar que el Maestro se nos presenta como modelo de caridad, como dirá San Juan, "en la glorificación", es decir, en la muerte, en el don absoluto de sí mismo por amor a los suyos. Éste es el don más grande que un hombre puede dar: el don de sí mismo. ¿Qué otra cosa podemos dar más que nosotros? Aun cuando hubiéramos terminado de dar mucho, todavía quedaríamos nosotros por darnos. ¿Qué más puede ofrecer un soldado a su señor, cuando ya lo ha dado todo? ¿Qué más puede ofrecer Cristo, cuando ya lo ha dado todo? ¿Qué más puedo ofrecer yo, como discípulo, cuando ya lo haya dado todo?

La caridad de Cristo tiene, además, una muy especial característica. En el Evangelio de San Mateo se dice: "aquél que me negare delante de los hombres yo le negaré delante de mi Padre celestial".Justamente en este contexto de caridad se introduce el misterio de la negación de Pedro. Sin embargo, Pedro no contaba con la última de las delicadezas de la caridad de Cristo. Dice el Evangelio: "Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde. Pedro le dice: ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti. Le responde Jesús: ¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces." 

La caridad ama aun cuando el amado nos niega. Así ama Cristo. Cristo no solamente ama cuando nosotros somos grandes apóstoles que entendemos perfectamente los planes del Señor sobre nosotros -¡qué fácil sería amar así!- Cristo ama incluso cuando nosotros nos atrevemos a negarlo. Y nos ama con un amor redentor, nos ama con un amor transformador, nos ama con un amor purificador, nos ama con un amor que es capaz de sacarnos del pozo donde nosotros podríamos vernos encerrados.

El amor de Cristo no es un amor que arrasa; es un amor que reconstruye, cuando el alma se deja reconstruir. Es un amor que hace que aquél que lo ha negado pueda amarlo a Él, como Cristo lo ama. ¿Cómo nos ha amado Cristo? Hasta dar su vida por nosotros. ¿Cómo tenemos que amar nosotros a Cristo? Hasta dar nuestra vida por Él.

San Juan va a unir la caridad con la obediencia y con el sacrificio en la obscuridad: "Si alguno ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él".

Cristo une caridad, obediencia y presencia de Dios. La esencia de toda santidad y de toda virtud cristiana está en la caridad. No hay presencia de Dios donde no hay caridad, no hay presencia de Dios donde no hay obediencia; y donde no hay obediencia, no hay caridad ni presencia de Dios; y donde no hay caridad no hay obediencia ni presencia de Dios.

Tendríamos que darnos cuenta que esta especie de trinidad es el corazón del cristiano. Presencia de Dios es obediencia y es caridad. Quien diga que tiene a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. Y quien quiera obedecer, primero tiene que amar. Y quien regatea con el egoísmo, no obedece ni tiene a Dios en su corazón. La caridad se hace obediencia y se hace presencia. Si no es así, la obediencia es vacía y la presencia ausencia. Solamente cuando hay esta presencia, esta caridad y esta obediencia, el hombre posee luminosidad para poder guiar su vida en la autenticidad.

"El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo cuanto os he dicho". La presencia amorosa de Dios en nosotros es la garantía de la luminosidad interior. No puedes guiar tu vida si estás cegado por el egoísmo. No puedes guiar tu vida si en tu interior no existe luminosidad y la disposición de vivir en la obediencia. No puedes guiar tu vida si en tu interior no existe la verdadera presencia de Dios. La caridad, como obediencia que se hace presencia, es la clave que Jesús mismo nos deja.

Después de hablar del amor, Cristo empieza hablando del Príncipe de este mundo. No hay que olvidar que la auténtica caridad se hace testimonio precisamente ante las persecuciones del Príncipe de este mundo. Y así como la luz expulsa la noche, y la obscuridad se ve alejada por la aurora, la caridad expulsa de nuestra vida al Príncipe de este mundo.

¿Quién no le tiene miedo al contagio del mundo del demonio y de la carne en su propia vida? ¿Alguien puede sentirse inmune a esto? ¿Alguien puede decir que tiene las manos limpias? Y, sin embargo, ¿cómo podemos resistir al Príncipe de este mundo? Sólo quien vive en la caridad tendrá la capacidad suficiente para desencadenarse una y otra vez del Príncipe de este mundo. Sólo el que tenga caridad como ley auténtica de su vida podrá estar liberándose de las ataduras que el Príncipe de este mundo le ponga a su corazón. Solamente quien no es capaz de vivir la caridad acabará por vivir con el demonio dentro del corazón.

La caridad es el testimonio del cristiano. Ante las asechanzas del demonio, que muchas veces podrá buscar encimarse, apoderarse de la vida del hombre, más aún, que muchas veces hará fracasar las obras buenas del hombre, sólo la caridad continuará siendo la coraza con la cual el hombre vence, con la cual el hombre es capaz -a pesar de los errores, a pesar de los fallos propios o de los demás-, de volver a amar y de entregarse.

No hay que tenerle miedo al demonio si en nosotros hay caridad, si en nosotros hay amor verdadero. No hay que tenerle miedo al demonio de las tentaciones y de las dificultades, en el seguimiento de Cristo, si en nosotros verdaderamente existe un corazón lleno de amor a Dios.

Aun cuando el corazón pueda estar en la soledad, en el abandono, en la dificultad y en la prueba, tenemos que saber que la caridad de Cristo se convierte en paz en nuestra alma, consuelo de nuestra soledad. "Os dejo la paz; mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegrarías[...]".

Éste es el rostro de la caridad que Cristo nos presenta. Una caridad que se ofrece, una caridad que se comparte, una caridad que se hace testimonio, una caridad que ama incluso en la negación del amor. Y al mismo tiempo, es una caridad que se convierte en presencia por la obediencia, es una caridad que no se contamina a pesar de las asechanzas del demonio o de la soledad en la que nosotros podamos vivir.

Este amor -lo vemos en Cristo-, no es simplemente un bonito sentimiento interior. Este amor tiene obras que efectivamente manifiestan el amor, obras que realmente realizan el amor, obras que demuestran que estamos auténticamente entregados a Cristo. Porque si no prestamos más que a aquellos de quienes esperamos recibir, ¿qué mérito tendremos que no tengan también los pecadores? Si no saludamos más que a los que nos saludan, ¿en qué nos diferenciamos de los gentiles? Y si no amamos más que a los que nos aman, ¿qué hacemos que no hagan también los publicanos?

También a nosotros se nos exige una caridad que se hace celo apostólico, como el mejor servicio hecho a los hombres. ¿Qué más les puedes dar a los hombres sino la presencia de Dios en sus corazones? No existe la caridad sin celo apostólico, no existe la caridad sin esfuerzo por conquistar a los hombres para Cristo. Y la podremos disfrazar de lo que queramos, pero sin celo apostólico que influya verdaderamente en las sociedades en las que vivimos, en los ambientes en los que nos movemos, no hay caridad. Sin un corazón que arda por sus hermanos los hombres, no hay caridad, porque Cristo, por amor a nosotros, busca introducir la presencia de Dios en nosotros. "En el que me ama moraremos".

¿Realmente mi amor a los hombres es un amor que busca hacer que la presencia de Dios esté dentro de mis hermanos? ¿O es un amor platónico, o es un amor romántico? ¿O es un amor que arde, y porque arde quema, y porque quema transforma, y transforma en celo apostólico?

Cuando revisemos la caridad, veamos el amor de Cristo por nosotros, veamos nuestro amor por Cristo, veamos nuestro corazón, y veamos si verdaderamente hay caridad que es obediencia y es presencia. Pero nunca olvidemos la tercera dimensión de la caridad: el celo apostólico.

Recordemos que se nos va a exigir. "Tuve hambre y no me diste de comer; tuve sed y no me diste de beber; estuve desnudo y no me vestiste, en la cárcel, enfermo y no me fuiste a ver". Si a ésos, Cristo los manda lejos de sí, lejos del amor, lejos de la vida eterna, ¿qué será de aquellos que le negaron a sus hermanos los hombres, por falta de caridad, la presencia de Dios en su corazón? ¿Qué será de aquellos que, llevados por la pereza o por la soledad, o por el Príncipe de este mundo, o por el orgullo, se permitieron el lujo de no llenar el corazón de sus hermanos los hombres con la presencia del Señor?

sábado, 28 de marzo de 2015


Visita guiada a los Museos Vaticanos para 150 «sin techo»

26 de mar de 2015
El Papa se asomó sorpresivamente por la Capilla Sixtina y saludó a los presentes: necesito que personas como ustedes recen por mí.
«Siempre había deseado visitar los Museos Vaticanos, pero, ¿cómo le hacía sin dinero?». Mauro es un “clochard” italiano. Vive en las calles de los alrededores del Vaticano, en compañía de otros “sin techo” polacos. Con el paso del tiempo, conoció al Limosnero del Papa, mons. Konrad Krajewski, y se involucró en sus iniciativas. Fue uno de los que distribuyeron los Evangelios de bolsillo a los fieles en la Plaza San Pedro durante el Ángelus de Papa Francisco el domingo pasado. Frecuenta los baños inaugurados bajo la columnata de Bernini en la Plaza, además de las duchas y la barbería. Ayer por la noche, alrededor de las 20 horas, el arzobispo polaco se presentó en el lugar en el que Mauro y otros sin techo duermen para invitarlos a visitar los Museos Vaticanos hoy por la tarde. En el boletito blanco se lee: «Museos Vaticanos –Capilla Sixtina, jueves 26 de marzo de 2015». Además se indica la hora y el lugar de la cita.
Los 150 visitantes acababan de llegar a la Capilla Sixtina, hacia las 17, «cuando se asomó el Santo Padre, acompañado por un mayordomo», dijo el vicedirector de la sala de prensa de la Santa Sede, el padre Ciro Benedettini. Saludó a cada uno y les dio:»Bienvenidos. Esta es la casa de todos, es su casa. Las puertas siempre están abiertas para todos».
Son 150 las personas sin hogar que visitaron los museos más famosos del mundo. «Me dio un boletito para entrar y me dijo que si no podía venir que le dijera a algún otro, pero insistió en que le daría gusto que viniera». ¿Quién dijo que el arte es menos importante que un plato caliente? «No sé qué vamos a visitar, pero tengo mucha curiosidad: siempre hay fila frente a los Museos Vaticanos, los turistas están muy emocionados», explicó Mauro.
La cita para la visita fue fijada a las 15 frente a la entrada del Petriano, al lado del ex-Santo Oficio. Divididos en tres grupos, y cada uno encomendado a un guía turístico, los “sin techo” entraron por el ingreso vigilado por la Guardia Suiza, con todo y sus auriculares para escuchar las explicaciones. Los acompañaba un joven sacerdote polaco. «Antes de llegar a los Museos –escribió “L’Osservatore Romano” – los grupos podrán disfrutar de un recorrido privilegiado dentro del Estado, pasando frente a la Casa Santa Marta», en donde vive Papa Francisco. «Después proseguirán por detrás del ábside de la Basílica de San Pedro, atravesarán la Plaza de la Zecca, la calle de los Jardines y el Portón de Gregorio». La primera sección de los Museos que visitarán es la que acaba de ser reestructurada del Padellón de las Carrozas, después subirán a las salas de los Candelabros y de los Mapas geográficos, hasta llegar a la Capilla Sixtina. La obra maestra de Miguel Ángel será un espectáculo reservado exclusivamente para los huéspedes de la Limosnería, pues para la ocasión se anticipó el cierre al público en general (la última entrada fue a las 16). La visita concluirá alrededor de las 19. Pero antes habrá una oración común que concluirá la visita, y después todo el grupo se dirigirá hacia la cafetería de los Museos Vaticanos para cenar; y Pino, indigente de Cerdeña, sólo se espera «lo que nos dará el convento».
fuente: Vatican Insider
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Qué es la conversión?

(Etim. Del Latín clásico converto, conversio, cambiar).
Conversión es la vuelta al Padre del que se había alejado por el pecado. También se aplica a los que descubren y entran en la Iglesia Católica.
La conversión es cambio de vida fruto de un encuentro con Jesucristo que nos lleva a ver la vida centrada en El y ordenada en la moral. La conversión es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la redención de Cristo que murió en la cruz para reconciliarnos con el Padre. La conversión es esencial para ser discípulos de Cristo y salvarnos.
Según el viejo aforismo de que las ideas gobiernan el mundo, si queremos el cambio de costumbres tenemos que propiciar el cambio de ideas. "La conversión es un cambio profundo en la mentalidad, en las motivaciones, en el sentido de la vida. Derribar todo el interior ruinoso del edificio para hacer una nueva distribución."
Ese cambio de mentalidad, de motivaciones era lo que buscaban los profetas con su predicación y el mismo Jesucristo lo procuraba cuando se dirigía a las multitudes con su palabra inflamada llena de comparaciones, de ejemplos o parábolas y enseñando todo el contenido de su mensaje salvador a través de la palabra y del testimonio de su propia vida.
Ya que todos somos pecadores, todos necesitamos continua conversión.
Fuente: Convertios.com

Devoción a la Santa Faz de Jesús

Jesucristo Nuestro Señor ha concedido gracias enormes a los devotos de Su Santa Faz. Enraizada en la vida de la Iglesia, ya místicas como Santa Gertrudis y Santa Mectildis conocieron y divulgaron tan piadosa vía de santificación. La Venerable Sor Maria de San Pedro obtuvo, por la fuerza de las visiones y revelaciones que el Redentor diera para ella, que S.S. Pío XII conmovido por la celestial merced, instaurara la fiesta universal de la Santa Faz el martes anterior al Miércoles de Cenizas.
La vía dorada para crecer rápidamente en el amor de Dios fue la devoción predilecta y la que con mayor caridad promoviera Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Para la Santa de Lisieux, las enormes gracias concedidas a través de esta devoción no son sino el cumplimiento de las promesas dadas por Nuestro Señor a Santa Gertrudis y a Santa Mectildis en el pasado.
"La saludable reparación a la Santa Faz es una obra divina, destinada a salvar a la sociedad moderna", afirmará posteriormente S.S. Pío IX a instancias de la venerable Sor María de San Pedro. O.C.D., carmelita como la Santa de las pequeñas almas.
Le dijo Nuestro Señor a esta religiosa: "Quien mira mi Rostro ya me está consolando"
Entre las promesas que fueron dadas por el Dulce Redentor a tan enormes santas y a la carmelita de Tours, figuran:
1. Les concederé una contrición tan perfecta que sus pecados se cambiarán a Mi vista en joyas de oro precioso. Según el cuidado que tengan de reparar mi Rostro desfigurado por los blasfemos, el mismo tendré Yo del suyo que ha sido desfigurado por el pecado, transformándole en tan hermoso como si acabase de salir de las aguas del Bautismo.
2. Ninguna de esas personas será jamás separada de Mí.
3. Ofreciendo Mi Rostro a Mi Padre, apaciguarán Su enojo y comprarán con moneda celestial el perdón para los pecadores. Por esta ofrenda, nada les será negado.
4. Abogaré ante Mi Padre para conceder todas las peticiones que me presenten. Por Mi santo Rostro harán prodigios.
5. Los iluminaré con Mi Luz. Los consumiré con Mi Amor y los haré fructíferos de buenas obras.
6. Ellos llorarán, como la piadosa Verónica, por Mi adorable Rostro ultrajado por el pecado, y yo imprimiré Mis divinas facciones en sus almas.
7. Por resemblanza de Mi Rostro, brillarán más que otros en la vida eterna y el brillo de Mi Rostro les llenará de alegría.
8. Todos los que defiendan esta causa de reparación, por palabras, por oraciones o por escrito, recibirán defensa también en sus causas delante de Dios Padre a la hora de la muerte. Yo enjugaré la faz de sus almas, limpiando las manchas del pecado y devolviéndoles su primitiva hermosura.

"LA FLECHA DE ORO"
Un acto de alabanza y reparación dictado por Nuestro Señor a sor María de San Pedro.
Nuestro Señor le dijo: "Esta flecha de oro punzará Mi Corazón deleitosamente, y sanarán las heridas causadas por las blasfemias."
"Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e inefable Nombre de Jesús sea por siempre alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las criaturas de Dios, así como el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén".
ORACIÓN
OH SEÑOR Jesucristo, al presentarnos ante Tu adorable Rostro para pedirte a Ti las gracias que más necesitamos, Te rogamos, por sobre todo, nos concedas la disposición interior para nunca dejar de hacer en ningún momento lo que Tu requieres de nosotros con Tus santos mandamientos y divinas inspiraciones. Amén.
OH BONDADOSO Jesús, que has dicho "Pide y recibirás, busca y encontrarás, golpea y se abrirá para ti," concédenos, Oh Señor, esa fe que lo obtiene todo o provéenos de lo que carecemos; concédenos, a través del puro efecto de Tu caridad y por Tu gloria eterna, las gracias que necesitamos y las que buscamos en Tu infinita misericordia. Amén.
SÉ MISERICORDIOSO con nosotros, Oh mi Dios y no rechaces nuestras oraciones, cuando en medio de nuestras aflicciones, rogamos a Tu Santo Nombre y buscamos con amor y confianza Tu adorable Rostro. Amén.
OH TODOPODEROSO y Eterno Dios, mira el Rostro de Tu Hijo Jesús. Te lo presentamos a Ti con confianza, para implorar Tu perdón. El Defensor Misericordioso abre la boca para pedir por nuestra causa; escucha su llanto, observa sus lágrimas, Oh Dios, y a través de sus infinitos méritos escúchalo a Él cuando intercede por nosotros pobres pecadores miserables. Amén.
ADORABLE Rostro de mi Jesús, mi único amor, mi luz y mi vida, permíteme conocerte, amarte y servirte sólo a Ti, que yo pueda vivir Contigo, de Ti, a través de Ti y para Ti. Amén.
ETERNO Padre, a Ti te ofrezco el adorable Rostro de Tu Amado Hijo por el honor y la gloria de Tu Nombre, por la conversión de los pecadores y por la salvación de los moribundos.
OH DIVINO Jesús, a través de Tu Rostro y Nombre, sálvanos. ¡Nuestra esperanza está en la virtud de Tu Santo Nombre!

miércoles, 25 de marzo de 2015

El sí de María, un gran día para la humanidad
El Misterio de amor y de misericordia, prometido al hombre miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad. 

Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

La noche se alejó y la suave luz del amanecer empezó a iluminar un nuevo día. Un nuevo día que parecía como uno más pero que sería el DÍA de todos los días. El gran día para la Humanidad.

Fresca la mañana, limpia la brisa en ese día de días. Día de primavera, 25 de marzo. No hubo trompetas, no hubo cañonazos, no hubo concentración de millares de personas como en los grandes eventos. Fue discretamente, sencilla y naturalmente como suelen ser todas las cosas grandes de Dios.

Una virgen en oración. Un lugar: Nazaret, ciudad de Palestina y el arcángel Gabriel como embajador de Dios. Un saludo: - ¡Dios te salve María, llena eres de gracia! Y con este saludo, una petición de colaboración.

El Misterio de amor y de misericordia, prometido al género humano miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

Creo yo que todo quedó en suspenso. La naturaleza, el aire, el universo en pleno tuvieron que contener su aliento vital en la espera de oír la respuesta de María. Los labios de la virgen se movieron, primero para aclarar una duda, pero una vez que esta fue disipada, volvió a hablar para dar su consentimiento a esa misión celestial.

María, la llena de gracia, aceptaba humildemente el Gran Designio para el que se le pedía su cooperación, sin envanecimiento porque sabía que la realeza y la gloria de su gracia pertenecían a Dios, venía de Dios.

Y María dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra".

Necesariamente tuvo que haber habido un estremecimiento en todo el orbe. Los cielos y la tierra, la creación entera tuvo que conmoverse en ese grandioso momento. Y en ese instante, de allá del Seno del Padre, el Espíritu Santo descendió y cubrió a la siempre virgen, a la llena de gracia, con su sombra y el Verbo de Dios quedó para siempre unido a la raza humana.

El Hijo de Dios, el Hijo de María daba comienzo a su vida de hombre, sin dejar de ser Dios, en el seno de esta mujer escogida por el Altísimo para cooperar, para cocrear con Dios con su libre consentimiento y ser desde el instante de este ¡Fiat!, corredentora de la Humanidad.

Después ... después pasaron muchas cosas. Todas las que estaban escritas, pero los cristianos no podemos, no debemos olvidar ese día, ese momento y mucho menos a la siempre virgen, a la llena de gracia, a María la Madre de Dios y Madre nuestra.

Por eso San Juan Pablo II tenía una muy especial devoción al "Ángelus", esa oración que se dice al comenzar el día, al tiempo del mediodía y cuando el día está en el ocaso:

"El ángel del Señor anunció a María"- "Y concibió por gracia del Espíritu Santo"- Y se reza un Ave María.

"He aquí la esclava del Señor"- "Hágase en mí según Tu Palabra"- Otra Ave María.

"Y el Verbo se hizo carne" - "Y habitó entre nosotros" y se termina con un Ave María.

Sencilla oración. Diario recuerdo amoroso a nuestra Madre la Virgen María.

Cuando esta bella oración del Ángelus se extienda por todo el mundo, cuando esto suceda... nuestro mundo será mejor.

La Anunciación del Ángel a la Virgen Máría. Fiesta de Jesús que se encarnó y fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra"

Llaga del hombro de Jesús

VIA-2
San Bernardo le preguntó al Divino Salvador, cuál fue Su dolor en la Pasión más desconocido por los hombres. Jesús le respondió:

Tenía una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargué mi pesada cruz; esa llaga era la más dolorosa de todas. Los hombres no la conocen. Honrad pues esta llaga y haré todo lo que por ella pidas...

ORACIÓN

Oh amado Jesús, manso Cordero de Dios, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la llaga causada por el peso de vuestra cruz que abriendo vuestras carnes desnudó los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre Dolorosa tanto se compadeció. También yo, oh carísimo Jesús, me compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico y te agradezco por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra cruz por mi salvación. Ah! por los sufrimientos que padeciste y que aumentaron el enorme peso de vuestra cruz, ruégote con mucha humildad, ten piedad de mí pobre criatura pecadora, perdonad mis pecados y conducidme al cielo por el camino de la cruz.
Se rezan siete Avemarías y se agrega:
Madre santísima imprime en mi corazón las llagas de Jesucristo crucificado...
(Indulgencia de 300 días)
Oh dulcísimo Jesús, no seas mi juez sino mi salvador...
(Indulgencia de 100 días)

domingo, 22 de marzo de 2015

Cada uno de nosotros es un grano de trigo
Quinto domingo de Cuaresma. Los que quieren echarse a perder, se guardan para sí mismos en el egoísmo; y los que se entregan, acaban por dar fruto. 

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

Podremos hacer muchas cosas o tener grandes posesiones, pero nunca debemos perder de vista que lo importante es el bien que hacemos a los demás. Ésa tiene que acabar siendo nuestra más importante y auténtica riqueza.

Dios ama al que da con alegría, y en el Evangelio escuchábamos una parábola de nuestro Señor sobre este darse. Darse significa que, como el grano de trigo, uno tiene que caer en la tierra y pudrirse para dar fruto. Es imposible darse con comodidad, es imposible darse sin que nos cueste nada. Al contrario, el entregarse verdaderamente a los demás y el ayudar a los demás siempre nos va a costar.

Vivimos en un mundo de muchas comodidades, y no sé si nosotros seríamos capaces de resistir el sufrimiento, cuando cosas tan pequeñas, tan insignificantes, a veces nos resultan tan dolorosas. La fe nos pide ser testigos de Cristo en la vida diaria, en la caridad diaria, en el esfuerzo diario, en la comprensión diaria, en la lucha diaria por ayudar a los demás, por hacer que los demás se sientan más a gusto, más tranquilos, más felices. Ahí es donde está, para todos nosotros, el modo de ser testigos de Cristo.

Tenemos que entregarnos auténticamente, entregarnos con más fidelidad, entregarnos con un corazón muy disponible a los demás. Cada uno tiene que saber cuál es el modo concreto de entregarse a los demás. ¿Cómo puedo yo entregarme a los demás? ¿Qué significa darme los demás?

Ciertamente, para todos nosotros, lo que va a significar es renunciar a nuestro egoísmo, renunciar a nuestras flojeras, renunciar a todas esas situaciones en las que podemos estar buscándonos a nosotros mismos.

Jesucristo nos dice en el Evangelio que todo aquél que se busca a sí mismo, acabará perdiéndose, porque acaba quedándose nada más con el propio egoísmo. La riqueza de la Iglesia es su capacidad de entrega, su capacidad de amor, su capacidad de vivir en caridad. Una Iglesia que viviese nada más para sí misma, para sus intereses, para sus conveniencias sería una Iglesia que estaría viviendo en el egoísmo y que no estaría dando un testimonio de fe. Y un cristiano que nada más viva para sí mismo, para lo que a uno le interesa, para lo que uno busca, sería un cristiano que no está dando fruto.

Dios da la semilla, a nosotros nos toca sembrar. Dios nos ha dado nuestras cualidades, a nosotros nos toca desarrollarlas; Dios nos ha dado el corazón, el interés, la inteligencia, la voluntad, la libertad, la capacidad de amar; pero el amar o el no amar, el entregarnos o no entregarnos, el ser egoístas o ser generosos depende sola y únicamente de nosotros.

Es en la generosidad donde el hombre es feliz, y es en el egoísmo en donde el hombre es auténticamente desgraciado. Aunque a veces la generosidad nos cueste y nos sea difícil; aunque a veces el ser generosos signifique el sacrificarnos, es ahí donde vamos a ser felices, porque sólo da una espiga el grano de trigo que cae en la tierra y se pudre, se sacrifica, mientras que el grano de trigo que se guarda en un arcón acaba estropeándose, se lo acaban comiendo los animales o echándose a perder.

Cada uno de nosotros es un grano de trigo. Reflexionemos y preguntémonos: ¿Quiero echarme a perder o dar frutos? Y recordemos que sólo hay dos tipos de personas en esta vida: los que quieren echarse a perder y se guardan para sí mismos en el egoísmo; o los que entregándose, acaban por dar fruto.

Devoción de las Tres Avemarías

maria reina
Clic en la imagen para descargar folleto de las Tres Avemarías
Preocupada la religiosa benedictina que luego fue Santa Matilde por el buen fin de su vida, rogó insistentemente a la Virgen Santísima "que la asistiera a la hora de la muerte"; y acogiendo benignamente su súplica, la Madre de Dios se manifestó a la implorante, diciéndole:
"Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías, conmemorando, en la primera, el Poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la Sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el Amor de que me colmó el Espíritu Santo".
Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.
La práctica de esta devoción no puede ser ni más fácil, ni más breve. Fácil es, porque se concreta a rezar todos los días tres Avemarías agradeciendo a la Santísima Trinidad los dones de Poder, Sabiduría y Amor que otorgó a la Virgen Inmaculada, e instando a María a que use de ellos en auxilio nuestro.

Modo de practicar esta devoción:

Todos los días, rezar lo siguiente:
¡María, Madre mía; líbrame de caer en pecado mortal!
1- Por el Poder que te concedió el Padre Eterno. (rezar un Avemaría)
2- Por la Sabiduría que te concedió el Hijo. (rezar un Avemaría)
3- Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo. (rezar un Avemaría)
***
Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo".
Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".

María renueva su promesa de protección:

Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas estimulantes palabras: "No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tú PRACTIQUEN ESTA DEVOCIÓN"
También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata... No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia...”

sábado, 21 de marzo de 2015



Cristo es redentor porque es Hijo de Dios
Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos. 

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: "Si no creen que Yo soy". Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

Cristo es acusado, y por eso dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy". Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy". Ese "Yo soy", no es simplemente un pronombre y un verbo, "Yo soy" es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo "Yo soy", está diciendo Yo soy Dios.

La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. "Yo soy", no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.

Siete Dolores de María

Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María (un Avemaría en cada dolor).
María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.
Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo.
Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?
PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES
Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. Santa Brígida.
1º. Pondré paz en sus familias.
2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”.
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN
1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.
2º. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. Rezar Avemaría.
3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular el tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.
4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar Avemaría.
5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar Avemaría.
6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos. Rezar Avemaría.
7º. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. Rezar Avemaría.
María en San Nicolás, Argentina, nos dio este mensaje sobre sus siete dolores de hoy:
15-09-89 (fiesta de Ntra. Señora de los Dolores)
“Hija mía, en estos días, son Mis Dolores:
el rechazo hacia Mi Hijo,
el ateísmo,
la falta de caridad,
los niños que no nacen,
la incomprensión en las familias,
el gran egoísmo de muchos hijos en el mundo,
los corazones aún cerrados al Amor de esta Madre...”
En el libro "Las Glorias de María" de San Alfonso María de Ligorio se dice lo siguiente:
"El mismo Jesús reveló a la beata Mónica de Binasco que él se complace mucho en ver que se siente compasión por su Madre, y así le habló: Hija, agradezco mucho las lágrimas que se derraman por mi pasión; pero amando con amor inmenso a mi Madre María, me es sumamente grata la meditación en los dolores que ella padeció en mi muerte.
Por eso son tan grandes las gracias prometidas por Jesús a los devotos de los dolores de María. Refiere Pelbarto haberse revelado a Santa Isabel, que San Juan, después de la Asunción de la Virgen, ardía en deseos de verla; y obtuvo la gracia pues se le apareció su amada Madre y con ella Jesucristo. Oyó que María le pedía a su divino Hijo, gracias especiales para los devotos de sus dolores. Y Jesús le prometió estas gracias especiales:
1ª. Que el que invoque a la Madre de Dios recordando sus dolores, tendrá la gracia de hacer verdadera penitencia de todos sus pecados.
2ª. Que los consolará en sus tribulaciones, especialmente en la hora de la muerte.
3ª. Que imprimirá en sus almas el recuerdo de su Pasión y en el cielo se lo premiará.
4ª. Que confiará estos devotos a María para que disponga de ellos según su agrado y les obtenga todas las gracias que desee".

viernes, 20 de marzo de 2015


DEVOCIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA
PALABRAS DE JESÚS A SANTA FAUSTINA KOWALSKA: “Me queman las llamas de la Misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres. Oh, qué dolor me dan cuando no quieren aceptarlas (...) Dile a la humanidad doliente que se abrace a mi Corazón misericordioso y Yo la llenaré de paz”. “La humanidad no encontrará la paz hasta que no se dirija con confianza a mi Misericordia”. “El alma que confíe en mi Misericordia no perecerá, ya que todos sus asuntos son míos. El alma más feliz es la que confía en mi Misericordia, pues Yo mismo la cuido”. “Yo soy el Amor y la Misericordia. Quien se acerque a Mí con confianza recibe mi gracia con tal sobreabundancia, que no la puede contener y la irradia sobre los otros”. “Ningún pecado, aunque sea un abismo de corrupción agotará mi Misericordia. Aunque el alma sea como un cadáver en plena putrefacción, y no tenga humanamente ningún remedio, ante Dios sí lo tiene”. “Por los pecadores bajé a la tierra y derramé toda mi Sangre”. “Yo soy Santo, y el menor pecado me horroriza. Pero cuando los pecadores se arrepienten, mi Misericordia no tiene límites. Cuanto mayor es su pecado tanto mayor es su derecho a mi Misericordia”. “Los mayores pecadores podrían convertirse en grandes santos si confiaran en mi Misericordia. Encuentro mis delicias santificando a las almas. Los mayores pecadores tienen particular derecho a mi Misericordia. Es para Mí una alegría cuando acuden a mi Misericordia. Les colmo por encima de su esperanza”. “Di a mis Sacerdotes que los pecadores empedernidos se derretirán a causa de sus palabras, cuando hablen sobre mi insondable Misericordia y sobre la compasión que mi Corazón tiene para con ellos”. “Las almas que acudan al Tribunal de la Misericordia encontrarán los más sorprendentes milagros, pues cuando te acerques a confesar, debes saber que Yo mismo te espero en el confesionario, oculto en el Sacerdote”. “Yo no puedo castigar al que confía en mi Misericordia. Castigo cuando se me obliga. Pero antes de venir como Juez el Día de la Justicia, Yo abro las puertas de mi Amor y concedo el tiempo de la Misericordia”. PROMESAS A LOS QUE PROPAGUEN ESTA DEVOCIÓN: “A las almas que propaguen la devoción a mi Misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa protege a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso”. “Las almas que adoren mi Misericordia y propaguen la devoción a ella invitando a otras almas a confiar en mi Misericordia, no experimentarán terror en la hora de la muerte. Mi Misericordia les dará amparo en este último combate”.
CONDICIONES PARA ALCANZAR GRACIAS: CONFIANZA: “Cuanto más confía el alma, tanto más alcanza”. “Si tu confianza es grande, mi generosidad no tendrá límites. Lo que más hiere a mi Corazón es el pecado de la desconfianza”. “Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi Misericordia”. “Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina”.
MISERICORDIA CON EL PRÓJIMO: “Si un alma no practica la misericordia de alguna manera, tampoco la alcanzará en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio”. Recordemos que las obras de misericordia son: Espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, consolar al triste, corregir al que yerra, perdonar las injurias, sufrir pacientemente los defectos ajenos, orar a Dios por vivos y difuntos. Corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los enfermos, redimir al cautivo, enterrar a los muertos.
CUADRO DE JESÚS MISERICORDIOSO: Jesús dijo a Sor Faustina: “Dibuja un cuadro según me estás viendo, con la invocación: “Jesús en Vos confío”. Quiero que se venere en el mundo entero”. “Los rayos que salen de mi Corazón simbolizan la Sangre y el Agua que brotaron el día de mi Sacrificio en la Cruz. El pálido significa el Agua, que purifica las almas. El rojo, la Sangre que les da la vida”. “Yo preservaré las ciudades y casas en las cuales se encontrase esta imagen”. “Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. Prometo ya aquí en la tierra la victoria sobre lospage1image44168enemigos: sobre todo a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como a mi Gloria... Ofrezco a los hombres el vaso con el que han de venir a recoger las gracias a la fuente de la Misericordia”. FIESTA DE LA MISERICORDIA: “Debe celebrarse el Domingo siguiente al de Pascua de Resurrección. Ese día, los Sacerdotes deberán predicar a las almas mi infinita Misericordia”. “En ese día estarán abiertas todas las Fuentes de mi Misericordia. Deseo que esta Festividad sea un refugio para todas las almas, pero sobre todo para los pecadores”. “El alma que acuda a la Confesión y que reciba la Sagrada Comunión, obtendrá la remisión total de sus culpas y del castigo... Que el alma no tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como la grana”. “Toda Comunión recibida con corazón limpio, tiende a restablecer, en aquel que comulga, la inocencia inherente al Bautismo, puesto que el Misterio Eucarístico es “fuente de toda gracia”.
NOVENA DE LA MISERICORDIA: Jesús quiere que la Fiesta de la Misericordia vaya precedida de una novena, que puede hacerse con el Rosario de la Misericordia. Comienza el Viernes Santo. “En esta novena concederé a las almas todas las gracias”.
LA HORA DE LA MISERICORDIA: Jesús llamó “La Hora de la Misericordia” a las 3 de la tarde, por ser la hora de su muerte: “A las 3 de la tarde implora mi Misericordia especialmente para los pecadores y, aunque sea por un momento, contempla mi Pasión; sobre todo el abandono en el momento de mi agonía. Esta es la hora de la gran Misericordia para todo el mundo. En esta Hora no negaré nada al alma que lo pida en recuerdo de mi Pasión”.
ROSARIO O CORONILLA DE LA MISERICORDIA: El Señor le dedicó 14 revelaciones: “Por el rezo de este Rosario, me complace dar todo lo que me pidan. Quien lo rece, alcanzará gran Misericordia en la hora de su muerte. Aunque sea un pecador empedernido, si reza este Rosario, aunque sea una sola vez, logrará la gracia de mi infinita Misericordia”. “Cuando los pecadores recen este Rosario, llenaré sus almas de tranquilidad, y será feliz la hora de su muerte. No les afectará el temor. Mi Misericordia les amparará en esta última lucha”. “Si se reza este Rosario delante de los moribundos, se calma la ira de Dios, y su insondable Misericordia se apodera de su alma. Cuando recen este Rosario al lado del moribundo, me pondré entre el Padre y el alma moribunda, no como justo Juez, sino como Redentor Misericordioso”. "Oh, ¡qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta Coronilla. Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la Coronilla. Anota estas palabras, hija Mía, habla al mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía. Es una señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran, pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos".
PRÁCTICA DEL ROSARIO O CORONILLA DE LA MISERICORDIA: Se reza con un rosario común. Cada día reza un Padrenuestro, Avemaría y Credo, y luego con las cuentas del Santo Rosario: Reza 5 decenas. Comienza cada decena así: “Padre Eterno, yo te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero”. Sigue e implora al Padre Eterno 10 veces, en cada decena: “Por su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Al final, repite 3 veces: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero”. Y después, es bueno terminar con una Salve a la Virgen.
“Y el Señor me ha dado a conocer que a través de esta coronilla se puede obtener todo”. ORACIÓN A LA DIVINA MISERICORDIA: “Es mi deseo que tengas un conocimiento más profundo del amor que quema Mi corazón, y tú entenderás esto, cuando medites en Mi Pasión. Pidan Mi Misericordia a favor de los pecadores, yo deseo su salvación. Cuando digas esta oración, con un corazón contrito y con fe por el bien de algún pecador, Yo le daré la gracia de la conversión. Esta es la oración: “¡OH SANGRE Y AGUA, QUE BROTASTE DEL CORAZÓN DE JESÚS COMO UNA FUENTE DE MISERICORDIA PARA NOSOTROS, YO CONFÍO EN TI!”.
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