martes, 17 de marzo de 2015

Fragmento sobre la Consagración a María

Gloria de María.
[9] Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos que la han escogido por tutelar y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas a Dios bajo su advocación! ¡No hay Iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y congregaciones en su honor! ¡Cuántos institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Cuántos congregantes en las asociaciones piadosas, cuántos religiosos en todas las Órdenes! ¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericordias!
No hay siquiera un pequeñuelo que, al balbucir el Avemaría, no la alabe. Ni apenas un pecador que, aunque obstinado, no conserve alguna chispa de confianza en Ella. Ni siquiera un solo demonio en el infierno que, temiéndola, no la respete.

(del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María)
Comentario:
Si somos devotos de María y nos consagramos a Ella, ya no hay nada que temer. Porque María es la Omnipotencia Suplicante y todo lo obtiene de Dios para sus hijos y consagrados. Si supiéramos, si entendiéramos, si comprendiéramos un poco qué quiere decir estar consagrado a Ella, ya no tendríamos más miedo, a nada, ni al Infierno, ni a los enemigos del mundo, ni al Juicio de Dios, y estaríamos felices ya en este mundo, porque quien se ha confiado a María, es su predilecto, y Dios mira con bondad a los que Ella posee como herencia. Vayamos a María y no nos separemos nunca más de Ella, y en el Cielo estaremos felices para siempre a su lado.
¡Dulce Corazón de María!
¡Sé la salvación del alma mía!

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