lunes, 30 de noviembre de 2015


Le golpearon hasta derribarle, pero a él le preocupaba la Eucaristía

26 de nov de 2015
Una imagen que dice más sobre el sacerdocio que mil tratados de teología.
WEB-PRIEST-FALLEN-EUCHARIST-STREET-arist-Photo courtesy of Gangjeong villageUna foto impactante la de este sacerdote, derribado tras haber recibido una golpiza mientras distribuía la comunión, y que se dedicó con las fuerzas que le quedaban a recoger las partículas eucarísticas que habían caído al suelo. La imagen fue tomada por uno de los presentes momentos después del ataque, en la aldea de Gangjeong.
Sucedió en la isla de Jeju (Corea del Sur) el 8 de agosto de 2012, como entonces contó la agencia católica asiática UCAnews: el sacerdote Bartholomew Mun Jung-hyun estaba celebrando una misa a las puertas de una controvertida base naval que el gobierno estaba construyendo en la zona, y que iba a causar un impacto medioambiental muy negativo para las poblaciones locales.
El sacerdote celebraba una misa para los ciudadanos que protestaban contra la obra, y se encontraba distribuyendo la comunión, cuando la policía irrumpió y comenzó a golpear a los presentes, incluyendo al sacerdote, hasta tirarle al suelo. La diócesis de Cheju exigió inmediatamente una disculpa, pues los presentes aseguraron que uno de los policías pisoteó las partículas derramadas por el suelo. La policía negó este acto.
Pero más allá de lo ocurrido, de la brutalidad policial y de las protestas, es el gesto humilde de este sacerdote que, pisoteado y dolorido, no piensa en sí mismo sino en su Señor, lo que toca el corazón. Una imagen que dice más sobre el sacerdocio que mil tratados de teología.
fuente: Aleteia
Comentarios
por Fernando de Cadenas (i) (79.144.67.---) - jue , 26-nov-2015, 04:28:15
Ante esta imagen, mi fe es una caricatura. Me siento pobre de Dios. Ser testigo en tierra hostil es sólo de Santos. Bendito Dios que da fuerza al débil donde el fuerte es un prisionero de su fuerza.
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domingo, 29 de noviembre de 2015

Ha llegado la hora.

El Reino de Dios debe venir al mundo, porque lo pedimos en el Padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”. Pero los hombres debemos ayudar a que ese Reino de Dios se instaure en el mundo, y es por eso que invito a todos a colaborar en traer ese Reino a la tierra.
¿Cómo hacerlo? Muy fácilmente. Ya que tenemos la gracia de contar con este sitio de María, que tiene tanto material piadoso y de formación espiritual y doctrinal, ¿por qué no difundirlo por todas partes y así hacer que muchas personas conozcan la Verdad y se acerquen a Cristo y a su Madre?
Simplemente el medio que emplearemos nosotros, el que nos corresponde, será el de difundir folletos con devociones, que lleven al pie la dirección de la página web.
El plan será el siguiente:
Quien desee bajar los folletos, imprimirlos y hacer copias para difundirlos en hospitales, parroquias, grupos, cárceles, etc., podrá hacerlo en el siguiente enlace:
Ojalá haya muchos de ustedes, de corazón generoso, que caigan en la cuenta de lo importante que es este apostolado, e inviertan tiempo y dinero, haciendo imprimir miles de folletos para repartir y dar a repartir por todas partes.
También habrá muchos de ustedes que no pueden hacer este apostolado, pero pueden colaborar de varias formas, por ejemplo: rezando, ofreciendo sacrificios, haciendo lo que cada uno tiene que hacer por deber de estado, y hacerlo todo por la instauración del Reino de Dios en el mundo, para que venga ese Reino.
Y quien quiera invertir bien su dinero, puede ayudar generosamente donando para que se impriman miles y millones de folletos, que enviaremos a quienes en otras partes del mundo no pueden hacerlo.
Quien quiera participar y acelerar la venida del Reino de Dios a la tierra, colaborando con dinero para este apostolado de folletos, lo puede hacer ingresando en el siguiente enlace:
Tenemos una gran oportunidad de cambiar el mundo, o al menos de salvar innumerables almas, y ser ardientes apóstoles.
No dejemos pasar esta oportunidad única.
Todos podemos participar de una u otra forma, como lo hemos dicho, y también de otras maneras como por ejemplo difundiendo por email y Facebook los mensajes que se envían desde el sitio, y de tantas otras formas que el ingenio, iluminado por el Espíritu santo, inspirará a cada uno.
Para que el mundo no se precipite a su ruina, tenemos esta oportunidad que nos da el Cielo. No la desaprovechemos.
El premio en el Cielo es grande para quien trabaje con ardor. Pero ya aquí en la tierra cada uno recibirá el ciento por uno de lo que invierta en esta misión.
Que el Espíritu Santo ilumine a cada uno de ustedes y a todo el que lea este mensaje, para que descubran la importancia de esta misión que la Providencia Divina nos propone, para que Cristo y María reinen en el mundo.
Cito aquí una frase de San Juan Bosco para que la tengamos muy en cuenta:
“La vida es demasiado corta. Hay que hacer deprisa lo poco que se pueda, antes de que nos sorprenda la muerte.”
Sitio Santísima Virgen.
Su colaboración es importante: Clic aquí.
¡Gracias por difundir este correo electrónico!
cenaculo

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Quien no perdona…

Quien no perdona y sigue odiando, no puede tener paz ni puede ser perdonado por Dios, porque el Señor sólo perdona a quienes perdonan a su vez al prójimo. De modo que si escuchamos a quien sea, decir que “no perdona”, sepamos que ese tal es un juguete del demonio que lo usa como instrumento para sembrar odios, rencores y división.
Por eso quien se diga cristiano, pero no esté dispuesto a perdonar TODO A TODOS, a ejemplo de Jesús, María, los Santos y los Mártires, no es un verdadero cristiano, sino que más bien es un hijo del Maligno, prácticamente un demonio e hijo de demonio, porque lleva el odio en el corazón, y sabemos muy bien de qué fuente viene el odio: Satanás, como el amor viene de una fuente muy distinta: Dios.
Y tenemos que perdonar de corazón, pidiéndole ayuda a Dios para poder hacerlo. Y no decir: “yo perdono pero no olvido”, porque eso equivale a no perdonar, o no hacerlo completamente.
No hay vuelta de hoja, si queremos ser cristianos de verdad, tenemos que imitar a Jesús, que perdonó incluso a sus verdugos y a todos, a pesar de que hubiera tenido motivos suficientes para castigarlos. Pero perdonó, porque nos quiere enseñar el perdón a los hombres.
Dios no quiere la venganza, sino el amor entre los hombres. Por eso el marxismo no puede ser nunca de Dios, porque se basa en el odio: odio entre clases, odio y más odio, y ya se dijo de dónde nace el odio.
Pensemos en estas cosas y perdonemos de corazón a todos, porque nosotros también necesitamos que Dios nos perdone todas nuestras faltas, y Él no nos perdonará si nosotros no perdonamos a nuestra vez.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Las tres Avemarías.

Las tres avemarias


Una sencilla oración que, sin embargo, puede hacer muchísimo para honrar a nuestra madre.
Se inicia pidiendo a María protección contra el pecado mortal:

Por el Poder que te concedió Dios Padre (avemaría).
Por la Sabiduría que te concedió Dios Hijo (avemaría).
Por el Amor que te concedió  Dios Espíritu Santo (avemaría).

Del Sagrado Corazón de Jesus al pecador.

Hijo:  Aquí está mi Corazón amante
siempre  para tu amor abierto.
Con él llegarás a buen puerto
y en las tormentas surgirás triunfante.

No te pares jamás, sigue adelante
para tu bien y salvación despierto,
Para los vicios y placeres muero,
Mi Corazón te seguirá constante.

No temas borrascas en los mares,
ni en la tierra, ni en la sociedad,
ni en los hogares,
ni allí donde esté  tu enemigo.

Si aguantas por amor los sufrimientos
y guardas por mi amor los Mandamientos,
siempre estará mi Corazón contigo.

(Aprendido de un  santo hombre: Florentino Miaja, que me ha hecho saber que no es
Comandante sino Capitán  retirado del Ejército Español, que a su vez lo aprendió de un santo sacerdote.).
Dios dirige mi vida
Con su ayuda es posible entrar en el buen camino. Basta con mantener encendida la lámpara de la fe, el entusiasmo de la esperanza, y el amor.

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

De un modo sencillo y casi misterioso, Dios dirige mi vida. Lo hace con su gracia, que me acompaña desde el bautismo. Lo hace con su Palabra, acogida y explicada en la Iglesia católica. Lo hace con las inspiraciones continuas del Espíritu Santo.
Lo hace, de un modo sorprendente, a través de la historia. Nada escapa a su Providencia. Si algo ha ocurrido, incluso el pecado, es porque Él lo tenía ya previsto. No quiso el mal, pero tampoco impidió que algunos de sus hijos abusasen de la libertad.
Muchas veces, con su gracia, me ayudó a evitar el pecado. Muchas otras veces me iluminó tras una caída, me inspiró confianza en su misericordia, me sacó de la fosa (cf. Sal 40,3) y me vistió un traje de fiesta cuando, arrepentido, volví a casa (cf. Lc 15,20-24).
A lo largo del camino, ha estado siempre a mi lado. Supo esperar cuando mi egoísmo cerró puertas y partí lejos de casa. Buscó una y mil veces cómo despertarme del mal y enseñarme el camino de la vida. Incluso estuvo dispuesto a morir en una cruz para rescatarme del pecado.
No pudo hacer más por mí. Todo está ofrecido en el Calvario. El cielo ha quedado abierto. La fuerza del Espíritu Santo actúa en los corazones. Desde que nació la Iglesia, los discípulos repiten la invitación de Cristo Maestro: convertíos y creed (cf. Mc 1,15; Hch 2,38; 3,19).
Con su ayuda es posible entrar en el buen camino. Basta con mantener encendida la lámpara de la fe, el entusiasmo de la esperanza, y el amor de Dios que "ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (cf. Rm 5,5).
Como un niño en brazos de su madre (cf. Sal 131), dejo que Dios dirija mi vida. Me llevará a verdes praderas, me conducirá a fuentes tranquilas (cf. Sal 23), viviré en paz. Porque sé que Él me ama, y eso me basta.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la familia?
Hoy que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que sea para nosotros la gran fiesta que nos ayude a que Cristo sea nuestro Rey. 

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net

Jesucristo es el Rey del hogar.

Y comenzamos con una anécdota de hace ya muchos años, pues se remonta a Septiembre de 1907, cuando un sacerdote peruano, el santo misionero Padre Mateo, se presentaba ante el Papa San Pío X, que estaba ante la mesa de su escritorio, entretenido en cortar las hojas de un libro nuevo que acababa de llegarle.

- ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Me han dicho que vienes de Francia...

- Sí, Santo Padre. Vengo de la capilla de las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Contraje la tuberculosis, y, desahuciado de los médicos, fui a la Capilla a pedir al Sagrado Corazón la gracia de una santa muerte. Nada más me arrodillé, sentí un estremecimiento en todo mi cuerpo. Me sentí curado de repente. Vi que el Sagrado Corazón quería algo de mí. Y he trazado mi plan.

El Papa San Pío X aparentaba escuchar distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decía el joven sacerdote, que parecía un poco soñador.

- Santo Padre, vengo a pedir su autorización y su bendición para la empresa que quiero iniciar.

- ¿De qué se trata, pues?

- Quiero lanzarme por todo el mundo predicando una cruzada de amor. Quiero conquistar hogar por hogar para el Sagrado Corazón de Jesús.

Entronizar su imagen en todos los hogares, para que delante de ella se consagren a Él, para que ante ella le recen y le desagravien, para que Jesucristo sea el Rey de la familia. ¿Me lo permite, Santo Padre?

San Pío X era bastante bromista, y seguía cortando las hojas del libro, en aparente distracción. Ahora, sin decir palabra, mueve la cabeza con signo negativo. El Padre Mateo se extraña, y empieza a acongojarse:

- Santo Padre, pero si se trata de... ¿No me lo permite?

- ¡No, hijo mío, no!, sigue ahora el Papa, dirigiéndole una mirada escrutadora y cariñosa, y pronunciando lentamente cada palabra: ¡No te lo permito! Te lo mando, ¿entiendes?... Tienes mandato del Papa, no permiso. ¡Vete, con mi bendición!

A partir de este momento, empezaba la campaña de la Entronización del Corazón de Jesús en los hogares. Fue una llamarada que prendió en todo el mundo. Desde entonces, la imagen o el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús ha presidido la vida de innumerables hogares cristianos. Jesucristo, el Rey de Amor, desde su imagen bendita ha acogido súplicas innumerables, ha enjugado torrentes de lágrimas y ha estimulado heroísmos sin cuento.

¿Habrá pasado a la historia esta práctica tan bella? Sobre todo, y aunque prescindamos de la imagen del Sagrado Corazón, ¿dejará de ser Jesucristo el Rey de cada familia?...

Hoy la familia constituye la preocupación mayor de la Iglesia y de toda la sociedad en general.

Porque vemos cómo el matrimonio se tambalea, muchas veces apenas contraído.

El divorcio está a las puertas de muchas parejas todavía jóvenes.

Los hijos no encuentran en la casa el ambiente en que desarrollarse sanamente, lo mismo en el orden físico que en el intelectual y el moral.

Partimos siempre del presupuesto de que la familia es la célula primera de la sociedad. Si esa célula se deteriora viene el temido cáncer, del que de dicen que no es otra cosa sino una célula del cuerpo mal desarrollada.

Esto que pasa en el orden físico, y de ahí tantas muertes producidas por el cáncer, pasa igual en el orden social. El día en que hayamos encontrado el remedio contra esa célula que ya nace mal o ha empezado a deformarse, ese día habremos acabado con la mayor plaga moral que está asolando al mundo.

Todos queremos poner remedio a las situaciones dolorosas de la familia.

Y todos nos empeñamos cada uno con nuestro esfuerzo y con nuestra mucha voluntad en hacer que cada casa llegue a ser un pedacito de cielo.

¿Podemos soñar, desde un principio, en algún medio para evitar los males que se han echado encima de las familias?
¿Podemos soñar en un medio para atraer sobre los hogares todos los bienes?..

¡Pues, claro que sí! Nosotros no nos cansaremos de repetirlo en nuestros mensajes sobre la familia. Este medio es Jesucristo.

Empecemos por meter a Jesucristo en el hogar.
Que Cristo se sienta invitado a él como en la boda de Caná.

Que se meta en la casa con la libertad con que entraba en la de los amigos de Betania.
Que viva en ella como en propia casa, igual que en la suya de Nazaret... Pronto en ese hogar se notará la presencia del divino Huésped y Rey de sus moradores. En el seno de esa familia habrá paz, habrá amor, habrá alegría, habrá honestidad, habrá trabajo, habrá ahorro, habrá esperanza, habrá resignación en la prueba, habrá prosperidad de toda clase.

Jesucristo, Rey universal, ¿no es Rey especialmente de la familia?.... Acogido amorosamente en el hogar, con Él entrarán en la casa todos los bienes....


Hoy que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que sea para nosotros la gran fiesta que nos ayude a que Cristo sea nuestro Rey.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Si crees que no sirve, prueba
Como tantas cosas en la vida, no se puede saborear ni ver los resultados hasta que no se toma en serio. 

Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: Catholic.net

Un monje, se encontró una piedra preciosa y se la regaló a un viajero. Éste después de algún tiempo volvió donde el monje, le devolvió la joya y le suplicó: "Ahora te ruego que me des algo de mucho más valor que esta joya, valiosa como es. Dame, por favor, lo que te permitió dármela a mí”.

En la oración encontramos luz y fuerza para descubrir los tesoros y para regalarlos. En la oración encontramos fuerza para gastar y entregar la vida.

San Juan de la Cruz afirma que "quien huye de la oración, huye de todo lo bueno” (Dichos de luz, 185 ).

Santa Teresa supo por experiencia los resultados de la oración. Sin ella no encontraba la vida, ni camino, ni paz ni alegría. Es puerta y camino para ir a Dios. "La oración es principio para alcanzar todas las virtudes y cosas (en la) que nos va la vida comenzarla todos los cristianos” ( C 16, 3 ). Y en otro lugar: "Para ir a Dios, creedme, y no os engañe nadie en mostraros otro camino sino el de la oración” ( C 21, 6 ).

La oración nos lleva a amar y respetar a la tierra y a los otros. "Simplemente, estoy convencido de que sólo la persona de oración puede evitar que estas realidades buenas lleguen a ser ídolos malos. Sólo ella puede orientarlos al respeto del ser humano y al respeto de la tierra. De ahí la utilidad social y hasta cósmica de lo que aparentemente es la inutilidad misma. La oración es una reserva de silencio donde rehacer las energías; el silencio es armonía y plenitud. El hombre de oración es como el árbol. Influye en el ambiente”(Barreau).

La oración sirve para crecer, alcanzar virtudes, para sufrir, para arrancar los vicios. Así se expresa san Buenaventura:

"Si quieres sufrir con paciencia las adversidades y miserias de esta vida, sé hombre de oración.

Si quieres alcanzar virtud y fortaleza para vencer las tentaciones del enemigo, sé hombre de oración.

Si quieres mortificar tu propia voluntad con todas sus aficiones y deseos, sé hombre de oración.

Si quieres vivir alegremente, y caminar con suavidad por el camino de la penitencia y del trabajo, sé hombre de oración.

Si quieres alejar de tu ánima las moscas importunas de los vanos pensamientos y cuidados, sé hombre de oración...

Finalmente, si quieres desarraigar del ánima todos los vicios y plantar en su lugar las plantas de las virtudes, sé hombre de oración. Porque en ella se recibe unción y gracias del Espíritu Santo, la cual enseña al hombre todas las cosas”.


¡Cuánto bien ha hecho la oración!, ¡Cómo ha cambiado a las personas!. "¡Oh cuántas danzas ha hecho la poderosa mano de Dios con este suave y eficaz y celestial remedio de la oración! ¡Oh con cuánta facilidad ha hecho dejar los deleites mundanos y convertidlos en divinos!

¡Cuán frecuentemente ha hecho soltar de las manos rentas, estados, dignidades y señoríos que el hombre tenía pegado a su corazón!
” (Diego de Guzmán).

La oración nos ayuda en nuestro caminar, por el día y por la noche, mientras duran lo días de esta vida intranquila, hasta que las sombras desaparezcan. Y en ésta búsqueda se pide la realización del encuentro. "Señor, concede a todos los que Te buscan, que Te encuentren, y a todos los que ya Te han encontrado, que Te busquen de nuevo, hasta que todo nuestro buscar y encontrar sea cumplido en tu presencia” (Hermann Bezzel).

La oración brota desde una necesidad, desde un deseo, desde una frustración. Así se expresaba Cervantes en el Quijote: "Abrid camino, señores míos, dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador, ni para defender ínsulas, ni ciudades de los enemigos que quisieran acometerlas.

Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas, que de leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma: quiero decir que bien se está cada uno usando el oficio para que fue nacido.

Vuestras mercedes se queden con Dios, y queden con Dios, y digan al Duque mi señor que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano: quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno, y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”.

La oración, como tantas cosas en la vida, no se puede saborear ni ver los resultados hasta que no se toma en serio. Por eso quien dude de su eficacia, que la pruebe.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Qué lugar ocupa la Virgen María?
Desde que por primera vez Juan acogió a María en su casa, fue María quien acogió también a la Iglesia. 

Autor: Antoni Pou, osb | Fuente: Catholic.net

¿Qué lugar ocupa la Virgen María en nuestra espiritualidad?

Mujer, aquí tienes a tu hijo; hijo, aquí tienes a tu madre  (Juan 19,26-27). Desde que por primera vez el discípulo a quien Jesús amaba acogió a María en su casa, fue María quien acogió también a la Iglesia.
Estoy frente a una escultura de la Virgen de Montserrat, y hoy que me he sentado para escribir unas líneas sobre un tema de espiritualidad. Me parece un deber filial escribir algo sobre María. Ya desde una perspectiva antropológica y psicológica, la incorporación del arquetipo materno en la propia espiritualidad, a mi entender, enriquece y complementa el desarrollo humano y cristiano de la persona.

El modelo humano y la condición de discípulo que nos ofrece el Nuevo Testamento sobre María son exquisitos por su discreción, finura y ternura: su disponibilidad en la Anunciación, la fidelidad hasta el pie de la cruz, su presencia en la vida de la Iglesia ilustrada en el relato de Pentecostés. Y no hay que liberar a María del dogma para hacerla más próxima a nosotros. Si los dogmas son símbolos de la fe, entonces son formulaciones capaces de llevarnos "a una relación con..."  . Esta María, tan humana, ha sido admitida ya dentro del ámbito de la divinidad: por eso es posible una proximidad especial con ella. Podemos sentirnos escuchados, amados, animados, curados por ella. 
Quizás ya no pensando que, como Cristo y el Padre están más lejos... ella nos hace de intermediaria. Me parece que ya todos nos dejamos llevar por el Espíritu que llama en nuestros corazones confiadamente "Abba, Padre", o que ya tenemos consciencia de que "en Cristo tenemos un gran sacerdote capaz de compadecerse de nuestras debilidades". Pero sí porque en nuestra vida espiritual la presencia del rostro femenino de María nos dice algo de Dios que sólo ella puede transmitir a su manera: con su ternura y su acogimiento de madre, su discreción, su valentía y fortaleza de mujer, su preocupación por la vida, su capacidad de comprensión, su sensibilidad y admiración por la bondad... y, seguramente, más cosas que el querido lector también podría añadir.

Vivir junto a un icono-escultura de María tan amada, como es la de la Virgen de Montserrat, me ha hecho comprender, cada vez más, la importancia de María en la espiritualidad del cristiano: ¿cuántas veces la ternura y la mano izquierda de una madre no han podido más que la tristeza, la desesperación, el desconsuelo, el desencarrilamiento o el desencanto de alguno de sus hijos? 
María, como representa la escultura romanicogótica de Montserrat, sede de sabiduría, que tiene el niño en el regazo y lo muestra a todo el mundo que va hacia ella, es imagen de cómo la Iglesia tiene que presentar a la Madre de Dios: como aquella que lleva a Cristo. Si hay alguien, sin embargo, que se siente atraído por Maria y no consigue llegar al Hijo, me atrevo a decir que ya ha empezado a andar, aunque no haya llegado a la meta.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Siempre recibimos algo.

Jesús es Dios y no puede mentirnos. Él ha prometido en su Evangelio que quien pide, recibe. Y a veces nos puede parecer que el Señor no cumple esta promesa, porque hemos pedido algo y no lo obtuvimos.
Pero hay que saber entender que Jesús nos dice que quien pide algo, recibe algo; aunque quizás no recibe lo que pide, pero siempre algo recibe.
De manera que siempre debemos rezar y pedir lo que nos parece que es lo mejor para nosotros y para otros, confiando en que el Señor nos dará justo lo que pedimos, u otros dones mejores o más necesarios. Pero nunca la oración queda estéril.
De modo que si meditamos un poco en el poder de la oración, no tendríamos que omitir nuestras oraciones diarias por ningún motivo. Porque Dios, que es infinitamente rico, nos quiere colmar de dones, pero a cambio nosotros debemos pedírselos en la oración. Y Dios nos dará siempre algo, quizás lo que pedimos, quizás otra cosa, pero siempre nos dará un don.
Por eso es que la Santísima Virgen en todas sus apariciones nos pide que recemos mucho, porque si somos pobres, rezando nos podemos hacer ricos; no tanto en lo material, sino más bien nos hará ricos espiritual y moralmente, aunque también el Señor nos proveerá de lo material y más aún, si se lo pedimos.
Perdemos tantos momentos en el día en balde, o incluso en actividades que si no son pecaminosas, al menos no son convenientes para un cristiano. ¿Y por qué no aprovechamos mejor el tiempo para rezar y pedirle a Dios TODO?
Pero recemos con humildad, no queriendo imponerle a Dios nuestros criterios, porque el Señor ve más lejos que nosotros, y lo que hoy, ahora, parece la solución más feliz, quizás con el paso del tiempo no lo sea tanto.
Entonces orar confiadamente es la solución para todos nuestros problemas, porque quien reza, en especial el Santo Rosario, no será vencido por la desgracia, como promete la misma Virgen.
Recordemos estas palabras de Jesús en el Evangelio: “Quien pide, recibe. El que busca, encuentra. Y al que llama, se le abrirá”. Quizás no lo que pedimos, buscamos y llamamos, pero algo se nos concederá.
La oración es la solución para todos nuestros problemas.
Sitio Santísima Virgen.
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Jesus-orando
Se deja tocar, comer y abrazar por quienes lo desean
Pan y vino, comida y bebida para la vida corporal... Cuerpo y Sangre para la vida espiritual. 

Autor: Carlos M. Buela | Fuente: Instituto del Verbo Encarnado

Sucedió en la vida de San Felipe Neri, como nos lo presenta un testigo en el proceso de canonización: Haber visto al Santo revestido con una vieja alba y unos pobrísimos ornamentos, retirándose con lágrimas porque se le impedía decir Misa. Debe ser lo más tremendo que le pueda suceder a un sacerdote: el que no se le deje celebrar la Santa Misa. Y una de las novedades de las cuales se lo acusaba injustamente a San Felipe Neri era precisamente ésa: la de exhortar a los sacerdotes a decir Misa todos los días y a los fieles a comulgar frecuentemente.
Por eso, que este ejemplo de su vida simplemente nos sirva para llegar a darnos cuenta de lo que significaba la Eucaristía para San Felipe Neri, y para tomar pie para seguir con nuestro tema: el por qué la Eucaristía da la gracia, por qué la Eucaristía da la vida.

 
  • En primer lugar, porque la Eucaristía, es el mismo Cristo. La Eucaristía no solamente nos da la gracia santificante y la gracia propia del sacramento, sino que, además, nos da al mismo Autor de la gracia, que se presentó a sí mismo como "la Vida”.
     
  • En segundo lugar, porque en la Eucaristía se nos da la víctima que se inmola. Por tanto, participamos -al recibir la víctima del sacrificio- del sacrificio eucarístico, del sacrificio del altar, que no es otro que el sacrificio de la Cruz, aunque en "especie aliena”, en especie ajena.
     
  • En tercer lugar, por lo cual la Eucaristía nos da la vida es por el modo mismo de este sacramento. ¿Cuál es ese modo? Este sacramento se nos da a modo de comida y bebida. Así entonces, de esta manera todo lo que hacen la comida y la bebida materiales en la vida corporal, hace este sacramento, comida y bebida espiritual, en orden a la vida espiritual de los cristianos. Y ¿qué es lo que hace la comida y la bebida material en orden al cuerpo para así entender lo que hace la comida y bebida espiritual en orden al alma?

La comida y bebida material hacen cuatro cosas: sustentar, aumentar, reparar y deleitar. Y esas cuatro cosas son las que hace este sacramento en nuestras almas:

1)  Sostiene nuestra vida espiritual, la conserva, la mantiene y la sustenta.

2)  Aumenta, pero con esta diferencia: así como es necesaria la comida material para que el cuerpo del hombre crezca hasta que llegue hasta su plenitud, pero luego comienza a decrecer, por el contrario, la comida y la bebida espirituales al hombre le hacen crecer durante toda su vida porque siempre le van produciendo un aumento de la gracia, que va llevando al hombre hasta la medida de la edad perfecta en Cristo.

3)  Repara. Ciertamente que, debido a los trabajos del día y al desgaste que hacemos de calorías, necesitamos reparar esas energías. Para eso está la comida y la bebida material, pero de manera especial, en la vida espiritual, los ataques del demonio, las tentaciones, las arideces, el polvo del camino en este peregrinar que se nos va pegando, las dificultades de adentro, de afuera, la carne, el mundo, el demonio, nos hacen perder fuerza espiritual. ¿Cómo recuperamos esas fuerzas espirituales? ¿Cómo se repara la pérdida que puede haber? Con la Eucaristía.

4)  Y por si fuese poco, la Eucaristía deleita. Por eso, la Eucaristía siempre es un manjar para el paladar del sacerdote, como tiene que ser un manjar para el paladar de aquél que se va preparando al sacerdocio. Y deleita la Eucaristía por ser el mismo Cristo y por ser el Cristo que es Víctima y por ser el Cristo que se nos da como comida y bebida de una manera inefable. Esto se ha mostrado de manera extraordinaria en algunos casos en la historia de la Iglesia; pero de manera ordinaria se manifiesta todos los días al recibir el Pan de los ángeles.

Por eso decía San Ambrosio: "este pan es de vida eterna, pues sustenta la sustancia de nuestra alma”.

Y San Juan Crisóstomo: "se deja tocar, comer y abrazar por quienes lo desean”.

No por nada dijo el Señor: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”.

Pidámosle a la Virgen, que fue la que dio vida a Jesús, el comprender como ese Jesús, que es Vida, nos da vida a nosotros a través de la Eucaristía

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La Palabra se hace carne en nuestro corazón
Los oídos que tenemos que tener abiertos son los del corazón, para escuchar, a través de la palabra, el amor de Dios.

Autor: Taís Gea | Fuente: Catholic.net

Liturgia de la Palabra
La Liturgia de la Palabra es cuando se pronuncia la Palabra de Dios ante la asamblea. Sabemos bien que la palabra que el Padre ha pronunciado para darse a conocer como Dios Amor ha sido Jesucristo. "En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo.” (Heb 1, 2). Él es el Verbo, la Palabra de Dios que se hizo hombre. María, con su apertura en la encarnación, recibió al Verbo que se hizo carne en ella. "La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros.” (Jn 1, 14).
La Palabra se hace carne en nuestro corazón
Así como María, también nosotros, por la acción del Espíritu Santo, recibimos al Verbo que se engendra en nosotros. Es por eso que acoger la Palabra de Dios nos va transformando en la misma Palabra que recibimos. Poco a poco, la acción del Espíritu Santo se va realizando y nos va asemejando más al Verbo Divino. "Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud.” (1 Jn 2, 5).
La liturgia de la Palabra es el momento en el que el Verbo se hace carne en nosotros. En esta parte de la Misa debemos tener una actitud de acogida. Dios se quiere revelar a nosotros. "Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” (Mt 11, 27).
Llenarse de Dios
El acto penitencial nos ha ayudado a vaciarnos de nosotros mismos. La liturgia de la Palabra es el primer momento en el que nos llenamos de Dios. Durante la Misa, Dios se nos da en varias formas, en este caso Dios se nos da en forma de palabra. "Como lluvia se derrame mi doctrina, caiga como rocío mi palabra, como blanda lluvia sobre la hierba verde, como aguacero sobre el césped.” (Deut 32, 2).
A la escucha
Los oídos que tenemos que tener abiertos son los del corazón. Es el momento de abrirlos para escuchar, a través de la palabra, el amor de Dios hacia nuestra alma.
A veces nos quejamos porque no escuchamos la voz de Dios. Queremos que nos hable, que nos explique el por qué de tantas cosas que pasan en nuestra vida. Queremos que nos diga cuánto nos ama. Dios habla y habla muy claro. Se reveló durante siglos al pueblo de Israel y después, en Cristo, nos dijo todo lo que nos podía decir. "Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud.” (Col 1, 19). En la Sagrada Escritura se encuentra el mensaje de Dios para sus hijos.
Ese mensaje es también para ti. Cuando estés en la Misa, puedes poner en tu corazón todas esas dudas, todos esos deseos, toda tu necesidad de Dios y escuchar. Escucha acogiendo al Dios que se te da en la Palabra. No es coincidencia que el día que deseabas consuelo, la primera lectura decía: ¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpan los montes en gritos de alegría, pues Yahveh ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.” (Is. 49, 13).
No es casualidad que el día que ansiabas saber qué hacer en una situación compleja escuches el salmo 23: "Yahveh es mi pastor, nada me falta. Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre”.
No es coincidencia que el día que necesitabas el perdón, oigas con claridad en el Evangelio: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.” (Lc 23, 34). No es casualidad, es la acción de Dios que se desborda de amor.
Hay que aprender a afinar el oído de nuestra alma para vivir en una actitud de escucha. Dios necesita corazones sencillos y llenos de fe que crean en su mensaje.
Necesidad del silencio
La Liturgia de la Palabra nos permite encontrarnos con Dios que nos habla en los textos de la Sagrada Escritura. Para escuchar la Palabra se requiere silencio. Sin embargo, no podemos pretender eliminar todo aquello que está en nuestra mente, es decir, nuestras preocupaciones, ilusiones, miedos, pendientes, etc. Es más importante que abandonemos en Dios todo aquello que lleva nuestro corazón y esperemos una respuesta de Él así como el centurión del Evangelio: "Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.” (Mt 8, 8).
Los pensamientos se convierten en ruido cuando son un monólogo. Sin embargo, si presentas a Dios tus preocupaciones puedes hacer un diálogo con Él. Silenciar el alma es ordenarla en Dios. Por ello, la liturgia de la Palabra es esencial, ya que Dios responde a ese diálogo con los textos de la Sagrada Escritura. Puede ayudarte abandonar en Dios aquello que tiene tu mente y sobre todo tu corazón, esperar de Él una respuesta y escuchar.
Escucha la Palabra que te habla y hablándote te ama. Escucha la Palabra que te habla y hablándote te consuela y llena tu soledad. Escucha la Palabra que te habla y hablándote te ilumina y te guía. Escucha la Palabra que te habla y hablándote te reprende y te permite conocer tu verdad. Escucha la Palabra que te habla y hablándote te convierte, te transforma, te santifica. Escucha la Palabra que te habla y hablándote se te da a sí misma.
Lo que Dios pide de nosotros
Dios, en su Palabra, es exigente. "La Palabra de Dios es más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.” (Heb 4, 12). Nos invita a vivir de modo auténtico.
A la vez, Dios es justo y conoce nuestra pequeñez y miseria. Es por eso que nos da antes lo que nos va a pedir después. Nos pide que acojamos su palabra y la vivamos (Lc 8, 11-15). Junto con el don de su palabra nos da la gracia para cumplirla. Es por eso que su "hágase creador” crea en nosotros la respuesta para que podamos decir, como María, "hágase". "Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.” (Is 55, 11).
La Sagrada Escritura nos enseña que la Palabra de Dios es viva y eficaz. (Heb 4, 12). Con una actitud de acogida permitimos que la Palabra sea, en nuestro corazón, viva y eficaz. Dejémonos penetrar y transformar por la Palabra de Dios.
Recomendaciones
Eso no significa que no nos podemos perder ni una frase de la lectura. Dios actúa más allá de nuestra poca o mucha atención. Sin embargo necesita una actitud de apertura y de deseo para que esa Palabra, viva y eficaz, realice su obra en nosotros. "Al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.” (1Ts 2, 13).
Puedes dirigirte a Dios con esta oración antes de comenzar a escuchar su Palabra:
Espíritu divino desciende con tu fuerza creadora a mi corazón. Mira con misericordia mi corazón abierto a tu acción. Permíteme acoger en mi alma a la Palabra de Dios. Que se haga carne en mí y así me transforme en Él. Concédeme vivir mi vida con una actitud de escucha. Que en todo momento te escuche a ti, Palabra del Padre, para vivir de ti y para ti.
Comentarios al autor Taís Gea

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Extraído del libro: La Misa Misterio de Comunión 
Se  puede adquirir en línea en www.elarca.com.mx o digital www.amazon.com

domingo, 8 de noviembre de 2015

Para quién son las uvas?
Sólo cuando tengamos más amor en nuestros hogares, lo tendremos también en el mundo

Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net

En una aldea remota de la India donde casi no se conocen las frutas, un niño le hizo cierto trabajo a una señora y ésta, en retribución, le obsequió un hermoso racimo de uvas. El chico acarició entre sus manos el racimo. En esa tarde calurosa ¡cuán bien le venían esas uvas!Pero el niño pensó: "Mi padre está trabajando en el campo y estará cansado y sediento. Le voy a llevar las uvas a él".

El padre las recibió con mucha alegría, pero pensó: "Las guardaré para mi hija, para cuando me traiga la merienda. Ella está un poco inapetente y quizás las coma con agrado".

Cuando la chica recibió el racimo de manos de su padre, dio un grito de felicidad. Pero de regreso a su casa, durante el trayecto se dijo para sí: "Guardaré estas uvas para mi madre, porque la pobre está tan cansada, y tan pocas veces podemos comer fruta...".

Aquella noche, cuando la humilde familia terminó de cenar, la madre anunció: "¡Tengo una sorpresa de postre!" Y al instante colocó sobre la mesa aquel hermoso racimo de uvas que ninguno había comido durante el día.


¿Qué fue lo que indujo a cada miembro de esa familia a no comer el codiciado racimo, sino el amor del uno para con el otro?

¿En qué otro sitio mejor que en el hogar podría y debería expresarse el amor? En el mundo exterior podrá haber violencia, egoísmo y frialdad, pero en el refugio cálido del hogar no podría faltar el afecto leal y profundo.

Sin embargo, lamentablemente, cuán a menudo los hogares carecen del ingrediente primordial del amor. Y las consecuencias no se hacen esperar. Mientras el amor construye el hogar y la vida de sus moradores, el desamor divide y desintegra a la familia.

Todos estamos de acuerdo en que hace falta más amor en la tierra. Pero ¿recordamos siempre que sólo cuando tengamos más amor en nuestros hogares, lo tendremos también en el mundo?

Consideren con corazón abierto esta reflexión, y vean de qué manera se puede acrecentar el amor en el seno de su familia".

Evangelio del día.

Mc 12, 38-44.
Domingo 32º durante el año.
Jesús enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad”. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Reflexión:
Hay en este Evangelio un detalle que no debemos pasar por alto, y es que Jesús se sentó a mirar a la gente que colocaba su limosna.
Y esto nos debe recordar que Jesús, que es Dios, siempre nos está mirando, para premiarnos las buenas obras, para bendecirnos si damos con generosidad, porque Dios premia abundantemente a quien da generosamente.
Y no sólo hay que dar limosnas materiales, sino que también todos los dones que hemos recibido de Dios, tenemos que ponerlos al servicio de los hermanos, al servicio de Dios, y dar generosamente sin tener miedo, puesto que Dios no se deja ganar en generosidad, y nos devolverá el ciento por uno.
En cambio si somos avaros con nuestros bienes materiales o espirituales, aunque por el momento estemos más tranquilos al aferrarnos a ellos, en realidad perdemos un buen negocio al no ser generosos, porque nos perdemos la abundancia que Dios nos quiere regalar.
Tenemos que aprender a ser buenos negociantes y dar con alegría, aunque cueste, porque el premio es grande, no sólo en el Cielo, sino que ya aquí en la tierra recibiremos cien veces más de lo que dimos con amor.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de saber confiar más en la Providencia de Dios, como Ella lo supo hacer, sin miedos y sin angustias, que Dios proveerá.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
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viernes, 6 de noviembre de 2015

La confianza lo es todo.

Nuestra confianza en Dios debe ser muy pero muy grande, porque si pensamos quién es Dios, qué puede Dios, no podremos menos de confiar ciegamente en Él.
Jesús, en su Evangelio, exigía de las personas esta fe y esta confianza, para otorgarles el milagro. Y de nosotros, Dios también exige nuestra fe y confianza, para hacer cosas grandiosas en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos.
Si confiáramos más en Dios, tendríamos todo resuelto, porque quien confía en Dios está protegido contra todo riesgo, ya que, pase lo que pase, se sabe apoyar en Dios, que todo lo puede, y para Quien no hay imposibles.
¿Queremos ser felices? Confiemos en Dios. ¿Queremos ser muy felices? Confiemos mucho, muchísimo en Dios. ¿Queremos que Dios haga “locuras” por nosotros? Confiemos sin límites en Él.
En la confianza en Dios está englobado todo, porque quien confía en el Señor, sabe que tiene en el Cielo un Bueno que vela por sus intereses, que lo cuida y no pierde ni un suspiro, ni una pena, ni una lágrima de su hijo querido.
¿Y cómo hacer para crecer en la confianza en Dios? Simplemente meditando Quién es Dios y qué es lo que puede Dios. Y también el pensar y meditar que este Dios omnipotente para Quien no existen imposibles, nos ama infinitamente, y nos cuida constantemente.
También creceremos en la confianza, si rezamos mucho, porque la fe es un don de lo alto, que Dios aumenta sobre el hijo que reza, de modo que cuando más recemos, tanta mayor fe y confianza en Dios tendremos.
Si pensáramos en que Dios gobierna todas las cosas, y que lo que sucede es porque Él lo quiere, o al menos lo permite, porque sabe sacar bienes de los males; entonces confiaremos en su Providencia.
Pero, además, debemos tener bien en claro que Dios es Bueno, que todo lo que ordena o permite en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos, aunque sean cosas humanamente terribles, son siempre designios de amor para nosotros, que en el tiempo o en la eternidad deberemos agradecer. Porque, en definitiva, cualquier mal que nos afecte, no será tan grave como perdernos para siempre en el Infierno. Y si Dios a veces permite males, es para evitarnos males mucho mayores y eternos.
Entonces la confianza en Dios va de la mano del estar convencidos de que Dios es Bueno y nos ama con amor infinito, y que quiere nuestro bien, temporal y, sobre todo, nuestro bien eterno.
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Gloria: La alabanza, un acto de amor
La alabanza es oración pero sobre todo, un modo de vivir. A Dios le damos gloria con nuestra vida.

Autor: Taís Gea | Fuente: Catholic.net

La alabanza, un acto de amor

En la Celebración Eucarística tenemos la posibilidad de alabar a Dios con la oración del Gloria.
La alabanza es un don que Dios da a las almas humildes ya que es la oración de quien se sabe colocar en su sitio y no pretender ser el Dios que merece ser alabado. "A Dios, el único sabio, por Jesucristo, ¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén.” Rom. 16, 27.
Aquél que sabe reconocer su verdad de creatura es capaz de elevar el Espíritu a su Dios reconociendo su grandeza, su fuerza, su poder, su honor. "Solo tú eres Santo, solo tú Señor, solo tú Altísimo, Jesucristo”. Puede ayudar repetir una y otra vez en tu corazón: "Solo tú, solo tú. No yo Señor, solo tú”. Verás como, poco a poco, Dios va asumiendo el rol que le corresponde en tu corazón. "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor.” Ef. 5, 19.

La alabanza, un acto de conversión

Nuestra tendencia es constantemente la de ponernos en el lugar de Dios. La de entronarnos en reyes de nosotros mismos. "Así dice el Señor Yahveh: ¡Oh!, tu corazón se ha engreído y has dicho: «Soy un dios, estoy sentado en un trono divino, en el corazón de los mares.» Tú que eres un hombre y no un dios, equiparas tu corazón al corazón de Dios.” Ez. 28, 2.
Es por eso que la alabanza tiene una función de conversión. Con ella y gracias a ella ponemos nuestra mirada y nuestro corazón, una y otra vez en Dios. Se puede decir que vaciamos el trono para que se siente Él y desde ahí, desde nuestro corazón, reine. "Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos.” Ap. 5, 13.
Cristo, que está sentado en el trono de tu corazón, es el Cordero sin mancha que ha lavado con su sangre tus vestiduras (Ap. 7, 14). Deja que el Cordero reine y verás como tus vestidos escarlata se vuelven blancos como la nieve (Is. 1, 18). La conversión de tu corazón se irá realizando progresivamente a través de la alabanza.

La alabanza y la oración 

La alabanza es también la oración de los grandes en el amor, ya que no nos buscamos a nosotros mismos. El objeto de la oración no somos nosotros, sino solo Dios. La adoración nos descentra y pone a Dios en el centro. Es un gesto de donación y de ofrecimiento a Él, que merece toda alabanza. "Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder.” Ap. 4, 11.
Reconocemos los atributos de Dios y nos alegramos por ellos. "A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.” Ef. 3, 20-21. Nos alegramos y llenamos de gozo porque Él es nuestro Dios. Es un modo de decirle lo orgullosos que estamos de Él. "Por tu inmensa gloria te alabamos”. Puedes decirle a Dios estas palabras con el cariño de un hijo que ve a su padre como el mejor. No hay nadie como tú, Dios nuestro, eres el más grande.

La alabanza, un modo de vivir

La alabanza, no es solo un tipo de oración. La alabanza es, sobre todo, un modo de vivir. A Dios le damos gloria con nuestra vida. Aquel que más ha agradado al Padre es Cristo, su Hijo. Lo dice en las palabras del bautismo en el Jordán: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.” Mt. 3, 17.
Dios Padre se complace en su Hijo porque fue quien cumplió Su voluntad del modo más perfecto. "Entonces dije: ¡He aquí que vengo -pues de mí está escrito en el rollo del libro- a hacer, oh Dios, tu voluntad!” Heb. 10, 7. Cumplir la voluntad de Dios es lo que lo hacía estar íntimamente unido a Él. La unión con Dios es una alabanza. Dios nos invita a ser uno en Cristo y siendo uno en Él podremos alabar al Padre celestial. "Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros.” Jn. 17, 21. Somos uno con el Señor cuando vivimos unidos a Su querer. Es por eso que bendecimos a Dios y lo alabamos en nuestro día a día si estamos cumpliendo Su voluntad.
Durante el Gloria y el Santo te puede ayudar adoptar las siguientes actitudes: preséntate ante el Señor con tu corazón enamorado. Pide al Espíritu Santo que posea tu alma y la eleve. Deja que irrumpa en tu interior la alabanza, aunque no tengas palabras que decir. Quédate en silencio pero con el corazón ensanchado por ella. Escucha a la Iglesia entera que alaba a su Dios diciendo: "Santo, Santo, Santo es el Señor”. Adopta las pocas palabras que puedas pronunciar. Vive unido a Dios, en su voluntad, esa será la más grande alabanza.

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