viernes, 6 de mayo de 2016

Quince minutos con María

Dios y María.
Madre mía, el Señor está contigo, pues Jesús ya no puede vivir sin Ti, ni tú sin Él; y donde está Jesús, estás tú, y donde estás tú, está Jesús. Por eso hoy vengo aquí, a tus pies, y te pido que me muestres el Fruto bendito de tu vientre, Jesús, porque tengo necesidad de este Fruto para caminar por este mundo y no sentirme solo. Necesito su alegría y bondad que me consuelen en este mundo que cada vez se pone más frío y egoísta, lleno de odio y maldad. Entonces vengo a ti para que me des fuerzas para no volverme malo a pesar de todas las pruebas que tengo que pasar en este mundo, sino que me mantenga bueno y honesto, fiel cumplidor de los Diez Mandamientos, para heredar la Vida eterna y al final de mi vida ir a gozar de Dios y de ti, para siempre en el Cielo. Tú conoces toda mi vida, porque estando en el Cielo ves todo en Dios. Entonces te pido por favor que me guíes y que tomes mi vida bajo tu amparo. Te entrego mi pasado y sus pecados, y mi futuro y sus inseguridades, y ya que tú ves el porvenir de cada alma y de todos los acontecimientos humanos que sucedieron, suceden y sucederán, te ruego encarecidamente que me ayudes a lograr mi salvación eterna y la de toda mi familia y seres queridos, y que en medio de esta batalla que es la vida terrena, me cuides y cuides a los míos de las astucias de la serpiente infernal. ¡Te amo, Madre mía y me entregó completamente a ti! ¡Piedad de mí!

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