lunes, 28 de julio de 2014

SOBRE LA ORACIÓN SANTA Y DEIFICANTE

27 de jul de 2014
En qué consiste esta oración divina.


La invocación de nuestro Salvador, hecha en los siguientes términos: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador” es oración, voto, confesión de fe, dadora del Espíritu Santo, otorgadora de dones divinos, purificación del corazón y expulsión de los demonios, morada de Jesucristo, fuente de reflexiones espirituales y pensamientos divinos, redención de los pecados, medicina de las almas y los cuerpos, otorgadora de iluminación divina, manantial de la misericordia de Dios, causa de revelaciones e iniciaciones divinas en humildad y en la única salvación, porque lleva consigo el nombre saludable de nuestro Dios, el único que es invocado sobre nosotros, el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios y, como dice el Apóstol, es imposible que en ningún otro seamos salvados .
 


Precisamente por eso es oración, pues con ella buscamos la misericordia divina; 
 
es voto, porque nos ofrecemos a Cristo mediante su invocación; es confesión, porque al declarar su fe en esos términos, Pedro fue llamado bienaventurado ; 
 
es dispensadora del Espíritu, pues ninguno dice: Señor Jesús, si no está en el Espíritu Santo (3); 
 
es otorgadora de los dones divinos, porque por ella Cristo dijo a Pedro: A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos (4); 
 
es purificación del corazón, porque ve e invoca a Dios mientras Él purifica al vidente; 
 
es expulsión de los demonios, porque en el nombre de Jesús fueron y son expulsados todos los demonios; 
 
es morada de Cristo porque, mediante su recuerdo, Él está en nosotros, es decir, habita en nosotros y nos colma de alegría. Ciertamente, se ha dicho: Me he acordado de Dios y me he alegrado (5); 
 
es fuente de reflexión y pensamientos espirituales, porque Cristo es tesoro de toda sabiduría y toda ciencia (6), y dona ambas a aquellos en quienes habita; 
 
es redención de los pecados porque: Lo que desates en la tierra será desatado en el Cielo (7); 
 
es medicina de las almas y los cuerpos, pues se dijo: En el nombre de Jesucristo, levántate y camina(8); y también: Eneas, Jesucristo te cuida (9); 
 
es dadora de iluminación divina, porque Cristo es la luz verdadera (10) y hace participar de su esplendor y su gracia a quienes lo invocan, según estas conocidas palabras: Que el resplandor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros (11), y: Quien me sigue, tendrá la luz de la vida (12); 
 
es manantial de misericordia divina, porque nosotros buscamos misericordia y el Señor es misericordioso, tiene compasión de todos aquellos que lo invocan, y toma venganza con quienes claman día y noche (14); 
 
es causa de revelaciones e iniciaciones divinas para los humildes, porque ellas fueron otorgadas al pescador Pedro según la revelación del Padre que está en los Cielos (15); también Pablo fue atrapado por Cristo y oyó revelaciones (16);  la oración siempre opera estas cosas; ella es la única salvación; en palabras del Apóstol: es imposible que seamos salvados de alguna y otra manera (17): Éste es el Cristo, el Salvador del mundo (18).
 


De ahí que, en el último día, toda lengua confesará y proclamará, quiérase o no, que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre (19). Tal es el signo de nuestra fe, porque somos y nos llamamos cristianos; tal el testimonio de nuestra pertenencia a Dios pues, como hemos indicado, está escrito que todo espíritu que proclama Señor a Jesucristo, diciendo que ha venido al mundo en carne verdadera, es Dios (20), mientras el espíritu que no confiesa esto no proviene de Dios, más bien es el anticristo, el espíritu que no reconoce a Jesucristo (21)
 


En consecuencia, es preciso que todo aquel que cree confiese incesantemente ese nombre, ya sea para proclamar la fe, ya sea por la caridad de nuestro Señor Jesucristo de la cual nada debe separarnos (22), ya sea por la gracia que viene de su nombre también la remisión, la redención, la medicina, la santificación, la iluminación y, sobre todo, la salvación.
 


En efecto, según ese nombre divino, los Apóstoles hicieron y mostraron maravillas. El evangelista dice: éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios –he aquí la fe- y para que creyendo tengáis la vida en su nombre (23), he aquí la salvación y la vida.

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