miércoles, 31 de diciembre de 2014

Se termina el año 
Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios. 

Autor: P. Jorge Loring SJ | Fuente: Catholic.net
El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.

El día de hoy podríamos considerar tres cosas:
a) El tiempo pasa.
b) La muerte se acerca.
c) La eternidad nos espera.

El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.

La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho.

La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal.

Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino.

Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.

Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual y moral.

Hagamos examen del año que termina.

Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.

Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está.

Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él?

Que al finalizar este año que hoy comienza, podamos besar con alegría cada una de sus páginas.

Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.

Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.

Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.

Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito.

También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien.

Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán.

Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina.

De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.

Y de su gran misericordia.

martes, 30 de diciembre de 2014

Dos tortolas ofrecidas en sacrificio
Se ofrecían en forma de sacrificio cuando se presentaba a Dios al hijo primogénito. 

Autor: Oscar Schmidt | Fuente: www.reinadelcielo.org
La Redención tiene infinitas facetas para que nuestro corazón, en meditación, las descubra. Cuando rezamos el cuarto misterio gozoso del Santo Rosario, por ejemplo, meditamos la Presentación de Jesús en el templo. Y sabemos que allí recordamos la celebración de un rito que el pueblo judío heredó de las leyes de Moisés: se presentaba a Dios al hijo primogénito en el Templo, en forma de sacrificio. Y la costumbre de los humildes era presentar dos tórtolas como ofrenda. Cuando aquel día José y María ofrecieron a Jesús en el Templo se vivió un anticipo de lo que ocurriría luego: el Cordero de Dios iba a ser verdaderamente ofrecido en sacrificio, para la Salvación de toda la humanidad. Allí el anciano Simeón profetizó a María que su corazón iba a ser traspasado por una espada, por el destino de Cruz que su Hijo iba a enfrentar.

Aquí se esconde un gran misterio: se ofrecieron entonces dos tórtolas como símbolo de sacrificio a Dios. Ellas representaban a Jesús y también a María. Se ofreció en sacrificio al Redentor y a la Corredentora, juntos inseparablemente en la obra de la Salvación. Dios Padre recibió la ofrenda de Su propio Hijo y también la de la Criatura más perfecta, verdadera Arca que contuvo y dio su naturaleza humana al Salvador.

Las dos tórtolas ofrecidas en sacrificio en Jerusalén dos mil años atrás unieron indisolublemente a Madre e Hijo en la obra de la Salvación, frente a Dios Padre. Jesús murió física y místicamente por nosotros en la Cruz, pero su Madre lo siguió en todo momento, de tal modo que también sufrió místicamente la Pasión de su Hijo amado. Así, el misterio de la Redención va unido al de la Corredención de María.

El único y verdadero Salvador de la humanidad no quiso en ningún momento tener a Su Madre lejos de él: espiritualmente ellos siempre estuvieron unidos, como lo están ahora. Estos tiempos son importantes para recibir de nuestra Madre Celestial el consuelo y la guía para que lleguemos a su Hijo. Porque como dijo San Luis Grignion de Montfort: María es el camino más corto y seguro para llegar a Jesús.

¡Jesús y María, sean la Salvación del alma mía!

Las iglesias en Siria se mantienen llenas de fieles a pesar del riesgo cierto de muerte

26 de dic de 2014
El milagro es que, a pesar de las enormes dificultades, los desplazados y refugiados cristianos mantienen una fuerte fe en Jesús,
Las iglesias en Siria se mantienen llenas de fieles a pesar del riesgo cierto de muerte
Los cristianos en Siria se sienten abandonados y arriesgan su vida cada día, entretanto las iglesias están activas y están llenas de fieles durante las misas. Lo indicó a Zenit Damaan Daoud, que era un guía turístico de los italianos antes del inicio de la guerra. Samaan es uno de los católicos sirios que tuvo el coraje de quedarse en su país.
Dadoud ha hablado también de las tradiciones navideñas en su país, que vivirá las festividades en una mezcla de desesperación y esperanza, auténtico símbolo de la pasión de Jesús en la cruz.
-¿Cuál era su actividad en Siria?
-Inicié como guía turística con grupos de italianos en 1994, pero desde 2011 he perdido ese trabajo. Sigo trabajando como guía, pero no para turistas, sino para periodistas en los campos de batalla del conflicto. Me encontraba en Maalula cuando en septiembre de 2013 la ciudad fue tomada por los fundamentalistas de Al-Qaeda del frente Al-Nusra. Actualmente también hago traducción de libros de los salesianos.
-¿Cómo viven los sirios la Navidad?
-Navidad es una fiesta nacional en la que todo el pueblo participa, aunque sólo los cristianos ponen el pesebre. Sin embargo, la mayoría de los sirios arma el árbol de Navidad en su casa. Hay cristianos que hacen también el ayuno navideño, que dura cuarenta días y que representa una antigua tradición cristiana en Oriente Medio. Además, en este mes hay muchos conciertos en iglesias y teatros. Las calles se decoran con adornos navideños, pero en los últimos tres años estos adornos ya no se ven, porque muchas familias perdieron a sus seres queridos y el país está medio destruido. En estos tres años en Siria se han destruido unos tres millones de casas. 
-¿Hay tradiciones particulares?
-La víspera de Navidad todos los cristianos van a la iglesia para la misa, después por la noche cenan. El día de Navidad todas las familias se reúnen en donde está el jefe de la familia y cada zona de Siria tiene su plato tradicional. Por ejemplo, el más famoso en Damasco es el Kibbebh (grano molido fino con carne de cabrito, pistacho, cebolla y con yogurt cocido).
-¿Cómo pasarán la Navidad en Siria? 
-Los cristianos en Siria tienen miedo y viven con mucha preocupación. Están en la mira del fanatismo y del radicalismo islámico. Somos un objetivo fácil de atacar y hemos tenido muchos mártires cristianos en esta absurda guerra. Casi la mitad de los cristianos huyeron del país. La mayor parte de la comunidad cristiana que se encuentra en Alepo se encuentra en peligro porque tanto el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y sus milicianos como los de Al-Nusra los amenazan continuamente. 
-¿Se siente miedo? 
-Los cristianos huyen de Alepo: estuve allí hace un mes y vi mucho sufrimiento y miedo. Lo mismo vale para los cristianos del noreste de Siria, en la zona de Al-Qamishli, donde Estado Islámico, que rodea la zona, ha asesinado y secuestrado a muchos cristianos, apropiándose también de sus terrenos. Es imposible quedarse en Siria si no se garantiza paz y seguridad. Es imposible pedirle a los cristianos que se queden. En Occidente algunos nos critican porque estamos con el régimen de Damasco, pero no entienden que la oposición al régimen es aún más sanguinaria. El milagro es que, a pesar de las enormes dificultades, los desplazados y refugiados cristianos mantienen una fuerte fe en Jesús, el Emanuel, y las iglesias están llenas de fieles.
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sábado, 27 de diciembre de 2014

Juan apóstol, amigo de Cristo
Juan se caracterizó por su gran amor a Cristo. Y es lo que yo necesito, amar a Dios, sentirlo cercano, necesario. 

Autor: P. Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net
Juan era hijo de Zebedeo, pescador de Betsaida y de Salomé, una de las mujeres que estuvieron al servicio de Jesús. Era hermano de Santiago, a quienes se les designaba con el título de "hijos del trueno". Fue discípulo de Juan el Bautista de donde pasó a ser seguidor de Cristo, convirtiéndose en uno de sus apóstoles preferidos, el “discípulo amado".
Parece ser que Juan vivió después de todo esto en Antioquía y en Efeso. Además de escribir el Evangelio, Juan escribió el Apocalipsis y tres cartas. Finalmente recordamos que fue el acompañante de María .

Entre todos los aspectos que podríamos señalar en S. Juan, vamos a quedarnos en esta meditación con esa realidad que le caracteriza tanto: su amor a Cristo.

En la vida de todo hombre están en disputa siempre una serie de valores que compiten entre sí por su primacía. Muchas veces en la esfera de la mente y de la razón se hace evidente para un cristiano que Dios es lo primero. Pero posteriormente en la esfera de lo existencial, de lo vital, del día a día, Dios se oscurece en la conciencia para dar paso a otras realidades que copan plenamente la energía, la atención, el pensamiento, la preocupación, hasta el punto de que se convierten así en las verdaderas razones de nuestro existir.

Es ésta una lucha constante y normal en nuestro interior. La realidad de Dios se ve frecuentemente vapuleada por otras realidades que la desplazan. Se termina teniendo tiempo para casi todo, pero no para Dios. Hay frases muy usadas y muy conocidas como "no tengo tiempo para el espíritu", "me es imposible ir a misa", "no encuentro tiempo para confesarme", "ya quisiera tener un minuto para poder leer el Evangelio o algún libro formativo". En el fondo de todo ello está la derrota del espíritu frente a la fuerza y empuje de lo material, de lo inmanente, de lo pasajero. A veces queremos reaccionar frente a esta situación, pero enseguida el tráfago de la vida y las ocupaciones nos apartan de nuestros propósitos.

Como consecuencia de todo ello, sentimos que el espíritu empieza a perder entusiasmo por Dios y nos encontramos cada vez más con un vacío que nos angustia y llena de culpabilidad. Es como si mascáramos el fracaso de una vida que, a medida que avanza, se siente más vacía. Y es que no podemos apagar la sed del espíritu, es que no podemos negar al corazón lo que el corazón necesita de veras, porque tras el olvido de Dios llega a continuación el poner en un lugar también secundario la familia, la esposa, los hijos, la honradez, la verdad. El fracaso del espíritu siempre arrastra tras sí a todo el hombre.

Todo ello hace comprender por qué Dios quiere ser Dios en nuestra vida o por qué el hombre no puede concebir una vida sin Dios. La medida de nuestra dicha, de nuestro gozo, de nuestra paz no puede ser otro que Dios. "Nos hiciste, Señor, para ti". Son palabras que han tenido, tienen y seguirán teniendo una fuerza y una verdad incontestables. Por más que los hombres se empeñen en llenar el vacío de Dios con otras realidades, nunca lo lograrán. Ahí está el porqué Dios es el Señor de nuestras vidas. Sería un suicidio querer plantear una vida y un futuro lejos de Él.

Pero no basta que Dios sea Dios en nuestra vida. Desde su realidad de Dios, Dios debe ser vivido como Padre, Amigo, Compañero, Confidente. Un Dios en quien se crea, pero que no afecte cordialmente a mi vida, con quien yo no tenga una relación personal e íntima, que yo no sienta a mi lado, nunca terminaría convirtiéndose en mi vida en lo primero. Puedo creer en Dios, puedo respetar a Dios, puedo temer a Dios, pero esto necesariamente no es amor. Y realmente lo que necesito es amar a Dios, es decir, sentirlo como persona, sentirlo cercano, sentirlo necesario.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

El buey y el asno, junto al pesebre
Los rostros del buey y el asno nos miran esta Navidad y nos hacen una pregunta: ¿Comprendes tú la voz del Señor? ¿Volverás a casa llenos de alegría?

Autor: Joseph Ratzinger | Fuente: Catholic.net

Benedicto XVI, cuando aún no era Papa, escribió varios textos dedicados a la Navidad en el libro Imágenes de la esperanza. 

En la cueva de Greccio (Es una pequeña localidad situada en el valle de Rieti, en Umbría, no muy lejos de Roma ) se encontraban aquella Nochebuena, conforme a la indicación de san Francisco de Asis, el buey y el asno: «Quisiera evocar con todo realismo el recuerdo del niño, tal y como nació en Belén, y todas las penalidades que tuvo que soportar en su niñez. Quisiera ver con mis ojos corporales cómo yació en un pesebre y durmió sobre el heno, entre un buey y un asno».

Desde entonces, el buey y el asno forman parte de toda representación del pesebre. Pero, ¿de dónde proceden en realidad? Como es sabido, los relatos navideños del Nuevo Testamento no cuentan nada de ellos. Si tratamos de aclarar esta pregunta, tropezamos con uno hechos importantes para los usos y tradiciones navideños, y también, incluso, para la piedad navideña y pascual de la Iglesia en la liturgia y las costumbres populares.


El buey y el asno no son simplemente productos de la fantasía piadosa. Gracias a la fe de la Iglesia en la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento, se han convertido en acompañantes del acontecimiento navideño. De hecho, en Isaías 1,3 se dice: Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.

Los Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevo pueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de judíos y gentiles. Ante Dios, todos los hombres, judíos y gentiles, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que ahora reconozcan la voz de su Dueño, la voz de su Amo.

En las representaciones navideñas medievales, sorprende continuamente cómo a ambos animales se les dan rostros casi humanos; cómo, de forma consciente y reverente, se ponen de pie y se inclinan ante el misterio del Niño. Esto era lógico, pues ambos animales eran considerados la cifra profética tras la que se esconde el misterio de la Iglesia –nuestro misterio, el de que, ante el Eterno, somos bueyes y asnos–, bueyes y asnos a los que en la Nochebuena se les abren los ojos, para que en el pesebre reconozcan a su Señor.


Pero, ¿lo reconocemos realmente? Cuando ponemos en el pesebre el buey y el asno, debe venirnos a la mente la palabra entera de Isaías, que no sólo es buena nueva –promesa de conocimiento venidero–, sino también juicio sobre la presente ceguedad. El buey y el asno conocen, pero «Israel no conoce, mi pueblo no discierne».


¿Quién es hoy el buey y el asno, quién es mi pueblo que no discierne? ¿En qué se conoce al buey y al asno, en qué a mi pueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la irracionalidad conoce y la razón está ciega?

Para encontrar una respuesta, debemos regresar una vez más, con los Padres de la Iglesia, a la primera Navidad.


¿Quién no conoció? ¿Por qué fue así?




  • Quien no conoció fue Herodes: no sólo no entendió nada cuando le hablaron del Niño, sino que sólo quedó cegado todavía más profundamente por su ambición de poder y la manía persecutoria que le acompañaba.
  • Quien no conoció fue, «con él, toda Jerusalén». Quienes no conocieron fueron los hombres elegantemente vestidos, la gente refinada. Quienes no conocieron fueron los señores instruidos, los expertos bíblicos, los especialistas de la exégesis escriturística, que desde luego conocían perfectamente el pasaje bíblico correcto, pero, pese a todo, no comprendieron nada.

    Quienes conocieron fueron –comparados a estas personas de renombre– bueyes y asnos: los pastores, los magos, María y José. ¿Podía ser de otro modo? En el portal, donde está el Niño Jesús, no se encuentran a gusto las gentes refinadas, sino el buey y el asno.


    Ahora bien, ¿qué hay de nosotros? ¿Estamos tan alejados del portal porque somos demasiado refinados y demasiado listos? ¿No nos enredamos también en eruditas exégesis bíblicas, en pruebas de la inautenticidad o autenticidad del lugar histórico, hasta el punto de que estamos ciegos para el Niño como tal y no nos enteramos de nada de Él? ¿No estamos también demasiado en Jerusalén, en el palacio, encastillados en nosotros mismos, en nuestra arbitrariedad, en nuestro miedo a la persecución, como para poder oír por la noche la voz del ángel, e ir a adorar?


    De esta manera, los rostros del buey y el asno nos miran esta noche y nos hacen una pregunta: Mi pueblo no entiende, ¿comprendes tú la voz del Señor? Cuando ponemos las familiares figuras en el nacimiento, debiéramos pedir a Dios que dé a nuestro corazón la sencillez que en el Niño descubre al Señor –como una vez San Francisco en Greccio–. Entonces podría sucedernos también –de forma muy semejante a san Lucas cuando habla sobre los pastores de la primera Nochebuena–: todos volvieron a casa llenos de alegría.

domingo, 21 de diciembre de 2014

¿Una Navidad sin Cristo o un Cristo sin Navidad?
Cristo vino porque Dios nos ama y porque quiere hacer sentir su amor entre nosotros. Yo me siento orgulloso porque mi Buen Padre Dios me ama. 

Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net
Cristo en su Navidad es el puente tendido por Dios para acercarse a los hombres que él ama 
Cuentan que dos hermanos Roger y Alfonso cuyos terrenos colindaban, divididos sólo por un caudaloso río, un día tuvieron un altercado muy grande, al grado que Alfonso el hermano mayor quedó fuertemente resentido. Llamó éste a un carpintero, le narró lo del enojo con su hermano, le indicó que estaría de viaje por algún tiempo y señalando los límites del terreno, le indicó que cerca del granero había suficiente madera, para que hiciera algo, porque no quería volver a ver por mucho tiempo a su hermano.

El tiempo pasó, y a su vuelta, lo primero que hizo fue ir hasta el límite de sus terrenos, y se encontró con gran sorpresa de su parte, que el carpintero había construido precisamente un puente en el río que separaba su terreno del de su hermano. Y más grande fue su sorpresa, al darse cuenta de que su hermano Roger estaba cruzando el puente con paso firme y decidido y cuando estuvo cerca, lo abrazó efusivamente y le manifestó que cuando comenzaron a construir el puente, él percibió la señal del perdón de su hermano, y que ahora que él, Alfonso volvía, quería manifestarle su vergüenza por haberlo ofendido y quería pedirle perdón por la ofensa cometida.

La fábula no es lo mejor para situarnos, pero así quiero imaginarme hoy la llegada del Hijo de Dios, Jesucristo, hasta nuestra carne, hasta nuestra morada, convirtiéndose él mismo en el puente que uniría para siempre a nuestra humanidad caída, pecadora, desquiciada por su propio pecado, al Padre que dolorido, vio que el hombre, su creación máxima, en quien había puesto todo su amor y todo su cariño al crearle al frente de todo el universo, se le escapaba de sus manos.

Los teólogos dicen que Cristo vino a causa de nuestro pecado, yo prefiero decir que Cristo vino porque Dios nos amaba y porque quería hacer sentir precisamente su amor entre nosotros. Yo me siento orgulloso porque mi Buen Padre Dios me ama, y estoy seguro de que si no hubiera habido ninguna otra persona en el mundo, por mí y por ti, Cristo Jesús se habría encarnado. De hecho hay quien afirma que la Creación no estaría completa sin la venida de Cristo al mundo. Así, Cristo Jesús llega a ser entonces el culmen de la obra de la Creación, y cuando éste se encarna en María, la Madre del Señor, todo está listo para la redención del género humano.

Para esta Navidad me había propuesto ser sumamente breve, para dar espacio a que en el interior del corazòn, cada uno de nosotros sepamos acoger el misterio de todo un Dios que quiere hacerse hombre entre los hombres para llevarlos hacia él. Reciban tres consideraciones.

Primera: Es interesantísimo como San Mateo y San Lucas construyen artificiosamente pero con todo realismo, la genealogía de Cristo. Hay que caer en la cuenta de cómo los evangelistas tuvieron buen cuidado de situar perfectamente a Cristo en la historia y en la geografía, y por eso hacen remontar a Cristo hasta situarlo como descendiente de Abraham e incluso de Adán, el primero de los mortales sobre la tierra, para indicarnos hasta el cansancio que él se convierte en el Salvador de todos los hombres. Y sorprende que en su genealogía, no se dieran a la tarea de “limpiar” los tipos indeseables y las mujeres que no aparecen en la Escritura como de lo mejor, así aparecen algunos incestuosos, adulterinos otros, y aparecen también cuatro mujeres, cosa inaudita, porque en la sociedad machista en que vivió, la mujer no tenia que ser situada para nada en una genealogìa, porque ella era solo la que “engendraba” para el hombre y nada más. Por cierto que esas mujeres, por lo menos tres de ellas, no tuvieron una conducta francamente recomendable. Y si se las nombra, es para que quede claro que siendo ellas pecadoras, le darán oportunidad a Cristo de venir a salvar a su pueblo de todos sus pecados, además, porque siendo ellas extranjeras, Cristo tendrá la oportunidad de decir que la salvación es para todos los hombres y no solo para los orgullosos hebreos, y finalmente, si se las cita es porque ellas realizaron hechos muy beneméritos para el pueblo de Israel, y quisieron situarse al lado de los que esperaban la promesa de un futuro salvador.

Segunda. Otra de las sorpresas que nos deparan los Evangelistas es que tratándose de un hecho tan singular que partió en dos la historia de los hombres, ellos le dediquen tan solo unos cuántos renglones. A nosotros nos hubieran gustado muchos de los detalles que rodearon el gran acontecimiento del Hijo de Dios que se hace hombre. Pero en cambio, se detienen a considerar que los primeros que conocen del nacimiento de Jesús son los pastores, considerados despreciables en ese tiempo, como símbolo de todos los hombres a los que Cristo viene a salvar. Ellos que recibieron la noticia del nacimiento del Salvador, confían en el Ángel que les invita a ir a buscarlo. Ellos le creen y encuentran al niño Dios en brazos de su Madre y lo aceptan como signo de Dios, confían en la palabra salvadora y glorifican al Señor ofreciendo sus propios dones. Es la actitud que se nos invita a adoptar en esta Navidad, conocer al Hijo de Dios, al hijo de María, amarlo con todas las fibras del corazón y comenzar a imitarle en su ternura y su predilección por los más pequeños de los hombres.

Tercera. Si vemos que los evangelistas conceden tan poco espacio al acontecimiento ocurrido en la oscura aldea de Belén, tiene que ser por alguna razón poderosa, y en ese sentido el que nos da la clave es el Apóstol San Juan, que en el prólogo de su Evangelio, nos sitúa ante el Cristo con las verdaderas dimensiones del Hijo de Dios.

San Juan nos va a situar a Cristo como el que tiene la Palabra, el que ES la Palabra, para responder a aquellos que piensan en un Dios lejano, ocupado en sus propias cosas, y casi como un perro mudo que tiene nada que decir a los hombres. Él es el que viene a dar respuesta a ese gran sector de la población que crece día con día, de hombres ateos, haciéndoles sentir la cercanía de un Dios que tiene muchas cosas que decir, que va a explicarnos nuestra vida y nuestra incorporación al Dios que tiene en Cristo un nombre, una historia, una geografía, un corazón para amar y una salvación que ofrecer. San Juan nos hablará entonces de Cristo visto como el Verbo, la Vida, la Luz, la Gloria y la verdad y sobre todo nos hablará de Cristo como el Resucitado, como el Cristo Pascual que invita a seguirlo rumbo al Padre.

Dime cómo celebras tu Navidad, y te diré que clase de cristiano eres.

sábado, 20 de diciembre de 2014

El "sí" de María
Lucas 1, 26-38. Adviento. María se dejó guiar por la fe. Sin certezas humanas, supo acoger confiadamente la palabra de Dios. 

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Oración introductoria
Señor, así como María supo acoger el anuncio del ángel, permite que yo sepa escuchar y aceptar lo que hoy quieres decirme en mi oración, porque mi anhelo es que la verdad de tu Evangelio impregne mi modo de ver, pensar y de actuar.

Petición
Jesús, permite que siempre diga un «sí», alegre y confiado, a lo que Tú quieras pedirme.

Meditación del Papa Francisco

La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él. María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Este "“hágase" no es sólo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. ¡Este "hágase" es esperanza!
María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el "sí" en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente.» (Papa Francisco, 21 de noviembre de 2013)

Reflexión
Cuando pensamos en el "Sí" de María a la propuesta de Dios, lo podemos imaginar en un ambiente casi de novela "romántica", y olvidar que con ese "Sí", toda su vida quedó comprometida. La respuesta que ella dio no era algo espontáneo o "lógico". María dirá que sí, más por confianza y fe, que por conocimiento. Ella apenas podía entender lo que le había sido explicado... y sin embargo, dice que "Sí". Además, la fe de María será puesta a prueba cada día. Ella quedará encinta. No sabe bien cómo, pero lo cierto es que su corazón está inundado por una luz especial. Aunque su querido José dude, ella vive inmersa en el misterio sin pedir pruebas, vive unida al misterio más radical que existe: Dios. Él sabrá encontrar las soluciones a todos los problemas, pero hacía falta fe, hacía falta abandono total a su voluntad.

María se dejó guiar por la fe. Ésta la llevó a creer a pesar que parecía imposible lo anunciado. El Misterio se encarnó en ella de la manera más radical que se podía imaginar.

Sin certezas humanas, ella supo acoger confiadamente la palabra de Dios. María también supo esperar, ¿cómo vivió María aquellos meses, y las últimas semanas en la espera de su Hijo? Sólo por medio de la oración y de la unión con Dios podemos hacernos una pálida idea de lo que ella vivió en su interior. También María vivió con intensidad ese acontecimiento que transformó toda su existencia de manera radical. Ella dijo "Sí" y engendró físicamente al Hijo de Dios, al que ya había concebido desde la fe. Estas son experiencias que contrastan con nuestro mundo materialista, especialmente en la cercanía de las fiestas de Navidad. Por ello, como cristianos, ¿cómo no centrar más nuestra vida al contemplar este Misterio inefable? ¿Cómo no dar el anuncio de la alegría de la Navidad a todos los que no han experimentado ese Dios-Amor?

No olvidemos que un día ese Dios creció en el seno de María, y también puede crecer hoy en nuestros corazones, si por la fe creemos, y si en la espera sabemos dar sentido a toda nuestra vida mirando con valor al futuro.
El silencio de san José
Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras.

Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
En estos últimos días del Adviento, la liturgia nos invita a contemplar de modo especial a la Virgen María y a san José, que vivieron con intensidad única el tiempo de la espera y de la preparación del nacimiento de Jesús. Hoy deseo dirigir mi mirada a la figura de san José. (......)

Desde luego, la función de san José no puede reducirse a un aspecto legal. Es modelo del hombre "justo" (Mt 1, 19), que en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquio espiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe.

El amado Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos ha dejado una admirable meditación dedicada a él en la exhortación apostólica Redemptoris Custos, "Custodio del Redentor". Entre los muchos aspectos que pone de relieve, pondera en especial el silencio de san José. Su silencio estaba impregnado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total disponibilidad a la voluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino, al contrario, la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos.

Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia.

No se exagera si se piensa que, precisamente de su "padre" José, Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto de la auténtica justicia, la "justicia superior", que él un día enseñará a sus discípulos (cf. Mt 5, 20).

Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida.


Meditación del Ángelus. Domingo 18 de diciembre de 2005

viernes, 19 de diciembre de 2014

Nochebuena. Nos metimos en Belén
¿Qué hacer con esta luz de Cristo que recibimos en esta Nochebuena, en esta Noche venturosa, en esta Noche llena de claridad?

Autor: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net
Cristo nos sólo es Pan, ni sólo es Palabra encarnada. Es también Luz. En toda la liturgia hoy resplandece la Luz de Dios. Belén es la casa del Pan, que nos alimenta y es Palabra Encarnada que nos habla, Palabra vivificadora, regeneradora, santificadora… a quienes están atentos receptivos. Y hoy en esta Nochebuena queremos comentar una riqueza más del misterio de Belén: es Luz ¿No decimos: dio a luz?

I. ¿Dónde se aprecia más la luz?
Es la oscuridad, Isaías nos ayudará en esta primera reflexión de Cristo Luz: “El pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande, habitaban tierras de sombras, y una luz les brillos”

¿Es que acaso parte de la humanidad no caminaba en tinieblas, y a palpas porque todavía no se ha encontrado con Cristo Luz? Tinieblas y sombras son el pecado, la corrupción, la mentira, la malversación de fondos. Tinieblas y sombras son las guerras, la violencia, el terrorismo, los crímenes, que suceden al mundo. Tinieblas y sombras son la opresión, el yugo y el bastón con que todavía a 21 siglos de la Venida de Cristo, son azotados algunos hermanos nuestros. La misma ciudad de Belén en este año 2005 está vestida de luto y sin posada por las fuerzas oscuras de la violencia.

¿Esta parte de la humanidad ciega podrá ver la luz-de Cristo, en esta Nochebuena, o seguirá tropezando, hiriéndose, cayendo en medio de tierras de sombras? “A esta humanidad una luz le brilló”

¿Es que acaso nuestra misma Patria no camina en estos momentos por sombras inciertas, inseguras… conducida por gente no iluminada por Cristo-luz de los pueblos y de los corazones?

Y porque no vemos nos quitan el botón de nuestra fe y de nuestros valores morales y cristianos…

Necesitamos ver. Y Cristo en esta Nochebuena se nos presenta como Luz que ilumina nuestro camino hacia el Padre, hacia la eternidad. Cristo luz ilumina nuestra conciencia para que pueda siempre percibir y distinguir el bien del mal.

¿Dónde se aprecia más la luz? En la oscuridad. Por eso Cristo hoy se aprecia mucho más.

II. ¿Qué se necesita para ver esta Luz?
Abrir los ojos. Por más luz que haya, si yo cierro los ojos, no veo.

Abrir los ojos significa limpiarlos, pues, tal vez las lagañas o el llevar una vida disipada nos impide ver esa luz.

San Pablo en su Carta a Tito, que hemos leído nos pone en peligro de todo aquello que nos impide ver a Cristo Luz, todo aquello que nos cierra los ojos del alma para ver esa Luz que emana de Belén: dejarse levar por los deseos y apetencias mundanas, y por una vida sin religión, es decir, sin referencia a Dios y a la moral. ¡Cuántas leyes emanan nuestros gobiernos sin referencias a Dios! ¡Cuantas cosas estamos tentados a hacer, que no llevan esa referencia a Dios, que no goza de esa luz de Dios: odio, malquerencia, violencias, impurezas, envidias, ambiciones, egoísmos, juergas y fiestas mundanas y peligrosas para la fe y la moras!

Y Pablo nos da el colirio para curar nuestros ojos y así ver esa luz de Cristo que brota de Belén: sobriedad de vida, honradez, piedad, como la vida de esos pastores sencillos.

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande”. Abramos los ojos para ver esa luz. El solo mirar esa luz ya nos va purificando

III. ¿Qué hacer con esta luz de Cristo que recibimos en esta Nochebuena, en esta Nocheventurosa, en esta Noche llena de claridad? 
Nos contesta San Lucas en su Evangelio:

Los ángeles llenaron de luz a los pastores, los envolvieron en esa claridad. Y los pastores, felices, contentos, después de que fueron corriendo a Belén, y se dejaron iluminar con esa Luz de Cristo… salieron corriendo a comunicar a todos esa luz, a llevar esa claridad, el calor de ese Cristo-Luz.

Los corazones de estos pastores estaban caldeados, entusiastas por el contagio de esta luz. Cristo-luz en esta Noche Buena nos pide a todos nosotros llevar esa Su Luz por todos los rincones.
- A nuestros hogares, para que con esa luz de Cristo podamos compartir esa Pan que también hoy recibimos.
-Entre nuestros amigos y vecinos, para que esa luz de Cristo disipe las sombras de la desesperanza e inseguridad.


- Entre quienes sabemos que están necesitados de esa Luz de Cristo.
No nos quedemos con ese Pan, repartámoslo.
No nos quedemos con esa Palabra, comuniquémosla.
No nos quedemos con esa Luz, llevémosla por todas partes.
¡Este es el misterio de la Navidad!

¡A todos ustedes les deseamos una Feliz Noche Buena y Feliz Navidad! Que brille en sus familias la luz de Cristo.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

La Navidad no está en las tiendas
En la primera Navidad no había cosas, sólo estaba Jesús. En nuestras navidades hay infinidad de cosas...ojalá también esté Jesús. 

Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
La Navidad no está en el supermercado, ni en las tiendas de regalo.
Allí se encuentran miles de objetos, de cosas... pero no a Él.


En este tiempo cualquier tienda por necesidad tiene que estar adornada de motivos navideños y debe vender cualquier cosa que tenga que ver con la Navidad. Y todas las familias, sin excepción sienten el compromiso de comprar algo para adornar a su vez la propia casa: un árbol, un nacimiento, foquitos, estrellas, coronas etc.

El peligro de llenarse de objetos navideños y olvidad la Navidad es muy común. Hasta se puede brindar y gritar Feliz navidad y mantenerse por dentro bien triste. En la primera Navidad no había cosas, sólo estaba Jesús. En nuestras navidades hay infinidad de cosas, ojalá también esté Jesús. De lo contrario celebramos a un personaje famoso y el personaje no está invitado a nuestra fiesta.

Yo no estoy en contra de todo el folklore que se utiliza en estas fiestas. Personalmente disfruto viendo las casas adornadas, las calles iluminadas, los nacimientos, los arbolitos, Todo es bienvenido, pero con la condición de que Jesús, María y José estén invitados. Podría faltar el buey y el burro, pero no pueden faltar los tres personajes principales, sobre todo Jesús.

La Navidad está en una cueva de animales.
La Navidad se encuentra junto a dos personas muy humildes:
José y María.
La Navidad está en un pesebre,
Sobre unas pajas.
La Navidad es el Niño Jesús.


Si es verdad lo que santa Teresa decía, que quien tiene a Dios nada le falta, sólo Dios basta, en el primer portal estaba Dios, por lo tanto nada falta. Pero en mucho hogares hoy están todas las cosas necesarias para el goce de los sentidos, para el disfrute del cuerpo, no falta ni él árbol, ni los regálalos, las tarjetas de felicitación, ni el pavo, ni el vino, el turrón. Puede incluso estar el nacimiento y una de sus piezas de barro o porcelana es el niño Jesús. Pero en los corazones de los miembros de esa familia puede no estar Dios. Entonces La navidad de estas personas no es Navidad, sino una caricatura de la fiesta.

Sabemos si Dios está en un corazón si la persona ama a Dios, vive en gracia y amistad con Él, si ama a su prójimo, si acepta con docilidad su palabra y sus mandamientos. Está Dios en un corazón, aunque sea un pecador, si tiene la capacidad de arrepentirse y pedir perdón.

La Navidad es el Niño Jesús. Hay la costumbre en algunas casas de preparar todo el nacimiento unos días antes del 24 de diciembre, pero la cunita de la cueva está vacía, aún no nace Jesús. Podríamos decir que todo ese nacimiento, con decenas de figuras, con montañas, pastores y animales y ríos y casillos, no tiene sentido sino hasta que la figura principal, que por cierto es una muy pequeña, la de Jesús, es colocada en el pesebre. Algo parecido sucede en las almas. Hasta que Jesús no nace en el corazón de los hombres, no es todavía navidad, sino sólo una esperanza de la misma. Lo más importante no es nacimiento de los hogares, aunque es algo hermoso, sino el nacimiento dentro del corazón donde nace Dios. La cueva donde nacería Jesús no era sino eso, una cueva sucia y fea, abandonada. Aquel pesebre había servido solamente para depositar heno y que lo comieran los animales.

Pero el momento en que la Santísima Virgen colocó a su niño en aquel pesebre, éste se convirtió en el trono de Dios y la cueva en el cielo. Nuestra alma es una cueva como aquella sucia y fea hasta que Dios la habita. Nuestro pesebre, nuestro corazón es sólo un lugar para almacenar sentimientos más o menos buenos. Pero cuando Dios habita en él también nuestro corazón y nuestra alma se convierten en un cielo. Eso es la Navidad, el cielo en nuestra alma, Jesús en nuestro corazón.

Veinticuatro de diciembre:
Día de las últimas apresuradas compras,
Para tener todo a punto.


Si los días anteriores a Navidad se suelen ver más o menos llenos los comercios y tiendas, el día 24todo el mundo se echa a la calle, sobre todo los que no han sido previsores y han dejado como de costumbre todo para el final. Recuerdo haber estado un 24 de Diciembre en Santiago de Chile y haber salido a la ciudad sólo para ver el gentío y la fiesta. No se podía caminar, te tropezabas con gente cargando bolsas y más bolsas, entrando y saliendo de las tiendas. Los vendedores atareadísimos pero felices. Así como al día siguiente hay un gran silencio alrededor de las tiendas y los supermercados. Lo que se compró y se compro y lo que no, se quedó sin vender.

Que este día y esta noche
se derrame sobre nuestras familias
la paz que anunciaron los ángeles:
Paz a los hombres que ama el Señor.


Brindemos con nuestro vino y con nuestra comida de Navidad por la venida del Hijo de Dios. Si algún día tenemos razón para estar felices es el día de Navidad. Ha llegado la salvación en ese niño Dios, ha venido para todos.

¡Feliz Navidad para todos:
para los buenos y para los menos buenos!
Porque para todos viene Dios,
Ojalá que estos días
nos volvamos hombres de buena voluntad
Que haya más bondad, más sonrisas,
Más amor, más generosidad.
Y no olvidarnos de dar las gracias
Al protagonista de la fiesta, a Jesús.


Una invitación urgente: Así como sacamos a la calle en grandes botes la basura de la casa y del jardín, en estos días recojamos toda la basura de nuestro corazón: todos los rencores, todos los desalientos y desesperaciones, todos los malos sentimientos de envidia, de pereza, de vanidad y arrojémoslos bien lejos de nosotros. Disfrutemos de un corazón puro y lleno de amor hacia los demás. Démonos ese regalo y démoselo a Jesús.

Algunos van a necesitar un trailer para tanta basura del corazón. Bien, pidan un trailer para vaciar lo de tanta miseria y pidan otro para llenarlo de los regalos que El Niño Dios nos trae del cielo, como es la caridad, la bondad, la pureza, la confianza….

Cuanto trabajan los carteros en estos días de Navidad!
¡Cuanta felicidad y cuantos buenos deseos
se mandan los hombres unos a otros!
¿Quién no recibe una dos, decenas de tarjetas de Navidad?


Y todas las tarjetas tienen el mismo o parecido texto en los diferentes idiomas, un texto de felicidad, de amor. Todos son buenos sentimientos y buenos deseos. Como si de repente fuera verdad aquello de amaos los unos a los otros como Yo os he amado.


De tanto desear a los demás que lo pasen bien, algo se les pega, y realmente lo pasan mejor.
Y, así, se cumple una ley muy importante:
Feliz es el que regala felicidad,
el que desea sinceramente ver a los demás felices.


Es cierto que la felicidad se encuentra tratando de hacer felices a los demás. Decía el psicólogo Adler, discípulo del famoso Freud, que para curar la tristeza profunda había que hacer durante dos semanas un favor cada día a otra persona. Si alguno sufre de esta clase de tristeza puede hacer el experimento, un favor o un acto de bondad cada día a otra persona, durante dos semanas.

Imagínense lo que fue la vida de Cristo, cuando san Pedro la definió así: Pasó haciendo el bien. No dos semanas ni un acto de bondad cada día, sino toda una vida y actos de bondad a cada momento. Ese es el Dios Amor. Si ese Dios viene en Navidad, nuevamente pasará haciendo el bien a todos los hombres y a todas las familias que le abran la puerta.

Ahora pensemos que Dios viene en la pobreza, como un niño necesitado de cariño y atenciones. Ahora es el momento de tener caridad con Dios, de hacer con él al menos un acto de bondad cada uno de esos días. Sería muy triste que le ofreciéramos como toda mansión una cueva llena de suciedad y telarañas. Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón, la amistad más entrañable a nuestro mejor Amigo.

Yo quisiera desde aquí
Enviar mi mejor deseo de feliz navidad
A los que no reciben una tarjeta,
A los que pasan la Navidad tras las rejas o en soledad…
O en una cama de hospital.
Dios irá también al hospital,
A la cárcel, a los caminos solitarios


Dios viene para todos. No te sientas excluido. A un ladrón que le pidió *Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino*, le respondió: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Si te sientes pecador, recuerda que El dirá cuando sea adulto: Hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve que no necesitan convertirse.
Indudablemente que los que más pueden alegrar en esta Navidad a Dios son los que se arrepienten de su mala vida y se convierten a Él. Si alguna vez lo piensas hacer, ¿por qué no ahora? Y si dices que ahora no, ¿por qué dices que más adelante? ¿Tendrás tiempo, tendrás deseos de hacerlo? Es mejor enfrentar a Dios como niño que enfrentarlo como Juez. El tribunal de la misericordia es mejor que el tribunal de la justicia. Jesús viene es esta Navidad no como juez sino como Salvador, viene como Misericordia hecha carne de niño.

Dios se sabe el nombre de todos los infelices…
Y a todos les quiere dar su paz…
Si le abren la puerta del corazón. 


No pide dinero, no pide grandes cosas; pide un poco de humildad y un poco de amor. ¿Quién no se lo puede dar? ¿Quién no se lo quiere dar? Lo poco que pide está en grande contraste con lo que nos da. El ciento por uno y la vida eterna. ¿Quién da más? Si Cristo asistiera a una subasta, ganaría todas, porque nadie se atreve a superar su oferta. Pues en esa subasta estamos. Cristo ofrece el ciento por uno a todos los que dejan algo por su Reino, además de premiar con la vida eterna.
Yo creo que los que dan las espaldas a Cristo son más tontos que malos, porque si creyesen en la oferta, todos se quedarían. Fíjate bien, si estás alejado de Cristo eres más tonto que malo, aunque seas también malo. Es demasiado lo que te pierdes, pero eres libre de perderlo y de seguirlo perdiendo. Si has estado toda una vida alejado de Dios, has perdido demasiado, demasiada paz, alegría, realización. Pero eres libre de seguir perdiendo demasiado por el resto de tus días. Tú verás lo que haces. Dios te ama, pero no te obliga, Dios te ofrece el cielo y la felicidad, pero no a la fuerza. Si quieres…

Hay que decirlo muy alto y muy claro: la mayor desgracia, la peor locura, la máxima torpeza es perder a Dios y su cielo para siempre. Los que viven habitualmente en pecado están en esta lista, a menos que tengan tiempo y humor para arrepentirse y volver a Dios.
Es precisamente el dueño de ese cielo el que lo ha dicho para el que lo quiera escuchar: ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?

Te encuentras por la calle, corriendo a tu derecha e izquierda en la autopista, en el súper, a miles de gentes que se matan por ganar algunos centavos más y no mueven un dedo por el cielo, más aún miran con desprecio a los que alaban a Dios, a los que van a las iglesias, a los que invocan a María. ¿Quién les convencerá de que están en un grave error?

Los verdaderamente ricos no son los millonarios de dólares, sino los que aman a Dios, los que escuchan humildemente su palabra, los que tratan con todas sus fuerzas de cumplir sus mandamientos, los que se esfuerzan sinceramente en vivir la Navidad. Dios de los ejércitos se disfraza de niño, por eso se le puede pisar o empujar o despreciar. Pero han de saber todos que ese niño débil, impotente, que llora y tiene frío es el que ha creado los cielos y la tierra y todas las riquezas del mundo. Yo prefiero ser amigo de él que de los millones de dólares.

¡Qué contraste tan brutal ofrecen los santos, que se han despojado de todo, que han dejado todas las cosas para quedarse con Jesús sólo. Mi Dios y mi todo. Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta. Sé en quien he creído y estoy muy tranquilo. Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en Ti.

Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi compañero, mi Padre, mi grande y único amor y la única razón de mi existencia.

Por último quiero recordar aquel soneto verdaderamente inspirado y además tan verdadero:
No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido, para dejar, por eso, de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte, clavado en una cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte. Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera que, aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo que espero, no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera.

Cada uno tiene que decir su propia oración a Jesús, o su propio villancico en esta Navidad. Tú tienes que decirle, como los sanos, en tus propias palabras: Mi Dios y mi todo. Me quedo contigo.

martes, 16 de diciembre de 2014

Palabras del papa Francisco en el Ángelus 
“Queridos hermanos y hermanas, queridos niños y jóvenes, buenos días. 
Desde hace dos semanas el Tiempo de Adviento nos invita a la vigilancia espiritual para preparar el camino al Señor, del Señor que viene. En este tercer domingo la liturgia nos propone otra actitud interior para vivir la espera del Señor, o sea la alegría. La alegría de Jesús, como dice ese cartel, la alegría de Jesús es de casa. O sea que nos propone la alegría del Jesús. 
El corazón del hombre desea la alegría, todos nosotros aspiramos a la alegría. Cada familia, cada pueblo aspira a la felicidad. ¿Pero cuál es la alegría que el cristiano está llamado a vivir y testimoniar? Es la que viene de la cercanía de Dios, de su presencia en nuestra vida. Desde que Jesús entró en la historia, con su nacimiento en Belén, la humanidad ha recibido el germen del Reino de Dios, como un terreno que recibe la semilla, promesa de la futura cosecha. ¡No necesitamos buscar en otras partes! Jesús vino a traer la alegría a todos y para siempre. 
No se trata de una alegría solamente esperada o desplazada al paraíso, 'aquí en la tierra estamos tristes pero en el paraíso estaremos alegres', no, no es esto. Pero una alegría ya real y que se puede sentir ahora, porque el mismo Jesús es nuestra alegría, es nuestra casa, 
Como dice ese cartel que sostienen ahí en la Plaza: 'Con Jesús la alegría está en casa', repitamos esto, nuevamente: 'Con Jesús la alegría está en casa', y sin Jesús hay alegría? ¡No! Jesús está vivo, es el resucitado, y opera en nosotros, especialmente con la palabra y los sacramentos. 
Todos nosotros bautizados, hijos de la Iglesia, estamos llamados a acoger siempre nuevamente la presencia de Dios en medio de nosotros y a ayudar a los otros a descubrirla, o a redescubrirla si la hubiéramos olvidado. Es una misión bellísima, similar a la de Juan el Bautista: orientar la gente a Cristo -no a nosotros mismos- porque Él es la meta hacia la cual tiende el corazón del hombre cuando busca la alegría y la felicidad. 
Nuevamente san Pablo en la liturgia de hoy nos indica las condiciones para ser “misioneros de la alegría”: rezar con perseverancia, dar siempre gracias a Dios, seguir su Espíritu, buscar el bien y evitar el mal. Si esto será nuestro estilo de vida, entonces la Buena Noticia podrá entrar en tantas casas y ayudar a las personas y familias a descubrir que en Jesús está la salvación. En Él es posible encontrar la paz interior y la fuerza para enfrentar cada día las diversas situaciones de la vida, mismo las más pesadas y difíciles. 
Nunca se oyó de un santo triste o de una santa con la cara fúnebre, nunca se ha oído, sería un contrasentido. 
El cristiano es una persona que tiene el corazón colmado de paz, porque sabe poner su alegría en el Señor, incluso cuando atraviesa momentos difíciles en la vida. 
Tener fe no significa no tener momentos difíciles, pero tener la fuerza de enfrentarlos sabiendo que no estamos solos. Y esta es la Paz que Dios dona a sus hijos. 
Con la mirada dirigida a la Navidad que está cerca, la Iglesia nos invita a dar testimonio que Jesús no es un personaje del pasado: Él es la palabra de Dios que hoy sigue iluminando el camino del hombre, sus gestos, los sacramentos, son la manifestación de la ternura, de la consolación y del amor del Padre hacia cada ser humano. La Virgen María 'causa de nuestra alegría' nos vuelva siempre alegres en el Señor, que viene a liberarnos de tantas esclavitudes interiores y exteriores». 

domingo, 14 de diciembre de 2014

Gracias, Madre, mil gracias, por haber dicho que sí
Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir. ¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti, Virgen Misericordiosa? 

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Gracias, Madre, mil gracias, Bendita,
por haber dicho que sí.
Nos trajiste lo mejor.
Estábamos destinados al eterno dolor
Éramos enemigos del Dios que tú amas.
Éramos hijos pródigos devorando bellotas,
Éramos casi como los animales que las comían,
pues apacentamos nuestras feas pasiones.
en los campos de Satanás.

La desesperación hubiera sido nuestra forma de vivir,
una tristeza creciente, sin cambio, sin sol.
Las tinieblas de muchos pecados
nos ocultaban el sol del amor.
Sin luz, sin amor, sin sentido de vivir.
¿Qué hubiera sido de nosotros, sin Ti,
Virgen Misericordiosa?

No había esperanza para nosotros,
prisioneros de ese campo de concentración
que hubiera sido el mundo.
El número de suicidas hubiera sido mayor
que el de los que quisieran seguir viviendo,
Pero llegaste Tú, la elegida, la abogada,
la llena de gracia…

Y nuestro mundo triste y amargado
se convirtió en lugar de consuelo y de paz.
Gracias por haber existido, por ser quien eres, por ser como eres.
Gracias mil veces porque nos trajiste la salvación.

Durante nueve meses, como todas las madres,
paseaste a Jesús en tu seno
por las calles de Nazareth, de Belén,
por los caminos y campos de Palestina,
La noche del mundo se convirtió en mediodía
cuando diste a luz al que se llamaría a sí mismo
Luz del mundo.
Tú fuiste la esclava sublime del Dios Altísimo.
Tú respondiste al Dios tres veces Santo
en nuestro lugar.
Borraste todas nuestras indignas respuestas
con tu sí heroico y generoso.
Y Dios, al complacerse en Ti.
nos miró también a nosotros con amor.
Porque eres de carne y hueso como nosotros,
Eres de nuestra raza
Y nuestra raza dió en Ti
la respuesta que Dios esperaba.

Jesús viene. Es el salvador,
pero ha querido venir a través de Ti.
Antes de ser de todos como redentor
fue todo tuyo, porque nadie lo sabía,
ni siquiera José, tu fiel esposo,
Luego, desde la cuna de Belén
no lo quisiste solo para Ti,
nos lo diste a todos los hombres.
A mí me has dado con inmenso amor
el fruto de tus entrañas purísimas.
Jesús es tuyo y Jesús es mío, `
porque Él es mi hermano y salvador
desde que Tú eres madre de ambos.
¿Qué cosa más grande, más hermosa,
más maravillosa podías darnos que a Jesús?

Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado, confirma la Sagrada Biblia.
Desde entonces puedo llamar padre a Dios,
igual que te llamo a Ti madre.

Mi Padre bendito, mi Madre bendita.
Desde entonces Jesús es mi Dios, mi compañero, mi padre, mi grande y único amor
y la única razón de mi existencia.
Desde entonces he bebido una y mil veces
de la fuente de agua vivas
en los sacramentos de la Iglesia.

Tú asististe a mi bautismo.
El primer beso en mi frente de niño cristiano
lo recibí de tus labios, oh Madre.

Tú preparaste mi alma para recibir
por primera vez a tu Jesús y a mi Jesús.
¡Qué día tan hermoso para mí,
para Ti y para Jesús.

Tú estuviste presente en mis bodas de Caná
Deseándome que me fuera como a Ti
en tu matrimonio con José.
Tal vez no me ha ido lo mismo…
Tú sabes mejor que nadie cómo me ha ido
en mis amores..
Ten misericordia de mi matrimonio,
esposa magnífica, como no ha habido
ni habrá ninguna.

Misericordia de mis hijos.
Aunque estén en malos pasos
quiero dejarlos siempre en tus manos buenas,
para que los salves del maligno,
del mundo y de sus pasiones.
Concédeme de parte de Dios una Navidad,
si no totalmente feliz, al menos en paz, alegría,
en amor, como debe ser.

Vienes a darnos, a darme otra vez a Jesús.
Y hoy es el día y la noche buena.
Si alguna vez y algún día debo estar feliz,
es en esta noche buena y el día de Navidad.
Permíteme disfrutar algo de la felicidad del cielo
en esta Navidad
porque viene a mi corazón y a mi familia
el cielo entero con Jesús.
Pero viene el cielo, viene Dios
de la forma más sorprendente.

A todos nos ha dejado sin palabra ese Dios niño,
ese gitanillo precioso.
Perdona que así lo llame,
porque ha nacido como otros gitanillos,
si no debajo de un puente,
sí en un portal de animales.
Gitanillo se hizo por mí,
por amor, por amor, por amor.

El Niño Jesús es todo amor,
sólo amor y siempre amor para mí.
Déjame besarlo, abrazarlo con cariño,
y amarlo con todas las fuerzas de mi alma.
Déjame besarte, déjame abrazarte, Madre querida,
con toda la ternura de mi corazón.

¿Cómo no amarte, ángel de mi vida, Madre bendita,
si nos has traído al tres veces Santo,
si nos has dado al Verbo de Dios,
si has convertido al Hijo eterno del Padre
en un niño de esta tierra.
Con qué seriedad y cariño se llamará a sí mismo
el Hijo del Hombre.
El Hijo amadísimo del Padre
en quien tiene todas sus complacencias
insiste en llamarse el Hijo del Hombre,
para que quedara claro cuánto nos amaba.

Pues Tú, Madre bendita, convertiste al Hijo de Dios
en hijo del hombre, al darle tu sangre.
Nos diste un Dios niño, con cuerpecito de niño,
con un corazón de niño.
Pero a través de sus latidos
nos ama el Dios que es Amor.
Lloraba ese niño lágrimas de niño
y lágrimas de Dios.

Latía aquel corazón chiquito
como el de cualquier niño
pero era el corazón de Dios
que nos ha amado con eterno amor.
Madre admirable,
Enséñame a amar a tu Hijo divino…
Enséñame a amarlo todo lo que Él quiera,
todo lo que Tú quieras.

¿Será tan difícil amar entrañablemente
a un niño como el tuyo, María,
a un Dios que se hace niño por mí,
a un salvador que me ama con infinito amor?

En esta Navidad, Madre querida,
dame al Jesús de tus entrañas adorables,
al Jesús de tu alma y de tu vida,
al Jesús que amas como Virgen purísima
y como Madre amantísima.
Quiero amar a tu hijo con todo mi ser,
al mismo Jesús que Tú amas así,
quiero amarlo yo también,
con mi pobre corazón,
con mi vida que no es tan pura,
con mi alma que necesita ser redimida por Él.
Quiero amar y servir a ese ser divino
pero que es también carne de tu carne
y sangre de tu sangre,
rosa de tu rosal, a Jesús niño.

Reto a los ateos a que vengan al portal de Belén
¿A quién niegan? ¿A quién odian?
A un pedacito de carne, de carne viva
que se ha hecho niño por amor a ellos.
Él te ha dado la vida, ateo desconcertante,
ateo inexplicable, ateo desagradecido.
No sabes a quién desprecias.
Odias no a un ser cualquiera,
odias al ser más adorable,
al que han adorado hasta el martirio
millones y millones de tus hermanos hombres
Que vengan los perversos…
¿Quién no puede arrodillarse ante ese Dios hecho niño?

Te adoro, mi Dios, con cuerpecillo de niño.
Te adoro mi Rey en trono de paja.
Te adoro mi Señor, que no sabes ni hablar.
Te adoro y te amo

jueves, 11 de diciembre de 2014

Mensaje a los Apóstoles de la Inmaculada

Ejemplos del rezo de las Tres Avemarías. 
Ejemplo 16. 
El buen fin de un legionario... 
España. Año no muy distante y lleno de recuerdos... En una de las “Banderas” del Tercio encontrábase un legionario llamado Jaime, que tendría como treinta y cinco años. Muy culto y educado.
Su valor, que al principio sorprendió a todos, nos hizo comprender que él no había venido al Tercio para luchar, sino para morir...
Su conducta religiosa era lo que más sorprendía a sus compañeros, hablaba con frecuencia con el sacerdote; sus costumbres eran austeras; le veían rezar brevemente todas las noches, pero jamás le vieron confesarse ni siquiera en los momentos más desesperados. Además, en sus conversaciones se mostraba ateo convencido, aunque fríamente respetuoso.
Cuando alguien se atrevió a preguntarle el porqué entonces de sus rezos sin fe, le respondió muy serio:
–Empeñé mi palabra, ¡y las palabras siempre las cumplo!
Una mañana entró en combate la “Bandera” y una bala dio en tierra con nuestro legionario. El corazón estaba destrozado. ¡Había muerto en el acto!
Al descansar de aquella jornada de guerra, quise descorrer ante los legionarios que me rodeaban el velo que cubría toda la vida de Jaime.
Había nacido en una familia distinguida por sus riquezas y por sus virtudes.
Todavía joven, ingresó, a la vez que un hermano suyo, en una Orden religiosa. Allí brilló por su talento, virtud y perfección. Y así pasaron años... Pero Jaime no fue prudente al hacer sus lecturas; perdió su fe y acabó saliendo de la Congregación religiosa.
Su madre estaba, poco después, para morir... Y con voz dificultosa le dijo:
–Jaime, Jaime, ven a mi cabecera. Quiero pedirte una cosa. Reza siempre, diariamente, tres Avemarías.
Jaime titubeó. Al fin, con voz entrecortada, contestó llorando:
–Madre, te lo prometo... Te lo prometo...
La madre murió...
Los días y las noches huían; la inquietud y el  vacío reinaban en el corazón de Jaime. La vida era para él un martirio.
Por entonces, la Legión tenía abiertos sus banderines de enganche. Jaime se sintió aliviado; había encontrado un medio noble de acabar con sus inquietudes, y se alistó en la Legión, en busca de la muerte.
En mis charlas con él, le insté, como sacerdote, a confesarse. Su respuesta era invariablemente la misma:
–Padre, quería creer..., pero no puedo...
Cuando conocí la promesa hecha a su madre me tranquilicé. Estaba convencido de que la Madre del cielo no permitiría su condenación. Y, efectivamente, así ha sido.
Ayer, muy entrada la noche, un legionario fue a mi tienda de campaña. Era Jaime. Estaba impresionado. Se limitó a decir:
–Padre, presiento que tengo la muerte muy cerca. Vengo a confesarme...
¡Las tres Avemarías le habían salvado! (un Padre jesuita, agregado como sacerdote a una “Banderas” del Tercio).
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!

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