viernes, 31 de julio de 2015

¿Qué haces ahí todo el día en la Santa Eucaristía?
¡Qué vacía estaba mi vida sin Ti! Se que tú eres mi amigo y quieres abrazarme todos los días en la comunión.

Autor: P. Angel Peña O.A.R. | Fuente: Catholic.net

La Eucaristía es un regalo de amor de Dios a los hombres, es el tesoro de los tesoros. Es el regalo de los regalos. Es Dios mismo que se da como don y alimento a los hombres. ¿Podríamos haber imaginado mayor muestra de amor? La Eucaristía es el sacramento de la presencia de Jesús, del amigo divino, que viene a nosotros a ofrecernos su amistad y a pedimos un poco de amor. La Eucaristía (misa, comunión, adoración) es la mejor manera de encontrarnos con Dios, de renovar nuestra amistad con Jesús... Es el mejor alimento espiritual, es la mejor oración. Y, sin embargo, cuánta falta de fe en dejar abandonado al Dios escondido. Precisamente, no pensar en la Eucaristía, no vivir la Eucaristía, es el mayor pecado o deficiencia de nuestro catolicismo. La mayor parte de las iglesias están cerradas casi todo el día, escondiendo así al mayor tesoro del Universo y al mejor medio de santificación: Jesús Eucaristía.

Debemos tener bien claro que la Eucaristía no es algo, sino Alguien. Alguien que te ama y te espera. Su nombre es JESUS. Por eso, toda tu vida cristiana debe ser una vida de amistad con Jesús, lo que significa que debe ser una vida eucaristizada, con una relación personal con Jesús Eucaristía.

Sin embargo, la mayor parte de la gente, cuando tiene problemas, busca solamente la salud en médicos, siquiatras o curanderos de cualquier clase. Se van a cualquier grupo o religión para buscarla... y dejan solitario al médico de los cuerpos y de los corazones, Cristo Jesús. ¿No es esto como para llorar de pena? Se busca la felicidad en tantas cosas, a veces costosas, cuando tenemos tan cerca al Dios de la felicidad. ¿Por qué? ¿Por qué no creemos un poco más? ¿Por qué no comemos el "pan de los fuertes”?

¡Qué pena la de Jesús, viendo tantas almas que se debaten bajo sus ruinas y que ya no sienten el calor del sol ni oyen el trino de los pájaros ni perciben el perfume de las flores! ¡Tantas almas frías y egoístas para quienes ya no existe la paz ni la alegría y casi no tienen fe! ¡Con lo fácil que les sería acercarse al sagrario para pedir ayuda! ¡Cuánto amor y cuánta paz encontrarían para superar las dificultades de cada día!

En 1937 varios exploradores rusos lograron pasar unos meses en las proximidades del Polo Norte, en el reino del hielo eterno, o, como solía decirse, de la "muerte eterna". Hasta entonces, se creía realmente que allí no podía crecer ninguna planta. Por eso, la sorpresa de los exploradores fue enorme al encontrar en el mismo Polo Norte una flor. Era una especie de alga diminuta, del tamaño de la cabeza de un alfiler, de color azul. Quisieron descubrir su raíz y empezaron a cavar. Cavaron nueve metros de profundidad y todavía no dieron con el final de la raíz... Ciertamente, esa flor es un ejemplo para nosotros. Por todas partes, le rodeaban el hielo y la muerte y no se asustaba ni retrocedía. Iba taladrando el suelo y se lanzó, en el reino de la oscuridad y de las tinieblas, hacia arriba en busca de la luz, hasta que la encontró. No le importó, si tuvo que subir veinte metros. Valió la pena llegar a la luz y poder alegrar la vida de unos exploradores y alabar a Dios en las solitarias y heladas regiones del Polo Norte. Por eso, tú no te desanimes, no importa cuántos metros estés bajo el peso de tus pecados. Jesús te espera en la confesión y en la luz del sagrario, sigue subiendo, El es la luz del mundo y te está esperando para darte una nueva vida.

Allí, en el sagrario, vela Jesús todas las noches en silencio, esperando la llegada del alba y de algunas personas que lo amen para repartirles sus tesoros de gracia escondidos en su Corazón. Porque el sagrario contiene todos los tesoros de Dios, ahí están los almacenes llenos y son inagotables. ¿Por qué no vas a misa? ¿Por qué no comulgas? ¿Por qué no te arrodillas ahora mismo, en el lugar donde te encuentras, y te diriges al Jesús del sagrario? Mira hacia la iglesia y dile así:

Jesús mío, ¿qué haces ahí todo el día en la Santa Eucaristía? ¿Qué haces en las noches silenciosas, solitario en la blanca hostia? ¿Esperándome? ¿Por qué? ¿Tanto me amas? ¿Y por qué yo me siento tan angustiado por los problemas y creo que Tú te has olvidado de mí? ¿En qué pienso? ¿En qué me ocupo? ¿Por qué me siento tan solo, si tú eres mi compañero de camino? Ahora, he comprendido que tú me amas y me esperas y seguirás esperándome sin cansarte jamás, porque tienes todo tu tiempo exclusivamente para mí. Señor aumenta mi fe en tu presencia eucarística. Lléname de tu amor ven a mi corazón. Yo te adoro y yo te amo. Yo sé que tú estás siempre conmigo y que contigo ningún vendaval y ninguna tempestad podrá destruirme. Dame fuerza, Jesús, YO TE AMO, perdóname mis pecados. Yo sé que, si estoy contigo, tengo conmigo la fuerza del Universo, porque tú eres mi Dios.

¡Oh misterio bendito, prodigio de amor; sacramento admirable, fuente de vida, Jesús Eucaristía! ¡Qué vacía estaba mi vida sin Ti! Ahora he comprendido que tú eres mi amigo y quieres abrazarme todos los días en la comunión. Por eso, yo te prometo ir a visitarte todos los días y asistir al gran misterio de amor de la Eucaristía. Quiero ser tu amigo. ¡AMIGO DE JESUS EUCARISTÍA!


Fragmento del libro Jesús Eucaristía, el Amigo que siempre te espera.

domingo, 26 de julio de 2015

Santiago el Mayor, al amor por el dolor
En la figura del Apóstol Santiago, el amor verdadero se curte en el dolor y en la cruz. 

Autor: P. Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net

Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé (Mc 15,40), hermano del Apóstol Juan, fue uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús: testigo de la curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31), de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37-43), de la transfiguración de Cristo (Mc 9,2-8) y de la agonía de Getsemaní (Mt 26,37).

La vocación de Santiago está relatada de forma precisa: "Caminando adelante vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y a su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando las redes, y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron" (Mt 4, 21-22). Era de temperamento fuerte, pues enfadado por el rechazo de los pueblos samaritanos a Cristo, le proponen hacer bajar fuego del cielo (Lc 9,54-56). Cristo, ante la petición materna por sus hijos, le anuncia el martirio (Mt 20,21-28).

Vamos a contemplar en la figura del Apóstol Santiago cómo el amor verdadero se curte en el dolor y el la cruz. Sin duda, la cruz de Cristo es para nosotros el signo más evidente y claro del amor loco de Dios al hombre.

Amor y dolor constituyen dos términos de una misma realidad. Más aún, no puede existir el uno sin el otro. Un amor que no comportara sufrimiento, renuncia, sacrificio ya de entrada sería sospechoso. Un dolor que no se viviera con amor sería asimismo estéril e inútil. Justamente o el amor abre la puerta al dolor para demostrarse auténtico y el dolor se funde en el amor para vivirse en paz, o todo suena a patraña y a mentira. De hecho, cuando levantamos los ojos a la Cruz de Cristo, es cierto que vemos a un crucificado, pero sobre todo vemos en la Cruz el amor loco de Dios por nosotros. A través del dolor de Cristo comprendemos ese amor personal e infinito que nos tiene. Si en la cruz no hubiera amor, sería simplemente una estupidez. Por eso, como dice S. Pablo, la cruz es Aescándalo para los judíos , necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios@ (1 Cor 1, 23-24).


Al hombre de hoy de siempre la Cruz se le presenta como una realidad que inspira temor y rechazo. La sociedad siempre nos está prometiendo una vida fácil, cómoda, agradable, en la medida de lo posible ajena al sacrificio, al esfuerzo, al dolor. Por eso nos resulta tan difícil escoger el camino de Dios, y tan fácil seguir el derrotero del mundo. Sin embargo, la realidad es que nadie puede escapar a la presencia de la cruz y del dolor. Hay mucho tipo de cruces: cruces de todos los tamaños y de todos los colores, cruces más sangrantes y más profundas, cruces más llamativas y más calladas. El destino del hombre sobre la tierra pasa por la cruz en su camino hacia Dios. Si es inútil el querer escapar de su presencia; es todavía más bochornoso el vivir la cruz sin esperanza, sin amor, porque entonces la cruz amarga la vida y produce rebeldía.

El amor se convierte, por ello, en la única respuesta válida a todos los sacrificios, sufrimientos, luchas y trabajos del hombre. No se puede evitar la cruz en cualquiera de sus formas, pero siempre se puede vivirla con amor para darle sentido. Si esto se entendiera, los seres humanos verían en las dificultades de la vida, cualquiera de ellas, una forma de amor. Los problemas cotidianos de un matrimonio son ocasiones maravillosas para demostrarse un amor genuino y auténtico; los sufrimientos por los hijos se transforman en modos de amor más profundos que el simple cariño; los esfuerzos que exige la fe adquieren para ella el brillo de la autenticidad y de la verdad; el sacrificio en el seguimiento de Dios nos demuestra que Dios es demasiado grande y maravilloso para nosotros. Hay que sospechar generalmente de realidades que no cuestan, de matrimonios que no cuestan, de evangelios que no cuestan, de pertenencias a la Iglesia que no cuestan, de amores que no cuestan.

El dolor es, pues, la garantía del verdadero amor. Sólo es capaz de sufrir el que ama. Contemplamos así la vida de tantas personas que en el silencio de sus vidas, día a día, es el amor el que las impulsa a ir adelante, a pesar de todo y contra todo. Van adelante en su vida espiritual, aunque les atenace la sequedad; se humillan en el matrimonio esperando mejores momentos para solucionar las crisis; rezan con confianza a Dios cuando los hijos están pasando por momentos especialmente complicados; perseveran en las decisiones buenas, aunque a veces parezca que carecen de fuerza para seguir adelante. Sería extrañísimo e incluso desilusionador el amar sin tener que sufrir. Mas aun, el que ama se complace en el sufrir por aquél a quien ama. Hay santos que del cielo lo único que no les gusta es el no poder sufrir ya.

El Evangelio a través de dos evangelistas nos refiere de forma parecida, pero con matices diversos, una simpática escena en la que se pide para Santiago y Juan, su hermano, un lugar privilegiado en el Reino de Cristo. En Mt 20,21-28 es la madre de éstos, Salomé, quien eleva esta petición a Cristo. Y en Mc 10, 35-45 son ellos mismos directamente quienes hacen esta petición. Jesús en ambos relatos les dice que no saben lo que están pidiendo y les lanza esa misteriosa pregunta si pueden beber del cáliz que él va a beber. Ellos afirman que sí. Pero Jesús les anuncia que efectivamente van a beber el cáliz, pero respecto al sitio a su derecha e izquierda es para aquellos para quienes esté preparado.

"Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mc 10, 37). No hay duda de que es el amor el que impulsa a estos dos hermanos a pedirle a Cristo un privilegio tan extraordinario. Por el carácter apasionado, al menos de Santiago, suena lógico que quisiera estar cerca del Maestro en su gloria. El amor empuja hacia el amado de una forma irresistible. Sin embargo, para Santiago en este momento todavía el amor es un sentimiento, un impulso, una inclinación.

Es bello, pero no ha sido probado por el dolor. Aunque posteriormente se enfaden los demás por esta petición tan osada, no hay que quitarle valor a este deseo de los dos hermanos. Y Cristo la comprende. ¿Quién de los Apóstoles no desearía algo tan maravilloso? A Santiago no le bastaba la cercanía; quería la intimidad, la posesión, la totalidad.

"¿Podéis beber la copa que yo voy a beber o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?" (Mc 10, 38). Cristo enseguida trata de hacerle comprender con esta dura pregunta que para poder decir que se ama es necesario decirlo con el dolor. Si quiere de veras amarlo a Él, estar cerca de Él, compartir todo con Él, tendrá que beber su cáliz, cáliz que es Getsemaní, cáliz que es la muerte en la Cruz, cáliz que es la renuncia total a sí mismo. De esta forma Cristo toca la verdad más hermosa del amor: no se puede amar, cuando el amor no cuesta, o también el dolor es el modo más genuino y auténtico de amar. Seguramente en la vida es así: hasta que el amor no ha sido purificado por el dolor, no se puede decir que se ama en serio.

"Sí, podemos" (Mc 10,39). Del corazón decidido y generoso de Santiago salen estas palabras que confirman por un lado que ha entendido lo que el Maestro le ha enseñado acerca del amor a él y por otro que está dispuesto a seguir la suerte del Maestro hasta donde sea necesario, incluida la muerte. Jesús le confirma que efectivamente va a beber la copa que él va a beber y a ser bautizado con ese bautismo de sangre que será su muerte, pero le anuncia que sentarse a su derecha o a su izquierda no puede él concederlo. De alguna manera, todavía Cristo le orienta hacia un amor desprendido. El premio del que ama sólo es amar. Así el amor llega a su plenitud. Si se muere por él, no es para conseguir un lugar privilegiado en su Reino, sino simplemente para poder demostrar el grado de amor que invade su corazón, pues "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos".

Para nosotros cristianos se convierte en una prioridad absoluta el aceptar la cruz y el dolor como la expresión más auténtica y genuina de nuestro amor a Dios, de nuestro amor a los demás y de nuestro amor a nosotros mismos. En todos estos campos se sigue realizando aquel camino de "a la luz por la cruz". Queremos que nuestro amor a Dios no se quede en meras palabras, deseamos que nuestro amor a los demás no se convierta simplemente en uso de los demás para nuestro egoísmo, pretendemos crecer como personas en el bien auténtico, tenemos que aceptar la cruz, amarla intensamente y vivirla en todas sus exigencias.


Nos tenemos que convencer de que el amor a Dios no son simplemente palabras, como nos enseña Cristo. El amor a Dios nos tiene que doler, es decir, tiene que vivirse en los momentos más difíciles para nosotros: cuando sentimos la oscuridad en la fe, cuando sentimos la desgana ante las cosas espirituales, cuando nos cuesta especialmente alguna exigencia del Evangelio como el perdón o la humildad, cuando tenemos que renunciar a nosotros mismos para aceptar el misterio de Dios, cuando tenemos que doblegar nuestro racionalismo ante la evidencia de la fe, cuando tenemos que aceptar el hecho de que el perdón de los pecados se confiera a través del sacramento del perdón, cuando en la persona del Vicario de Cristo tenemos que ver a Cristo mismo, cuando en el Magisterio de la Iglesia tenemos que reconocer a Cristo Maestro que nos habla por medio de sus representantes. Cuando me cueste amar a Dios, entonces estaré afirmando que mi amor a él es auténtico. Por el contrario, tenemos que sospechar cuando el amor a Dios nos resulte fácil, cómodo, tranquilo. Entonces no estaremos amando a Dios, sino buscándonos a nosotros mismos.

Y, ¿qué decir del amor a los demás? La esencia del amor es darse y entregarse, lo cual va en contra necesariamente de esa tendencia tan habitual en el hombre que es el egoísmo. Cada acto de amor es como una renuncia a uno mismo, lo cual se experimenta como dolor, aunque el amor sea capaz de darle un hermoso sentido. Por ello, tenemos que decidirnos a pasar por encima de nuestro egoísmo, aunque nos duela, cuando en casa nos resulte complicado sacrificarnos por los hijos o salir de nuestro mundo para entrar en contacto con el mundo de la mujer, cuando en el mundo profesional sintamos ganas o deseos de complicar la vida a cualquier precio a quienes compiten contra nosotros, cuando en la vida diaria sentimos que otros han pisoteado nuestros sentimientos y nos encontramos dolidos, cuando tenemos que mortificar nuestra lengua o nuestro pensamiento para no caer en el juicio temerario o en la crítica frívola, cuando hay que levantarse de la comodidad para servir y colaborar. Es natural que el amor a los demás esté hecho de renuncias propias, es decir, de gotas de dolor que, en este caso, sólo embellecen la propia vida.

Y finalmente, el amor verdadero a uno mismo tiene que aliarse con el dolor. Generalmente, porque nos atenaza la comodidad y no queremos sufrir, nos privamos a nosotros mismos de grandes posibilidades. No cultivamos nuestra mente, porque nos cuesta leer y formarnos, no desarrollamos los talentos que Dios ha depositado en nosotros, porque afirmamos que la vida en sí misma es ya muy complicada, no cuidamos muchas veces hasta nuestra misma salud porque no queremos renunciar a nuestros gustos y caprichos. Amarse correctamente a uno mismo es disponerse a luchar y a sufrir con el objetivo de crecer como persona, pasando por encima de criterios de comodidad y de pereza. En cambio, el amor a nosotros mismos, que nos destruye, es ese amor que nos lleva a buscar en cada momento lo fácil, lo barato, lo vulgar, en todo lo cual no hay renuncia, sacrificio, esfuerzo.


La Cruz de Cristo se ha convertido a lo largo de los siglos en ese monumento, visible desde todas partes, del amor loco de Dios al hombre. Pero sería triste que la Cruz sólo suscitara en nosotros admiración. La Cruz debe inspirar seguimiento. La Cruz con Cristo para nosotros se convierte en camino de salvación y de progreso espiritual. La Cruz nos es necesaria en la vida para poder autentificar el amor a Dios. La Cruz nos es fundamental en la vida para poder demostrar a los demás la sinceridad de nuestro amor. La Cruz nos es clave en la vida para poder salvarnos y ser felices en nuestro peregrinar por la tierra. Dígamosle a Cristo con las palabras de Santiago Apóstol que queremos bebe el cáliz que él va a beber y ser bautizados con el bautismo que él va a ser bautizado.

domingo, 19 de julio de 2015

¿Cuáles son mis actitudes frente a María?
¡Oh, María, yo te quiero decir, hoy y siempre: tú eres mi victoria, tú eres mi paz, mi seguridad! 

Autor: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net

¿Qué actitudes debo de tomar de frente a la Santísima Virgen?

En primer lugar, gloriarme en Ella como me glorío en Cristo. Decía San Pablo que Cristo en la cruz es el culmen de todo: "Líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Jesucristo”.

También podemos decir de modo semejante ¿cuál es tu gloria más grande, oh, Niña Eterna? Tu imagen más maravillosa con tu hijo muerto en tus brazos aquel Viernes Santo, Santísimo. Yo también digo: "Líbreme Dios de gloriarme si no es en María Santísima, con su hijo muerto en los brazos, aquel Viernes Santo”.

Si quiero muchísimo a la Santísima Virgen, tengo que querer muchísimo a Jesús, a quien llevó en sus brazos de niño, al que tuvo muerto sobre sus rodillas, al que Ella ama más que a sí misma. Por eso, no hay peligro en amar mucho a la Santísima Virgen y que esto pueda ir en perjuicio del amor a Jesucristo. Todo lo contrario: Ella es un camino hacia Cristo, ella lo sabe, ella lo quiere, para ella es su máxima gloria: llevarnos a Cristo. Y, por eso, uno que se empeña en amar a María, acabará amando a Jesús, por necesidad.

Segundo, ser un niño. Si yo tuviera alma de niño me llevaría mil veces mejor con Cristo, con mi madre y con los hombres, y, aún, conmigo mismo. Cuanto más sencillo sea con la Santísima Virgen más nos vamos a entender. A veces le he preguntado, le he pedido que me dé un conocimiento y un amor muy grande hacia Jesús. La respuesta que me dio fue tan sencilla, que tardé mucho tiempo en saber que venía de Ella. Yo me esperaba una respuesta grandiosa, solemne. La respuesta fue ésta: "Sé como un niño y ten una fe viva y operante". Es decir, si te dicen que Él es Dios, créelo; si te dicen que murió crucificado por ti, créelo; si te dicen que está en la Eucaristía por amor a ti, acéptalo y créelo como un niño, con fe viva y operante.

Si la Santísima Virgen me dice que sea un niño con Jesús, ¿qué tengo que ser con Ella? Un niño eterno. En el orden espiritual soy como un niño, no soy más que eso. Por tanto, comportarme con María como un niño impotente, inexperto, pero confiado.

Tercero, amar y confiar. "¡Oh, Madre, somos otros niños Jesús que corren a tu encuentro, que quieren amarte como Él y ser amados por ti! ¡Oh, María, yo te quiero decir, hoy y siempre: tú eres mi victoria, tú eres mi paz, mi seguridad! " Y esto lo debe de decir cada sacerdote, cada cristiano, si de veras quiere a María como madre.

Resucitar es sentir la alegría del triunfo de Cristo en mi corazón. "Jesucristo, Tú eres mi victoria.” Pero, también sentir el triunfo de María Santísima en su Asunción. " ¡Madre bendita, tú también eres mi victoria! Y así como me alegro del triunfo de Cristo resucitado, me alegro del triunfo tuyo, Madre mía, en tu Asunción al cielo. Es también mi triunfo, porque es el triunfo de mi madre. Cuando un hijo tuyo te toma en serio, todas las cosas se vuelven posibles.” Esas cosas que uno piensa a veces: ¿podré? ¿Me curaré, algún día, de esa enfermedad? ¿Podré superar esa tentación alguna vez? ¿Podré lograr esas metas apostólicas?

Esas cosas que uno considera imposibles, o muy difíciles, se hacen posibles cuando se toma en serio, en serio, a María Santísima. Por ejemplo, vencer todas las tentaciones, conquistar las metas difíciles y, sobre todo, llegar al cielo.

Quiero arriesgarme del todo con la mujer más maravillosa del mundo, la madre más tierna, la reina más poderosa: María. Es una gran diferencia tener una madre como tú, una gran diferencia. A veces se nos ve a los cristianos tristes, desorientados, desanimados, como niños huérfanos. ¿Dónde está tu madre? ¿Quién es? ¿Cómo se llama? Cuando estoy enojado, desanimado o impaciente, al mirar tu rostro, al contemplar tus ojos, al mirar tu sonrisa, se me va el enojo, el desaliento y la impaciencia, Madre.

Y cuanto más incapaz me sienta por falta de cualidades, de tiempo y experiencia, más me debo lanzar. Eso es fe y confianza y amor. Lo otro es la vanidad de siempre, el mirarme a mí, y a mi barca y a mis redes, y no a Cristo Omnipotente y a María, omnipotencia suplicante. La diferencia de Pedro. Primero dijo: "Toda la noche he tirado mis redes y no he sacado ni un pez". Lo segundo: "En tu nombre echaré las redes". Las redes llenas de peces: ésa es la diferencia. Y no crean que Jesús se enoja porque uno tira las redes, también, en nombre de María Santísima. Jesús sonreirá de gusto, de emoción, al ver que no sólo confiamos en Él y tiramos las redes en su nombre, sino que también confiamos en María, su madre y la nuestra, y en su nombre, en el nombre de Ella, echamos también nuestras redes. En nombre de María también se llenarán nuestras redes de peces. No te quiero perder, madre mía. El día que te pierda, estaré perdido. Ese día sí estaré perdido.

Y cuando se juntan muchos contratiempos -que eso nos suele suceder en nuestra vida- podemos recordarnos a nosotros mismos, o recordar a otros, quién es la causa de nuestra alegría. Si realmente creemos en esto que decimos diariamente en las letanías del rosario, debería siempre asomarse a nuestro rostro una sonrisa eterna, una paz permanente, una fortaleza continua, aún en medio del dolor y del sufrimiento. ¡Oh, María, tú eres mi salvación! ¡Contigo sí me atrevo! ¡Contigo sí puedo! ¡Contigo voy al fin del mundo! Esto lo tenemos que decir, lo tenemos que gritar, a todos aquellos enemigos que nos desafían: llámese mundo, llámese demonio, llámese la carne; que nos desafían a que no llegaremos a santos, y no llegaremos a realizar grandes cosas en el apostolado. Hay que profundizar la confianza en Ella hasta sentir en las venas, en el cuerpo, en el alma toda, una seguridad y un valor absolutos. Yo sé que una Mujer me llevará al cielo, me obtendrá la gracia de la santidad, el valor de los mártires, el celo de los apóstoles.

Como San Pablo, yo también, y tú, podemos decir: "todo lo puedo en Cristo, que me conforta". Pero también podemos y debemos decir: "todo lo puedo en María, que me fortalece". Si tengo a María Santísima, si tengo a Cristo, y creo que me aman muchísimo y lo pueden todo, no debo temer, andar asustado, inquieto, derrumbado: jamás.

Se ha hablado de que el sacerdote ha perdido su identidad. Su identidad es ser otro Cristo en la tierra. ¿Ustedes creen que a María Santísima se le puede olvidar el rostro de su Hijo? ¿Ustedes creen que María Santísima ha perdido, o desconoce, la identidad del sacerdote, cuando ve en él la imagen, el rostro, de su propio hijo? ¿Quién nos ha dicho que el sacerdote ha perdido su identidad? Si la lleva impresa en su alma a fuego.

¿Se puede o no se puede con María? ¿Se puede o no se puede en la Iglesia resolver los grandes problemas, las grandes reformas? ¿Se puede o no se puede con María? Se pudo al inicio, porque Ella puso a rezar a la Iglesia. Ella obtuvo la venida del Espíritu Santo que transformó a aquellos hombres de cobardes en valientes, de tímidos en leones, de hombres incapaces -humanamente hablando- en apóstoles que lograron realmente la conversión de aquel mundo pagano. Hoy, la Iglesia también puede si toma en serio a María Santísima. Ella es, por providencia de Dios, la que volverá a pisar, a aplastar, la cabeza de Satanás que se ha metido dentro de la misma Iglesia.

Por eso, si hoy queremos triunfar, individualmente como cristianos, como sacerdotes, y conjuntamente como Iglesia, tenemos que tomar muy en serio en nuestra vida, en nuestra oración, en nuestro apostolado, a quien aplastó la cabeza de la serpiente: a María Santísima.

martes, 14 de julio de 2015

Hambre de felicidad.

Los hombres tenemos hambre de felicidad, e incluso quienes pecan lo hacen no tanto por maldad, sino porque creen que allí, en el pecado, encontrarán la felicidad.
Lo que sucede es que hemos sido creados para Dios, que es infinito, y no nos puede llenar completamente ninguna otra cosa.
Pero el demonio, que sabe muy bien esta verdad y la condición del hombre, nos promete que seremos felices si pecamos, y así nos aleja cada vez más de la Felicidad con mayúscula, de Dios, de la eternidad dichosa.
Es tiempo de que nos despertemos de la somnolencia con que el demonio envuelve nuestra alma, porque el único camino que lleva a la felicidad es el de los Diez Mandamientos, no hay otro. Y aunque parezca duro seguir este camino, quien lo sigue camina en la paz del corazón, y ya va gustando anticipadamente la felicidad del Paraíso.
Es la tentación de siempre: el diablo quiere hacer creer al hombre que Dios es malo, que es injusto, que es cruel porque manda cumplir los mandamientos. Pero el malo es el diablo, que nos quiere perder para siempre.
Un poeta dijo que “ningún camino de flores conduce a la gloria”, y mucho menos si se trata de la gloria de Dios, de la gloria del Cielo, ya que deberemos trabajar duramente para ganarla, aunque hay un secreto para hacer mucho y en corto tiempo: amar. Si amamos, todo se nos hará más fácil. Pero el amor es sacrificio y entrega, y por ello hay más felicidad en dar que en recibir. Dando a Dios y a los demás, es como recibimos una medida apretada y desbordante.
Sepámoslo de una vez por todas: La felicidad completa, el Paraíso, jamás podrá estar en este mundo. Nunca hallaremos la felicidad completa de este lado de acá, porque hemos sido creados con un corazón que necesita del Infinito, de Dios. Y ése será el tremendo tormento de las almas que se condenen: el no poder llegar nunca jamás a alcanzar esa Felicidad para la que fueron creadas.
Así que pensémoslo bien, porque muchas veces por disfrutar de un placer, de un momento de alegría, pecamos y así perdemos el Placer y la Alegría con mayúscula: a Dios y el Cielo para los que hemos sido creados.
Ojalá no estemos del todo contentos en este mundo, porque a veces nos sucede que parece que lo tenemos todo aquí, y entonces es cuando creemos tocar el cielo con las manos, y podemos olvidarnos del verdadero Cielo.
Demos gracias a Dios que de vez en cuando, o muy a menudo, nos envía alguna cruz, algún sufrimiento y desencanto, para que recordemos que, como bien lo dice la Salve, éste es un valle de lágrimas, y no nos atemos a este mundo, sino que lo utilicemos como trampolín para lanzarnos a la conquista de la eternidad.
Sitio Santísima Virgen
Colaborar
Ser benefactor
¡Gracias por difundir este correo electrónico!
transfiguracion

María «no tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo, más bien le gusta estar callada»

12 de jul de 2015
Una Madre que aprendió a escuchar y a vivir en medio de tantas dificultades de aquel: «No temas, el Señor está contigo» (cf. Lc 1,30). Una madre que continúa diciéndonos: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). 
 El Papa Francisco hizo una sencilla y profunda reflexión sobre María en el Santuario de la Virgen de Caacupé en Paraguay, y explicó que ella es una verdadera Madre que da testimonio de que Dios nunca abandona y que es posible mantener la fe y la esperanza en medio de los tiempos difíciles.
Ante miles de fieles presentes, el Santo Padre dijo que “estar aquí con ustedes es sentirme en casa, a los pies de nuestra Madre la Virgen de los Milagros de Caacupé. En un santuario los hijos nos encontramos con nuestra Madre y entre nosotros recordamos que somos hermanos. Es un lugar de fiesta, de encuentro, de familia”.
“Venimos siempre con nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor es saber que alguien nos espera”.
A partir el pasaje del Evangelio de la Anunciación-Encarnación, el Pontífice meditó sobre tres momentos en la vida de la Madre de Dios y cómo ella siempre se mantuvo fiel y esperanzada: el nacimiento de Jesús en un pesebre, la huida como inmigrantes en Egipto y la muerte de Cristo en la cruz.
“Vemos su vida, y nos sentimos comprendidos, entendidos. Podemos sentarnos a rezar y usar un lenguaje común frente a un sinfín de situaciones que vivimos a diario. Nos podemos identificar en muchas situaciones de su vida. Contarle de nuestras realidades porque ella las comprende”.
Ella, dijo el Papa, “es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida, es testimonio de que Dios no defrauda, que Dios no abandona a su Pueblo, aunque existan momentos o situaciones que parecen que Él no está. Ella fue la primera discípula que acompañó a su Hijo y sostuvo la esperanza de los apóstoles en los momentos difíciles”.
La Virgen María, prosiguió el Santo Padre, “ha estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está en la formación de la Patria, haciéndonos Nación. Siempre con una presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, una estampita o una medalla. Bajo el signo del rosario, sabemos que no vamos solos, que Ella nos acompaña”.
María, resaltó el Papa Francisco, aprendió a escuchar, a no temer y a invitar constantemente a sus hijos a “hacer lo que Él les diga”. La Madre de Dios, remarcó el Pontífice, “no tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo, más bien le gusta estar callada, tan solo su fe acompaña nuestra fe”.
Texto íntegro de la homilía del Papa ante la Virgen de Caacupé
Estar aquí con ustedes es sentirme en casa, a los pies de nuestra Madre la Virgen de los Milagros de Caacupé. En un santuario los hijos nos encontramos con nuestra Madre y entre nosotros recordamos que somos hermanos.
Es un lugar de fiesta, de encuentro, de familia. Venimos a presentar nuestras necesidades, venimos a agradecer, a pedir perdón y a volver a empezar. Cuántos bautismos, cuántas vocaciones sacerdotales y religiosas, cuántos noviazgos y matrimonios nacieron a los pies de nuestra Madre. Cuántas lágrimas y despedidas. Venimos siempre con nuestra vida, porque acá se está en casa y lo mejor es saber que alguien nos espera.
Como tantas otras veces, hemos venido porque queremos renovar nuestras ganas de vivir la alegría del Evangelio.
Cómo no reconocer que este santuario es parte vital del pueblo paraguayo, de ustedes. Así lo sienten, así lo rezan, así lo cantan: «En tu Edén de Caacupé, es tu pueblo Virgen pura que te da su amor y fe». Y estamos hoy como el Pueblo de Dios, a los pies de nuestra Madre a darle nuestro amor y fe.
En el Evangelio acabamos de escuchar el anuncio del Ángel a María que le dice: «Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo». Alégrate, María, alégrate. Frente a este saludo, ella, quedó desconcertada y se preguntaba qué quería decir. No entendía mucho lo que estaba sucediendo. Pero supo que venía de Dios y dijo «sí». María es la madre del «sí». Sí, al sueño de Dios, sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios.
Un «sí» que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir. Un «sí» que no la llenó de privilegios o diferencias, sino que, como le dirá Simeón en su profecía: «A ti una espada te va a atravesar el corazón» (Lc 2,35). Y ¡vaya que se lo atravesó! Por eso la queremos tanto y encontramos en ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas. Siguiendo la profecía de Simeón nos hará bien repasar brevemente tres momentos difíciles en la vida de María.
1. Primero: El nacimiento de Jesús. «No había un lugar para ellos» (Lc 2,7). No tenían una casa, una habitación para recibir a su hijo. No había espacio para que pudiera dar a luz. Tampoco familia cercana, estaban solos. El único lugar disponible era una cueva de animales. Y en su memoria seguramente resonaban las palabras del Ángel: »Alégrate María, el Señor está contigo». Y Ella podía haberse preguntado: ¿Dónde está ahora?
2. Segundo momento: La huida a Egipto. Tuvieron que irse, exiliarse. Allí no solo no tenían un espacio, ni familia, sino que incluso sus vidas corrían peligro. Tuvieron que marcharse a tierra extranjera. Fueron migrantes perseguidos por la codicia y la avaricia del emperador. Y allí podría haberse preguntado: ¿Y dónde está lo que me dijo el Ángel?
3. Tercer Momento: La muerte en la cruz. No debe existir situación más difícil para una madre que acompañar la muerte de su hijo. Son momentos desgarradores. Ahí vemos a María, al pie de la cruz, como toda madre, firme, sin abandonar, acompañando a su Hijo hasta el extremo de la muerte y muerte de cruz. Y allí también podría haberse preguntado ¿dónde está lo que me dijo el ángel? Y luego la vemos conteniendo y sosteniendo a los discípulos.
Vemos su vida, y nos sentimos comprendidos, entendidos. Podemos sentarnos a rezar y usar un lenguaje común frente a un sinfín de situaciones que vivimos a diario. Nos podemos identificar en muchas situaciones de su vida. Contarle de nuestras realidades porque ella las comprende.
Ella es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida, es testimonio de que Dios no defrauda, que Dios no abandona a su Pueblo, aunque existan momentos o situaciones que parecen que Él no está. Ella fue la primera discípula que acompañó a su Hijo y sostuvo la esperanza de los apóstoles en los momentos difíciles. Estaban cerrados con no sé cuántas llaves de miedo en el cenáculo. Fue la mujer que estuvo atenta y supo decir –cuando parecía que la fiesta y la alegría se terminaba–: «no tienen vino» (Jn 2,3). Fue la mujer que supo ir y estar con su prima Isabel «unos tres meses» (Lc 1,56) para que no estuviera sola en su parto. Esa es nuestra madre, así de buena, así de generosa, así de acompañadora en nuestra vida.
Todo esto lo sabemos por el Evangelio, pero también sabemos que, en esta tierra, es la Madre que ha estado a nuestro lado en tantas situaciones difíciles. Este Santuario, guarda, atesora, la memoria de un pueblo que sabe que María es Madre y que ha estado y está al lado de sus hijos.
Ha estado y está en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestras casas. Ha estado y está en nuestros trabajos y en nuestros caminos. Ha estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está en la formación de la Patria, haciéndonos Nación. Siempre con una presencia discreta y silenciosa. En la mirada de una imagen, una estampita o una medalla. Bajo el signo del rosario, sabemos que no vamos solos, que Ella nos acompaña.
Y ¿Por qué? Porque María quiso estar en medio de su Pueblo, con sus hijos, con su familia. Siguiendo siempre a Jesús, desde la muchedumbre. Como buena madre no abandonó a los suyos, sino por el contrario, siempre se metió en donde un hijo pudiera estar necesitando de ella. Tan solo, porque es Madre.
Una Madre que aprendió a escuchar y a vivir en medio de tantas dificultades de aquel: «No temas, el Señor está contigo» (cf. Lc 1,30). Una madre que continúa diciéndonos: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). Es su invitación constante y continúa: «Hagan lo que Él les diga». No tiene un programa propio, no viene a decirnos nada nuevo, más bien le gusta estar callada, tan solo su fe acompaña nuestra fe.
Y ustedes lo saben, han hecho experiencia de esto que estamos compartiendo. Todos ustedes, todos los paraguayos tienen la memoria viva de un Pueblo que ha hecho carne estas palabras del Evangelio.
Y quisiera referirme de modo especial a ustedes mujeres y madres paraguayas, que con gran valor y abnegación, han sabido levantar un país derrotado, hundido, sumergido por una guerra inicua. Ustedes tienen la memoria, ustedes tienen la genética de aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su pueblo. Junto a María, han vivido situaciones muy pero muy difíciles, que desde una lógica común sería contraria a toda fe. Ustedes al contrario, impulsadas y sostenidas por la Virgen, siguieron creyentes, inclusive «esperando contra toda esperanza» (Rm 4,18).
Cuando todo parecía derrumbarse, junto a María se decían: No temamos, el Señor está con nosotras, está con nuestro Pueblo, con nuestras familias, hagamos lo que Él nos diga. Y allí encontraron ayer y encuentran hoy la fuerza para no dejar que esta tierra se desmadre. Dios bendiga ese tesón, Dios bendiga y aliente la fe de ustedes, Dios bendiga a la mujer paraguaya, la más gloriosa de América.
Como Pueblo, hemos venido a nuestra casa, a la casa de la Patria paraguaya, a escuchar una vez más, esas palabras que tanto bien nos hacen: «Alégrate, el Señor está contigo». Es un llamado a no perder la memoria, a no perder las raíces, los muchos testimonios que han recibido de pueblo creyente y jugado por sus luchas. Una fe que se ha hecho vida, una vida que se ha hecho esperanza y una esperanza que las lleva a primerear en la caridad.
Sí, al igual que Jesús, sigan primereando en el amor. Sean ustedes los portadores de esta fe, de esta vida, de esta esperanza. Ustedes Paraguayos sean forjadores de este hoy y mañana.
Volviendo a mirar la imagen de María los invito a decir juntos: «En tu Edén de Caacupé, es tu pueblo Virgen pura que te da su amor y fe». Todos juntos (repiten la frase) Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

puedes agregar un comentario
nombre:
email (opt):
comentario:
Ip: 80.58.250.78
Copia este código antispam en el casillero:

viernes, 10 de julio de 2015

Mensaje espiritual

No estamos solos.
En el medio del combate de todos los días, en que como cristianos, estamos empeñados, suele pasarnos que a veces nos sentimos solos y aislados, cuando en realidad estamos muy bien acompañados por los ángeles, por los santos y por las almas que se purifican en el Purgatorio. Es lo que se llama la Comunión de los Santos, realidad estupenda que, si la meditáramos un poco y, sobre todo, si la viviéramos con más fe, ya jamás tendríamos ni miedo ni soledad, porque es una verdad maravillosa que estamos unidos a toda la Iglesia, la que está en la tierra, en el Cielo y en el Purgatorio.
Pero lamentablemente no sabemos aprovechar este don que nos ha hecho el Señor, porque con el trajinar de los días, nos vamos como olvidando de que los Santos y las Benditas Almas, nos quieren ayudar, pero están muy limitados en la medida en que nosotros solicitamos su ayuda. Efectivamente ellos quieren intervenir en nuestra vida y en todos nuestros asuntos, porque saben muy bien, por experiencia, lo que es vivir en este mundo, sus angustias, sus ansias, y ven las cosas desde otro punto de vista, desde la eternidad, y por ello tienen mucha inteligencia y poder para socorrernos.
Hagamos el propósito, a partir de hoy, de ahora mismo, de invocar a los Santos y a las Almas del Purgatorio, viviendo en comunión de amor con ellos, y nunca más nos sintamos solos, porque somos un ejército bien compacto, que lucha en sintonía enfrentando a las fuerzas del Mal.
Lamentablemente por parte de los bienaventurados y los purgantes no hay ninguna dificultad en creer y vivir esta realidad, pero nosotros, peregrinos en este mundo, nos cuesta mucho tomar conciencia de este misterio tan hermoso por el que estamos unidos.
Entonces no nos sintamos solos ya nunca más, e invoquemos la ayuda de los santos y de las ánimas benditas, porque ellos pueden ayudarnos en todas nuestras necesidades e intervenir tanto mejor, cuando más los invocamos.
pecado

Horror al pecado.

En este mundo pagano, de un nuevo paganismo más culpable, se hace muy difícil conservar la noción de pecado. De tanto pecar y ver pecar, puede sucedernos que nos acostumbremos al pecado, al mal. Y sin embargo por el pecado el Hijo de Dios tuvo que pasar por su tremenda Pasión y Muerte y un sufrimiento infinito como sólo un Dios lo podía soportar.
Los Santos también tenían la frase de: “¡Morir, antes que pecar!”. Pero nosotros, influenciados por la moda, por los medios de comunicación social y por el mismo ambiente malsano del mundo -que hoy más que nunca es “mundo”, uno de los tres enemigos del cristiano, junto con el demonio y la carne-, vivimos inmersos en esta costumbre de pecar y ver pecar como una cosa normal.
Sin embargo el pecado es la causa de todos los males de todo tipo. Es más, el pecado es en realidad el único mal.
Lo que sucede es que como nuestra alma no grita ni se retuerce cuando muere si cometemos un pecado grave o mortal, entonces nos parece que todo sigue igual como antes de pecar. Pero si viéramos con los ojos del cuerpo lo que es un alma en pecado mortal quedaríamos espantados horriblemente. Eso no lo vemos, como sí lo veían los santos, que tenían una gran sensibilidad para no ofender a Dios ni con la mínima falta.
Luchemos contra el pecado, que es nuestro verdadero enemigo. Evitemos el pecado grave, pero también el pecado leve, porque el pecado grave es el mal más grande, y el pecado leve le sigue en maldad.
Pensemos y meditemos que si una persona muere en pecado mortal, merecerá un infierno eterno de penas imposibles de imaginar para la mente y el sentido humano.
No pequemos nosotros ni hagamos pecar a nadie, y tampoco nos acostumbremos al mal, sino siempre tengamos un saludable rechazo hacia el pecado, guardando misericordia, eso sí, para el pecador.
Si tenemos buena voluntad, rezamos, recibimos los sacramentos, Dios nos ayudará para que al menos no cometamos faltas voluntarias, o nos arrepintamos de ellas al punto.
Nadie dice que sea fácil la verdadera vida cristiana, pues como bien ha dicho Job en la Sagrada Escritura: “Es milicia la vida del hombre sobre la tierra”. Y también el Apóstol nos dice que nuestra lucha no es contra seres de carne y sangre, sino contra los dominadores, contra las potestades espirituales que están en el aire.

El Santo Rosario

LAS PROMESAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA A LOS QUE REZAN EL SANTO ROSARIO

1. Los que fielmente me sirven mediante el rezo del Santo Rosario, recibirán insignes gracias.
2. Yo prometo mi protección especial, y las más notables gracias a todos los que recitasen el Santo Rosario.
3. El Rosario será la defensa más poderosa contra las fuerzas del infierno. Se destruirá el vicio; se disminuirá el pecado y se vencerá a todas las herejías.
4. Por el rezo del Santo Rosario, florecerán las virtudes y también las buenas obras. Las almas obtendrán la misericordia de Dios en abundancia. Se apartarán los corazones del amor al mundo y sus vanidades y serán elevados a desear los bienes eternos. Ojalá que las almas hiciesen el propósito de santificarse por este medio.
5. El alma que se recomienda a Mí por el rezo del Santo Rosario, no perecerá jamás.
6. El que recitase el Rosario devotamente, aplicándose a meditar los Sagrados Misterios, no será vencido por la mala fortuna. En Su justo juicio, Dios no lo castigará. No sufrirá la muerte improvisa. Y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y será digno de alcanzar la vida eterna.
7. El que conserva una verdadera devoción al Rosario, no morirá sin los sacramentos de la Iglesia.
8. Los que fielmente rezan el Santo Rosario, tendrán en la vida y en la muerte, la Luz de Dios y la plenitud de Su gracia. En la hora de la muerte, participarán de los méritos de los Santos del Paraíso.
9. Yo libraré del Purgatorio a los que han acostumbrado el rezo del Santo Rosario.
10. Los devotos del Santo Rosario, merecerán un grado elevado de gloria en el Cielo.
11. Se obtendrá todo lo que se me pidiere mediante la recitación del Santo Rosario.
12. Todos los que propagan el Santo Rosario recibirán Mi auxilio en sus necesidades.
13. Para los devotos del Santo Rosario, he obtenido de mi Divino Hijo, la intercesión de toda la Corte Celestial durante la vida y en la hora de la muerte.
14. Todos los que rezan el Santo Rosario son hijos Míos, y hermanos de Mi único Hijo, Jesucristo.
15. La devoción al Santo Rosario es gran señal de predestinación.

BENDICIONES DEL ROSARIO

1. Los pecadores obtienen el perdón.
2. Las almas sedientas se sacian.
3. Los que están atados ven sus lazos desechos.
4. Los que lloran hallan alegría.
5. Los que son tentados hallan tranquilidad.
6. Los pobres son socorridos.
7. Los religiosos son reformados.
8. Los ignorantes son instruidos.
9. Los vivos triunfan sobre la vanidad.
10. Los muertos alcanzan la misericordia por vía de sufragios.

BENEFICIOS DEL ROSARIO

1. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo.
2. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas.
3. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
4. Nos facilita practicar la virtud.
5. Nos enciende el amor a Nuestro Señor.
6. Nos enriquece con gracias y méritos.
7. Nos provee con lo necesario para pagar nuestras deudas a Dios y a nuestros familiares cercanos, y finalmente, se obtiene toda clase de gracia de nuestro Dios todopoderoso.

SOR LUCÍA, VIDENTE DE FÁTIMA

El 26 de Diciembre de 1957, el Padre Agustín Fuentes, Postulador de la Causa de Beatificación de Francisco y Jacinta Marto, entrevistó a Sor Lucía Dos Santos, vidente de las apariciones de Fátima. En el curso de esa entrevista, le dijo Sor Lucía al Padre Fuentes:
"… La Santísima Virgen nos dijo, tanto a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el Santo Rosario y el Inmaculado Corazón de María…"
"… Mire, Padre, la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en que estamos viviendo, ha dado una nueva eficacia al rezo del Santo Rosario, de tal manera que ahora no hay problema por más difícil que sea: sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros o a la vida de nuestras familias del mundo o comunidades religiosas, o a la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario".
"Con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas. Por eso, el demonio hará todo lo posible para distraernos de esta devoción; nos pondrá multitud de pretextos: cansancio, ocupaciones, etc., para que no recemos el Santo Rosario".
"Si nos dieran un programa más difícil de salvación, muchas almas que se condenarán tendrían el pretexto de que no pudieron realizar dicho programa. Pero ahora el programa es brevísimo y fácil: rezar el Santo Rosario. Con el Rosario practicaremos los Santos Mandamientos, aprovecharemos la frecuencia de los Sacramentos, procuraremos cumplir perfectamente nuestros deberes de estado y hacer lo que Dios quiere de cada uno de nosotros".
"El Rosario es el arma de combate de las batallas espirituales de los Últimos Tiempos".

martes, 7 de julio de 2015

Sabes quién es Ma Daqin? ¿Sabes que en China no hay libertad religiosa? Te invitamos a ver este vídeo:
¿Impactado? Hoy se cumplen tres años desde que fue detenido.
Como dice el vídeo, SU DELITO ES NUESTRO DELITO. Si ser Católico fiel al Papa es su delito, yo también soy culpable del delito de Ma Daqin.
Si este también es tu delito, comparte el vídeo en redes sociales con la etiqueta #LibertadParaMaDaqin para que más gente firme pidiendo la liberación del Obispo de Shanghái.

lunes, 6 de julio de 2015

muerte del justo y pecador3

Ni por un instante.

Hoy puede ser el día de nuestra muerte, ¿y estamos preparados para pasar a la eternidad? Estar preparados significa esencialmente encontrarnos en gracia de Dios. ¿Estamos hoy, ahora mismo, en gracia y amistad de Dios? ¿O en cambio estamos viviendo en pecado mortal?
Alguno puede decir que le cuesta ir a confesarse con un sacerdote y por eso vive en pecado mortal hasta el día que va a confesarse. Pero hay que saber algo de capital importancia y es que nunca, ni por un instante, debemos vivir en pecado mortal, porque hay un medio para ponernos en gracia de Dios hasta que vayamos a confesarnos con el sacerdote.
Cuando hemos cometido el pecado grave o mortal, enseguida debemos arrepentirnos y pedirle perdón a Dios, no por el castigo que merecemos, sino por amor a Dios, porque le hemos causado tanto dolor al Señor, que es tan bueno. Esto es lo que se llama hacer un acto de contrición perfecta, que debe ir acompañado del propósito de ir a confesarnos con el sacerdote cuanto antes podamos.
Por supuesto que no podremos recibir la Sagrada Comunión hasta que no hayamos ido al sacerdote y hayamos confesado todos los pecados mortales o graves cometidos desde la última confesión sacramental bien hecha, pero al menos, si morimos, estaremos en gracia de Dios y nos salvaremos. De modo que jamás, ni siquiera por un instante, hay que vivir en pecado mortal, porque inmediatamente después de pecar, debemos hacer el acto de contrición perfecta. Claro que no debemos postergar indefinidamente el ir a confesarnos con el sacerdote.
Porque hay que saber que si vivimos en pecado mortal, el demonio tiene poder sobre nosotros, sobre nuestras vidas, y tiene modo de influenciarnos para el mal. En cambio si hacemos un acto de contrición perfecta, ya nos ponemos en gracia y amistad de Dios, y el diablo ya no nos puede echar el lazo.
Así, tantas veces como cometamos un pecado grave, tantas otras veces también debemos hacer el acto de contrición perfecta con el propósito de ir a confesarnos con un sacerdote.
Todas las noches, antes de acostarnos a descansar, debemos hacer ese acto de contrición perfecta, por si tuviéramos que partir hacia la eternidad durante el sueño, aunque si durante el día no hemos cometido falta grave, simplemente podemos pedir perdón al Señor por todo lo malo que hemos hecho en la jornada.
Entonces no vivamos ni por un instante en pecado mortal, sino siempre en gracia de Dios.

Francisco: «Todos los cristianos tienen raíces hebraicas»

01 de jul de 2015
El Papa recibió a los que participaron en el congreso del International Council of Christians and Jews sobre el 50 aniversario del documento concicliar «Nostra Aetate»
«Los cristianos, todos los cristianos, tienen raíces hebraicas». Lo recordó Papa Francisco en la audiencia que concedió a quienes participaron en el congreso internacional del International Council of Christians and Jews, deedicado al 50° aniversario de la declaración conciliar «Nostra Aetate», que sentó nuevas premisas para la relación entre carólicos y judíos.
El Papa se dijo alegre por la decisión de haber organizado en Roma el congreso, en la ciudad «en la que están sepultados los apóstoles Pedro y Pablo. Ambos son, para todos los cristianos, puntos de referencia esenciales: son como “columnas” de la Iglesia. Y aquí en Roma se encuentra la comunidad hebraica más antigua de la Europa occidental, cuyos orígenes datan de la época de los Macabeos».
«Cristianos y hebreos viven, pues, en Roma, juntos, desde hace casi dos mil años –observó Francisco–, aunque sus relaciones en el curso de la historia no hayan estado libres de tensiones». El Pontífice explicó que un «verdadero diálogo fraterno» pudo desarrollarse «a partir del Concilio Vaticano II, después de la promulgación de la declaración “Nostra Aetate”. Este documento represente, efectivente, el “sí” definitivo a las raíces hebraicas del cristianismo y el “no” irrevocable al antisemitismo».
Francisco en el Muro de los Lamentos (26/5/2014)Francisco después mencionó los «ricos frutos que ha producido», y subrayó que se puede hacer «con agradecimiento un balance del diálogo hebraico-católico...». «Nuestra humana fragmentariedad, nuestra desconfianza y nuestro orgullo fueron superados gracias al Espíritu de Dios omnipotente, por lo que entre nosotros han ido creciendo cada vez más la confianza y la fraternidad. Ya no somos extraños, sino amigos y hermanos», que confiesan, «con persepectivas diferentes, el mismo Dios, Creador del universo y Señor de la historia».
«Los cristianos, todos los cristianos –continuó Francisco– tienen raíces hebraicas. Por esto, desde su nacimiento, el International Council of Christians and Jews ha acogido las diferentes confesiones cristianas. Cada una de ellas, con el modo que le es propio, se acerca al hebraísmo, el cual, a su vez, está caracterizado por diferentes corrientes y sensibilidades». La frase sobre las «raíces» hebraicas del cristianismo evoca de alguna manera las palabras que usó Pío XI durante la audiencia con un grupo de peregrinos belgas el 6 de septiembre de 1938: «el antisemitismo es inadmisible. Nosotros somos espiritualmente Semitas».
Papa Bergoglio reasumió de esta manera las diferencias entre cristianos y hebreos: «Las confesiones cristianas encuentran su unidad en Cristo; el hebraísmo encuentra su unidad en la Torá. Los cristianos creen que Jesucristo es la Palabra de Dios, que se hizo carne en el mundo; para los hebreos, la Palabra de Dios está presente sobre todo en la Torá. Ambas tradiciones de fe tienen como fundamento el Dios único, el Dios de la Alianza, que se revela a los hombres a través de su Palabra».
Para concluir, el Pontífice recordó que en su reflexión sobre el hebraísmo, el Concilio Vaticano II «tuvo en consideración las diez tesis de Seelisberg, elaboradas en esa localidad suiza en 1947. Y esas tesis están estrechamente relacionadas con la fundación del International Council of Christians and Jews. Se puede decir que en ellas había un germen y una primera colaboración entre su organización y la Iglesia católica».
fuente: Vatican Insider
puedes agregar un comentario
nombre:


Los misterios sin resolver de la Síndone

02 de jul de 2015
"La sangre no se ha arrastrado o movido... Es como si el cuerpo hubiera desaparecido dentro de la sábana”. 

Aunque  ningún Papa la ha reconocido oficialmente como la tela que cubrió el cadáver de Jesús, la Sábana Santa es la reliquia más preciada de la Iglesia católica. Varios elementos la convierten en algo único, en uno de los objetos más apasionantes del mundo.
La tela

Mide 436 centímetros de largo y 110 de ancho. Es de lino y está tejida con una trama en forma de espina de pez, que coincide con otros tejidos de los siglos primeros siglos hallados en Siria.

Emanuela Marinelli (Sindonóloga)

"Se han encontrado tejidos como este en sepulturas de personas ricas. Esta la usó una persona crucificada. ¿Qué otro podría ser? Lo habitual es que los crucificados fueran dejados en fosas comunes, eran pobres o ladrones. Pero Jesús fue llevado al sepulcro de un hombre rico, José de Arimatea, que lo envolvió en un lienzo precioso”.

¿Qué se ve?

En la Sábana Santa se ve un cuerpo de varón de tamaño natural por delante y por detrás. Mide 1 metro y 78 centímetros, tiene entre 30 y 40 años, pesaba unos 79 kilos y se dedicaba a trabajos manuales.

¿Qué le ha sucedido?

El hombre de la Síndone fue flagelado desde los dos costados y por dos personas diferentes. En su cuerpo hay unas 720 heridas, restos de al menos 120 latigazos, realizados con un flagelo de seis cuerdas que tenían atado un objeto punzante.

Fue golpeado con violencia en el rostro.  Llevó algo parecido a un casco de espinas, porque por la frente y el cuello tiene restos de sangre que chorrea. Llevó un gran peso sobre la espalda izquierda y tiene heridas de caída en las rodillas. 

P. Rafael Pascual (Director Instituto Ciencia y Fe, Regina Apostolorum)

"Corresponde a la figura de una persona que ha sufrido todo lo que nos cuentan los Evangelios de una flagelación, una coronación de espinas, una crucifixión”.

 


Tiene heridas de clavo en la muñeca izquierda y unas manchas de sangre muestran que también fue perforada la derecha. Tiene también una herida por punta de lanza en el costado.

¿Cómo la han dibujado?

La imagen no tiene contornos definidos, es indeleble y no tiene restos de pinceladas. Por eso, el mayor misterio es cómo se produjo. Científicos italianos han lanzado una hipótesis.

Emanuela Marinelli (Sindonóloga)

"Se trata de una deshidratación, una oxidación de la celulosa muy superficial. Es idéntica a la que obtenemos con un láser que produzca radiación ultravioleta. La única hipótesis posible es que se haya producido por una gran luz que liberó el cuerpo que estaba envuelto en la sábana. Para quien cree en la resurrección es muy sugestivo”. 

¿Qué no se ve?

En la Síndone han encontrado restos de mirra y áloe, con los que se enterraba a los difuntos en Oriente Medio. También polen de 58 plantas diferentes. De ellos 38 no son europeos, y 17 son de Jerusalén, detalles difíciles de falsificar.

Tiene restos de sangre humana del grupo AB, con mucha bilirrubina, señal de que es de alguien que había padecido una muerte violenta.

Emanuela Marinelli (Sindonóloga)

"La sangre no se ha arrastrado o movido... Es como si el cuerpo hubiera desaparecido dentro de la sábana”.

Además, la Sábana Santa se comporta como un negativo, de forma que -al contrario que las fotografías normales-, se ve mejor en los negativos.

La prueba contraria

A pesar de todo, del principal análisis científico hecho en 1988, la prueba del Carbono 14, mostró que se trata de un tejido medieval, del año 1260. Pero numerosos observadores dicen que las pruebas no fueron realizadas correctamente.

Emanuela Marinelli (Sindonóloga)

"La Síndone tiene muchos remiendos, y en el trozo que usaron había restos de algodón. Esto ya hace dudar de la prueba”.

P. Rafael Pascual (Director Instituto Ciencia y Fe, Regina Apostolorum)

"Han hecho experimentos para ver si en tiempo medieval se tendría la técnica para producir una imagen como la que vemos en la Sábana Santa y aunque se han dado varias hipótesis, realmente los resultados que han obtenido no son comparables ni mucho menos con los de la Sábana Santa”.

Quizá en el futuro haya nuevas pruebas que arrojen un poco de luz. Pero seguramente ninguna será definitiva, y la Sábana Santa seguirá siendo un objeto apasionante: Quizá el testimonio material de la resurrección de Cristo.
fuente: ForumLibertas
puedes agregar un comentario
nombre:
email (opt):
comentario:
Ip: 80.58.250.78
Copia este código antispam en el casillero:

VISITAS