domingo, 6 de diciembre de 2015

No desanimarnos.

Quien busca hacer las cosas bien y actuar según lo que Dios quiere, tendrá sufrimientos, y uno de ellos es el desanimarse al ver tanta maldad en el mundo, en la sociedad e incluso en él mismo.
El desánimo es el arma preferida que usa el demonio con nosotros, porque sabe muy bien que un alma desanimada, está prácticamente en sus manos, y es impotente para hacer el bien.
Efectivamente cuando uno se desanima, ya no tiene fuerzas para hacer buenas obras y perseverar en la oración, en los sacramentos y en el buen actuar. Esto lo sabe el diablo que busca por todos los medios hacernos bajar los brazos, mostrándonos todo el mal que hay en el mundo y haciéndonos creer que él es ya el vencedor y que está todo perdido o casi.
No nos prestemos a este juego macabro del Maligno, porque con el desánimo nos quiere volver inofensivos y enredarnos en pecados y tristezas.
Es cierto que hay mucho mal en el mundo, pero Cristo ha vencido en la cruz, y vencerá nuevamente al fin de los tiempos, de manera que el diablo es, en primer lugar, un vencido. Ya está vencido. Sólo da sus últimos coletazos, pero su derrota es segura y está profetizada.
Sabiendo esto ¡qué grande debe ser nuestra confianza en Dios, que es el único vencedor!
Hay un dicho popular que dice que cuando más oscura está la noche, es porque viene aclarando. Y cuando vemos que el mal hace tantos progresos, sepamos que su derrota está cada vez más próxima, que se acerca el amanecer del Bien, que sucederá en un abrir y cerrar de ojos, porque Dios escucha los ruegos de sus hijos.
No dejemos que el demonio nos arrebate la alegría, la esperanza, la confianza, porque la tristeza es terreno propicio para el pecado.
Pidamos ayuda a María Santísima, Ella, que no se desanimó al ver el aparente triunfo del Mal sobre Cristo crucificado, sino que siguió esperando, creyendo y confiando contra toda esperanza, y obtuvo su premio, que Cristo anticipara su resurrección. Ahora también en estos tiempos, con la oración que hacemos en compañía de María, lograremos que venza el Bien en el mundo, en las vidas de quienes amamos, y en nuestras propias vidas. Anticiparemos la aurora con nuestra oración constante y nuestro fuerte amor por Dios y por los hermanos. Así que ¡Ave María y adelante!

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