sábado, 23 de abril de 2016

Diario vivir

Todos somos pecadores
Salvo Jesús y María, que siempre fueron santos, todos los demás somos más o menos pecadores, porque todos nacemos con el pecado original y, además, hemos cometido pecados más o menos graves en nuestra vida. Por eso todos tenemos necesidad del perdón y la misericordia de Dios.
El pecado es el verdadero enemigo que tenemos, y es por el pecado que hay tanta maldad y desgracias en el mundo.
La solución de la violencia y maldad de los hombres no está en poner más policías y reprimir los delitos, sino en enseñar a cumplir los Diez Mandamientos, en enseñar a los hombres la santa religión católica, diciéndoles que Dios constantemente los está mirando y premiará sus buenas obras y castigará las malas.
Si no se enseña bien la religión, entonces lamentablemente cada vez las cosas irán para peor. Cuando se deja de lado a Dios en la sociedad, entonces toma las riendas el demonio, y ya podemos comprobar cuáles son sus frutos.
El Cielo existe. El Infierno existe. Esto es lo que hoy se nos quiere hacer olvidar. Pero tenemos que saber que si la justicia humana no hace justicia, hay Alguien que hará Justicia hasta las últimas consecuencias, y ese Alguien es Dios.
¡Ay de quien en el juicio sea encontrado falto, porque habrá una eternidad de horror para él!
No envidiemos a los que más tienen ni digamos: “Aquel es malo, es un delincuente, y sin embargo le va bien, parece que Dios lo ayuda”. No, Dios no lo ayuda. El demonio es quien lo ayuda para tenerlo para siempre con él en el Infierno.
Nosotros, no nos desalentemos por ver al mal tan triunfante en el mundo, sino seamos buenos y cumplamos los Mandamientos para poder ir al Cielo luego de nuestra muerte. Porque lo único importante para nosotros es salvar nuestra alma.
Entonces no pequemos ni hagamos pecar, y si tenemos la desgracia de caer en pecado, levantémonos con una sincera confesión, porque si permanecemos en pecado le damos lugar al demonio para que actúe e influencie en nuestras vidas.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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