miércoles, 3 de agosto de 2016

Nuestra Señora la que desata los nudos

Nuestra Senora la que Desata los Nudos
Leer más...
Devoción muy indicada para nuestros días
En esta época de crisis y caos, el hombre vive siempre sobresaltado, cercado de peligros y dificultades: en la vida personal, en la familiar, en los ambientes de trabajo, en las luchas cotidianas.
Su vida corre a velocidad rápida; más aún, vertiginosa. A todo momento surgen nuevos desafíos, nuevos riesgos y peligros. Un sentimiento parece dominar su existencia: la aflicción.
Cada vez más los hombres se sienten enredados en innumerables dificultades que lo atormentan; no consiguen "desatar los nudos" y librarse de los mismos.
Ahora bien, la acción de Nuestra Señora sobre las almas puede ser comparada, metafóricamente, a la de quien deshace un nudo.
Nuestro Señor Jesucristo, en lo alto de la Cruz, se dirigió a su Madre y señalando al Apóstol San Juan, dijo: "Mujer, ahí tienes a tu hijo" (Juan 19, 26). Unánimemente, los Santos, los Papas y los Padres de la Iglesia comentan que Nuestro Señor, cuando designó a San Juan como hijo de la Santísima Virgen, estaba confiriéndole la maternidad de todos los fieles representados por San Juan. De hecho, Nuestra Señora es nuestra Madre, Ella es Madre de todos y cada uno de nosotros individualmente considerados.
En todas nuestras dificultades y aflicciones, siempre sentimos su maternal protección, ayudándonos y aliviándonos como sólo saben hacerlo las madres. A veces Ella actúa de modo maravilloso y soberano, con una rapidez y eficacia impresionantes; otras veces, actúa de modo discreto y sereno, pero no con menos eficiencia.
Siempre su acción -es interesante notarlo- produce en nuestras almas el alivio que sentimos cuando conseguimos, después de un esfuerzo no pequeño, "desatar un nudo".
En todas las circunstancias de nuestra vida, siempre tendremos ocasión de experimentar la bondad misericordiosa de Nuestra Señora la que Desata los Nudos. En la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte, en el tiempo y en la eternidad, siempre nos será de valor esa Dama celestial que es Madre de Dios y que, en su Misericordia, el Señor quiso también que fuese nuestra Madre.

No hay comentarios:

VISITAS